NEGACIÓN Y DESCRÉDITO
l. Los doctos y el hipnotismo. - 2. El desprecio por la telepatia.
Los doctos y el hipnotismo. — Se puede decir que en materia filosófica, metafísica o religiosa, el último argumento detoda opinión no es otro sino el temperamento. Los más radicales cambios se explican por la evolución de este último. Ese subjetivismo que es lo normal en un dominio iedológico, esinadmisible cuando se extiende a la ciencia experimental.
Sin embargo, los doctos, paulatinamente, han rechazado, admitido y vuelto a rechazar la realidad de los fenómenos del magnetismo animal para darle por fin, según los trabajos de Braid, hacia 1742, un sello oficial que no debía ser sino provisionalmente definitivo. El hipnotismo tuvo entonces en el mundo científico y médico un auge considerable. Era la cuestion de moda. Se le atribuía un alcance que rebasa enormemente sus límites:
«El descubrimiento de Braid, substanciaba el doctor J. P. Philips, tiene una importancia diferente de aquellas que le han descuierto algunos cirujanos franceses. A menos de ser simples aprendicillos sin cultura intelectual, debían reconocer que es la más espectacular conquista ue han podido realizar o entrever la Medicina, la Historia Natural y la Filosofía.»
El viento cambió. Bastó que un neurólogo de fama haya querido superar y borrar a sus predecesores con modernas teorías. — Ipse dixit. La pura ortodoxia de la Facultad ordena por el momento a sus devotos seides que por cuando menos se muestren dubitativos en cuanto a los fenómenos hipnóticos. Así podemos leer, con las firmas de F. Achule Delmas, antiguo jefe de la clínica de enfermedades mentales de la Facultad de Medicina de París y médico de los Asilos, y de Marcel Boll maestro agregado de la Universidad y doctor en Ciencias, las siguientes declaraciones:
«Nada retenemos de la hipnosis, tal como han creído entenderla, porque ella descansa sobre interpretaciones erróneas. La hipnosis es la simulación del sueño somnambúlico por «sujetos» totalmente despiertos: en «el hipnotizador» no queda más alternativa que ser o el cómplice o la víctima de un sujeto.» Eso es terminante, pero los autores deberían hacernos conocer de qué bases experimentales han sacado sus definiciónes. En particular, ¿han tratado de comprobar personalmente, por la aplicación de los métodos hipnóticos en un centenar de sujetos tomados al azar, la realidad o la falsedad de la hipnosis? Es dudoso.
La hipnosis, según ellos, es simulación. Entonces sus colegas de hace veinticuatro años eran simuladores. «El 12 de abril de 1S29, escribe Cullerre, el doctor Cloquet llevó a efecto una operación cancerosa en el pecho en una señora de sesenta y cuatro años, cuando ésta se hallaba sumida en somnambulismo. No sintió dolor ni conservó recuerdo alguno de tal operación. En 1846, el doctor Loysel, de Cherburgo, operó un tumor en la región mastoidea a una muchacha de treinta anos dormida. Cuando despertó declaró ésta que no sufría, que no había sentido dolor alguno y no conservó ni el más leve recuerdo de lo que había pasado. El mismo cirujano, en poco tiempo, llegó a parcticar su duodécima operación encontrándose el paciente en sueño hipnótico. Por la misma época, Fanton, Toswel y Joly, de Londres, hicieron en condiciones similares la amputación de dos muslos y un brazo. En 1847, dos médicos de Poitiers, los doctores Ribaud y Kiaro, tratando a una muchacha afectada de un tumor en el maxilar, efectuaron en una primera operación la incisión del tumor y en otra extracción de un diente; en una tercera le extirparon el neoplasma, y todo ello indoloro, gracias a la hipnosis. Ese largo y cruento trabajo, se encuentra en el informe de la Gazette des Hópitaux, más bien había parecido una lección de disecación dada a los alumnos que una operación efectuada en un cuerpo vivo El 4 de diciembre de 1859, los doctores Broca y Follín ejecutaron en París la incisión de un absceso del recto en una mujer de cuarenta años hipnotizada. La operación se efectuó a cabo sin dolor. Algunos días después, el doctor Guérineau, de Poitiers, amputó una pierna a un individuo durante la anestesia hipnótica de éste. El paciente no sintió ningún dolor, pero se dio cuenta de la intervención. «Me di cuenta de lo que me hicieron, y la prueba de ello es que mi muslo fue cortado en el momento en que usted me preguntó si sentía algún dolor.» El doctor Esdaille, cirujano de los hospitales de Calcuta, llevó a cabo en seis años, por la misma época, seiscientas operaciones indoloras, por el hipnotismo, bajo la observación de una comisión de médicos, de cirujanos y de científicos nombrada a petición del Gobierno.»
¿Podrán decir los señores Achille Delmas y Marcel Boll que dichos sujetos de los que acabamos de hablar han logrado la simulación hasta fingir la insensibilidad mientras que el bisturí, las sierras y demás trabajaban en su carne? Tendría que suponerse en tal caso que los médicos que les atendieron hallaban alguna ventaja en ser cómplices o víctimas. ¡Cuántas víctimas y cuántos cómplices no habría entonces en el cuerpo médico! Para citar sólo los principales, nombraremos a los doctores :
Azam, Barety, Beaunis, Bérillon, Bernheim, Binet, Bottey, Bourneville, Bourru, Brierre de Boismont, Broca, Brémaud, Burcq, Burot, Charcot, Clocquet, Cullerre, Crocq, Demarquay, Dumontpallier, Dupouy, Dupuy, Durant de Gros, Eliotson, Es-daille, Esquirol, Féré, Gigot-Suard, Gilíes de la Tourette, Gira-ud-Teulon, Grasset, Guérineau, Janet, Liébeault, Luys, Magnin, Mesnet, Maricourt, Pitres, Regnard, Richer, Velpeau y Voisin.
Verdaderamente, las teorías emitidas por todos esos prácticos han sido revisadas lentamente, en el'sentido ya señalado en el capítulo V, y entre los hechos que observaron, la mitomanía y la simulación tuvieron sin lugar a duda una parte considerable; pero es igualmente verdadero que la hipnosis existe y que las auténticas víctimas no son las que creen algunos. Por otra parte, basta experimentar para comprobar que, a pese de toda negación, el hipnotismo subsiste por hechos que no se pueden suprimir de una plumada.
2
EL desprecio por la telepatía. — Otro tanto se puede decir del acto telepsíquico, cualquiera que sea el suficiente desprecio de la Facultad y, en particular, de los doctores Achille Delmas y Boll, hacia «esas interpretaciones tendenciosas de coincidencias que se han adornado con el nombre de telepatía». ¿A quién le van hacer creer que entre los miles de observaciones y de experiencias relatadas en las obras indicadas no hay porlo menos un hecho probatorio, Y si tal hecho fuera rigurosamente aislado, sería suficiente para convencer a todo sujeto más cuidadoso de la verdad que de los encaprichamientos de la ciencia oficial e impulsarle a tratar de reproducirlo para convencerse personalmente. Esto es lo que he hecho, esto es lo que desde tiempo atrás llevo a efecto por mediación de mis lecciones orales y hoy con la presente obra que proporcionará a los lectores que lo deseen el modo de efectuar una prueba. Quizá consiga así un éxito, al incitar a nuevos y numerosos adeptos a que aporten nuevos resultados a este estudio tan atrayente de la influencia recíproca, que todos ejercemos, consciente o inconscientemente, los unos sobre los otros.
FIN
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11/14/2008
TELEPSIQUIA EMPIRICA
LA TELEPSIQUIA EMPÍRICA
1. La hechicería actual. — 2. Lo que es necesario para obtener el éxito en hechicería. Forma de contrarrestarla.
por personal comprobación, cuando menos por testimonios dignos de confianza, los fenómenos atribuidos a esos empíricos tachonados con el nombre de hechiceros, cuya raza se perpetúa a pesar de la difusión de la escuela primaria y del positivismo, en determinadas regiones francesas, mas que nada en
Bretaña y en el Isére.
Lubricación hecha de las fantasmagóricas aportadas por la leyenda y de la mezcla botánica o de otras formas que explican suficientemente la eficacia de ciertos sortilegios, es innegable que las gentes ignorantes y fanáticas consiguen actuar, sin locarles y hasta sin verles, sobre aquellos a quienes están decídidos a afectar.
La clase del hechicero y el origen de las enseñanzas desviadas que inspiran sus prácticas, han sido analizados con admirable sagacidad y con una documentación impresionante por Stanislas de Guayta. Como él, estoy seguro de que a veces contribuyen a las obras de hechicería una cantidad supranormal de seres y de energías. Pero las solas propiedades del psiquismo humano, las que hemos visto en este libro permiten darse rápida cuenta de un gran número de efectos vulgarmente obtenidos por los fanáticos de los libros mágicos, primordialmente de todos los escollos o sugestiones que saben infligir a los hombres y a los animales.
Despeguemos un Dragón Rojo o cualquier otro enchiridión goético, y observaremos que para lograr tan siquiera el menor resultado, el experto debe llevar a efecto una extensa serie de actos enfadosos, penosos, peligrosos, impresionantes, siempre de tal naturaleza que exaltan tremendamente su pasión.
En los exactos momentos hay que coger raras flores, sacrificar ritualmente cierto animal para extraer la sangre o determinados órganos, visitar dé noche tumbas con el fin de obtener osamentas o clavos «del ataúd de un sujeto muerto sin confesión en aquel año».
Cuando se han reunido las substancias, tan abundantes como heteróclitas, requeridas para sus maleficios, el hechicero debe consagrarlas a las Potencias de las Tinieblas, mixturar y saturar de influjo — por eso la amalgama se acompaña de imprecaciones —. Casi siempre debe alearse algún objeto sobre el cual habrá hecho decir una misa, sin saberlo el sacerdote, disimulándolo en el altar antes de la celebración. Ante todo le es impuesta una primera iniciativa asaz delicada: la de obtener, de la persona a quien quiere herir, cabellos o trozos de vestidos con los que cuenta para establecer la relación.
Todo esto exige de él, durante días, o semanas, una atención continua, fijamente orientada, de tremendos esfuerzos del voluntad ,— que atestiguan su implacable resolución —. La obsesión por lo que quiere obtener aumenta a medida que va efectuándose la operación, y como cree absolutamente en la gravedad de sus profanaciones, de sus sacrilegios y de sus impías recordaciones, su mente continúa temblorosa y repercute sobre su emotividad, que vibra profundamente. Y la ciega confianza que él atribuye a sus ejercicios, al irresistible podar de que cree disponer al cumplirlas, da a su mente una firmeza inquebrantable. . .
Así el modus operandi de muchas fórmulas supersticiosas se identifica perfectamente con el del psiquismo metódico. Las fórmulas del oficiante actúan sobre todo sobre el mismo. En su conciencia, a la vez primitiva y apasionada, determinan frenéticos impulsos, de los que, las telepsíquicas repercusiones chocan con frecuencia con más fuerza que una emision sistemática. Sin duda eso es engañoso; sin embargo el ignorante el estúpido, el delirante hechicero, logra lo que muchos hombres cultos, racionales, pero tibios y sin convicción, no obtendrían.
2
LO QUE ES NECESARIO PARA OBTENER EL TRIUNFO EN
la hechicería. - Los ejercicios de hechicería hay que estar predestinado, es decir predispuesto por cierta naturaleza como sólo escogidas regiones semisalvajes pueden crear.
Para calmar a los tímidos, recordemos que, según una ley totalmente comprobada, nadie sería capaz de afectar telepstquicamente a un ser notablemente más sutil que ti. Los lectores que me comprenden pueden, pues, considerarse corno inaccesibles a toda empresa maléfica de personas que con toda segundad han evolucionado mucho menos que ellos.
1. La hechicería actual. — 2. Lo que es necesario para obtener el éxito en hechicería. Forma de contrarrestarla.
por personal comprobación, cuando menos por testimonios dignos de confianza, los fenómenos atribuidos a esos empíricos tachonados con el nombre de hechiceros, cuya raza se perpetúa a pesar de la difusión de la escuela primaria y del positivismo, en determinadas regiones francesas, mas que nada en
Bretaña y en el Isére.
Lubricación hecha de las fantasmagóricas aportadas por la leyenda y de la mezcla botánica o de otras formas que explican suficientemente la eficacia de ciertos sortilegios, es innegable que las gentes ignorantes y fanáticas consiguen actuar, sin locarles y hasta sin verles, sobre aquellos a quienes están decídidos a afectar.
La clase del hechicero y el origen de las enseñanzas desviadas que inspiran sus prácticas, han sido analizados con admirable sagacidad y con una documentación impresionante por Stanislas de Guayta. Como él, estoy seguro de que a veces contribuyen a las obras de hechicería una cantidad supranormal de seres y de energías. Pero las solas propiedades del psiquismo humano, las que hemos visto en este libro permiten darse rápida cuenta de un gran número de efectos vulgarmente obtenidos por los fanáticos de los libros mágicos, primordialmente de todos los escollos o sugestiones que saben infligir a los hombres y a los animales.
Despeguemos un Dragón Rojo o cualquier otro enchiridión goético, y observaremos que para lograr tan siquiera el menor resultado, el experto debe llevar a efecto una extensa serie de actos enfadosos, penosos, peligrosos, impresionantes, siempre de tal naturaleza que exaltan tremendamente su pasión.
En los exactos momentos hay que coger raras flores, sacrificar ritualmente cierto animal para extraer la sangre o determinados órganos, visitar dé noche tumbas con el fin de obtener osamentas o clavos «del ataúd de un sujeto muerto sin confesión en aquel año».
Cuando se han reunido las substancias, tan abundantes como heteróclitas, requeridas para sus maleficios, el hechicero debe consagrarlas a las Potencias de las Tinieblas, mixturar y saturar de influjo — por eso la amalgama se acompaña de imprecaciones —. Casi siempre debe alearse algún objeto sobre el cual habrá hecho decir una misa, sin saberlo el sacerdote, disimulándolo en el altar antes de la celebración. Ante todo le es impuesta una primera iniciativa asaz delicada: la de obtener, de la persona a quien quiere herir, cabellos o trozos de vestidos con los que cuenta para establecer la relación.
Todo esto exige de él, durante días, o semanas, una atención continua, fijamente orientada, de tremendos esfuerzos del voluntad ,— que atestiguan su implacable resolución —. La obsesión por lo que quiere obtener aumenta a medida que va efectuándose la operación, y como cree absolutamente en la gravedad de sus profanaciones, de sus sacrilegios y de sus impías recordaciones, su mente continúa temblorosa y repercute sobre su emotividad, que vibra profundamente. Y la ciega confianza que él atribuye a sus ejercicios, al irresistible podar de que cree disponer al cumplirlas, da a su mente una firmeza inquebrantable. . .
Así el modus operandi de muchas fórmulas supersticiosas se identifica perfectamente con el del psiquismo metódico. Las fórmulas del oficiante actúan sobre todo sobre el mismo. En su conciencia, a la vez primitiva y apasionada, determinan frenéticos impulsos, de los que, las telepsíquicas repercusiones chocan con frecuencia con más fuerza que una emision sistemática. Sin duda eso es engañoso; sin embargo el ignorante el estúpido, el delirante hechicero, logra lo que muchos hombres cultos, racionales, pero tibios y sin convicción, no obtendrían.
2
LO QUE ES NECESARIO PARA OBTENER EL TRIUNFO EN
la hechicería. - Los ejercicios de hechicería hay que estar predestinado, es decir predispuesto por cierta naturaleza como sólo escogidas regiones semisalvajes pueden crear.
Para calmar a los tímidos, recordemos que, según una ley totalmente comprobada, nadie sería capaz de afectar telepstquicamente a un ser notablemente más sutil que ti. Los lectores que me comprenden pueden, pues, considerarse corno inaccesibles a toda empresa maléfica de personas que con toda segundad han evolucionado mucho menos que ellos.
CONTRAINDICACIONES
CONTRAINDICACIONES, OBSTÁCULOS, ADVERTENCIAS
Contraindicaciones
Al no tener siquiera un mínimo de fuerza funcional, la fatiga resultante de las emisiones telepsíquicas se agudiza desde luego en depresión, a favor de la cual puede sobrevenir mas de una desorganización.
Los propensos a males renales y en general todos aquellos que eliminan mal, obrarían sabiamente absteniéndose. Ért efecto, todo desgaste cerebral inusitado requiere un esfuerzo Suplementario del riñon y de los órganos que a él concurren.
La abundancia de los intoxicados floridos entorpece enormemente su psiquismo para disuadirles del acto a distancia. Pero si por acaso, uno de ellos se esforzara con demasiado ardor, ello constituiría grave riesgo de congestión.
Los exaltados, los obsesionados, los deprimidos; aquellos cuyo intelecto deliberado no tiene ninguna acción sobre la impulsividad emotiva e imaginativa, agravan por lo general inútilmente su situación practicando la acción telepsíquica. Antes de nada deberían procurar adquirir ese dominio sobre sí mismos de que carecen y sin el cual no hay producción, ni concentración, ni emisión eficaces.
Al no poder recuperarse luego de cada sesión, fíjese la mente en un sujeto descansando y, en todo caso, extraño a las preocupaciones por las que se acabare de trabajar; en caso antagónico, con facilidad se puede ser presa de una idea fija, mal dre de la demencia, Por otro Jado no se recuperan las fuerzas suficientemente y viene la lasitud.
Obstáculos
Es común que cierto dia en que algo no marcha tan bien como uno quisiera, o porque se haya sido hasta entonces demasiado indiferente a los asuntos psíquicos, se piense en procurarse un tratado de hipnotismo, con la creencia de encontrar así la forma de resolver sobre la marcha cualquier dificultad. Sin embargo, ¿quién tendría la pretensión de taquigrafiar un discurso inmediatamente después de haber adquirido un tratado de taquigrafía? Por el simple hecho de tener necesidad de serlo, no es posible improvisarse experto de la noche a la mañana. Es necesario trabajar para comprender y luego aplicar lo que se ha aprendido.
Si un químico pretendiera preparar un producto en menor tiempo del que se necesitara para su terminación, y expusiera como razón de ello que tenía gran urgencia de tal producto, se le miraría con recelo. Sin embargo son demasiados los lógicos que, porque sienten prisas, piden a la telepsiquia resultados con más rapidez que lo que el caso permite.
El sentirse urgido dota de aptitudes especiales. En telepsiquia no hay resultados a la vez importantes e inmediatos. La sucesión de los ensayos es lo que proporciona el vigor de sugestión, y la asiduidad la confiere facilidad — facilidad, muy aparte, siempre relativa.
Existen muchos que se imaginan incapaces de influjo. En cambio bastantes se juzgan capaces de obtener, sin mayor esfuerzo, efectos instantáneos e importantes. Algunos comprenden la dificultad, la abordan con resolución, poco a poco la vencen, con una inquebrantable constancia.
Antes de cualquier acto a distancia jamás se sabrá calcular suficientemente las consecuencias que tendrá lograr lo que se desea. Algunas de ellas son ineludibles y es conveniente estudiar si no harían pagar bastante caro la satisfacción que de ellas se logra; otras pueden ser evitadas a condición de especificar la intención en el plan general que ya conocemos.
Casi todos creamos energía psíquica suficiente para obtetener, por medio de los métodos expuestos en este libro, resultados positivos para todo el resto de nuestra existencia. Cuanto más abundante es la producción, más fuerte es la tensión externizada. Tal tensión determina impulsos a los que ni siquiera se intenta resistir. Sin embargo, todas las obras análogas a la mía indican prolijamente que ceder al impulso es dejar que se disipe la energía psíquica.
Es una bendición que los sujetos exaltados derrochen en manifestaciones externas genéricamente inofensivas el Tortísimo dinamismo nacido de su cólera. Si supieran abstenerse de voriferar, de manotear sobre la mesa y de romper objetos, podrían llevar a efecto perjudiciales estragos. El vigor propulsivo de la mente, el ardor pasional y las violencias del alma constituyen positivos cetros a condición de tomar la iniciativa de su maniobra.
3 Advertencias
Dominar la espontaneidad es dominar el destino. Los que dirijen el mundo son sujetos que han sabido apropiarse de una tremenda impulsividad innata y así la han cambiado en vigor dominador y realizador. Que no se me haga decir que basta con dominarse para dirijir el mundo. Antagónicamente, he de indicar que la principal condición para llegar a ser una persona eminente es el tener una animación innata extraordinaria. Pero sobre un sujeto capaz de dominarse desde el triple punto de vista sensorial, emocional e imaginativo, el Destino tiene menor acción que sobre los otros. El sujeto que llega a saber dirijir sus pensamientos, se libra fácilmente de casi toda influencia, incluso colectiva. Cada quien puede conquistar su libertad por la instauración de una sólida autarquía interna, contraria de las enseñanzas liberales.
Si bien no es factible cambiar radicalmente los elementos psíquicos y psicológicos de que hereditariamente estamos dotados, metódicamente podemos obtener un máximo de útiles servicios. Asi, practicando correctamente de acuerdo con las propias fuerzas, se las aumenta v se las ductiliza.
Contraindicaciones
Al no tener siquiera un mínimo de fuerza funcional, la fatiga resultante de las emisiones telepsíquicas se agudiza desde luego en depresión, a favor de la cual puede sobrevenir mas de una desorganización.
Los propensos a males renales y en general todos aquellos que eliminan mal, obrarían sabiamente absteniéndose. Ért efecto, todo desgaste cerebral inusitado requiere un esfuerzo Suplementario del riñon y de los órganos que a él concurren.
La abundancia de los intoxicados floridos entorpece enormemente su psiquismo para disuadirles del acto a distancia. Pero si por acaso, uno de ellos se esforzara con demasiado ardor, ello constituiría grave riesgo de congestión.
Los exaltados, los obsesionados, los deprimidos; aquellos cuyo intelecto deliberado no tiene ninguna acción sobre la impulsividad emotiva e imaginativa, agravan por lo general inútilmente su situación practicando la acción telepsíquica. Antes de nada deberían procurar adquirir ese dominio sobre sí mismos de que carecen y sin el cual no hay producción, ni concentración, ni emisión eficaces.
Al no poder recuperarse luego de cada sesión, fíjese la mente en un sujeto descansando y, en todo caso, extraño a las preocupaciones por las que se acabare de trabajar; en caso antagónico, con facilidad se puede ser presa de una idea fija, mal dre de la demencia, Por otro Jado no se recuperan las fuerzas suficientemente y viene la lasitud.
Obstáculos
Es común que cierto dia en que algo no marcha tan bien como uno quisiera, o porque se haya sido hasta entonces demasiado indiferente a los asuntos psíquicos, se piense en procurarse un tratado de hipnotismo, con la creencia de encontrar así la forma de resolver sobre la marcha cualquier dificultad. Sin embargo, ¿quién tendría la pretensión de taquigrafiar un discurso inmediatamente después de haber adquirido un tratado de taquigrafía? Por el simple hecho de tener necesidad de serlo, no es posible improvisarse experto de la noche a la mañana. Es necesario trabajar para comprender y luego aplicar lo que se ha aprendido.
Si un químico pretendiera preparar un producto en menor tiempo del que se necesitara para su terminación, y expusiera como razón de ello que tenía gran urgencia de tal producto, se le miraría con recelo. Sin embargo son demasiados los lógicos que, porque sienten prisas, piden a la telepsiquia resultados con más rapidez que lo que el caso permite.
El sentirse urgido dota de aptitudes especiales. En telepsiquia no hay resultados a la vez importantes e inmediatos. La sucesión de los ensayos es lo que proporciona el vigor de sugestión, y la asiduidad la confiere facilidad — facilidad, muy aparte, siempre relativa.
Existen muchos que se imaginan incapaces de influjo. En cambio bastantes se juzgan capaces de obtener, sin mayor esfuerzo, efectos instantáneos e importantes. Algunos comprenden la dificultad, la abordan con resolución, poco a poco la vencen, con una inquebrantable constancia.
Antes de cualquier acto a distancia jamás se sabrá calcular suficientemente las consecuencias que tendrá lograr lo que se desea. Algunas de ellas son ineludibles y es conveniente estudiar si no harían pagar bastante caro la satisfacción que de ellas se logra; otras pueden ser evitadas a condición de especificar la intención en el plan general que ya conocemos.
Casi todos creamos energía psíquica suficiente para obtetener, por medio de los métodos expuestos en este libro, resultados positivos para todo el resto de nuestra existencia. Cuanto más abundante es la producción, más fuerte es la tensión externizada. Tal tensión determina impulsos a los que ni siquiera se intenta resistir. Sin embargo, todas las obras análogas a la mía indican prolijamente que ceder al impulso es dejar que se disipe la energía psíquica.
Es una bendición que los sujetos exaltados derrochen en manifestaciones externas genéricamente inofensivas el Tortísimo dinamismo nacido de su cólera. Si supieran abstenerse de voriferar, de manotear sobre la mesa y de romper objetos, podrían llevar a efecto perjudiciales estragos. El vigor propulsivo de la mente, el ardor pasional y las violencias del alma constituyen positivos cetros a condición de tomar la iniciativa de su maniobra.
3 Advertencias
Dominar la espontaneidad es dominar el destino. Los que dirijen el mundo son sujetos que han sabido apropiarse de una tremenda impulsividad innata y así la han cambiado en vigor dominador y realizador. Que no se me haga decir que basta con dominarse para dirijir el mundo. Antagónicamente, he de indicar que la principal condición para llegar a ser una persona eminente es el tener una animación innata extraordinaria. Pero sobre un sujeto capaz de dominarse desde el triple punto de vista sensorial, emocional e imaginativo, el Destino tiene menor acción que sobre los otros. El sujeto que llega a saber dirijir sus pensamientos, se libra fácilmente de casi toda influencia, incluso colectiva. Cada quien puede conquistar su libertad por la instauración de una sólida autarquía interna, contraria de las enseñanzas liberales.
Si bien no es factible cambiar radicalmente los elementos psíquicos y psicológicos de que hereditariamente estamos dotados, metódicamente podemos obtener un máximo de útiles servicios. Asi, practicando correctamente de acuerdo con las propias fuerzas, se las aumenta v se las ductiliza.
TELEPSIQUIA Y COMUNIDAD
LA TELEPSIQUIA INDIVIDUAL Y EN LA COLECTIVIDAD
1, El agente telepsíquico en la trama del destino. La competición universal. La codicia de los efectos. El acto externo de las disposiciones habituales del hombre. Las aptitudes con avidez y la avidez con aptitudes. — 2. La telepsiquia y las finanzas. Dilección y energía apetente. Muros invisibles. Choques colectivos de las voluntades. — 3. El psiquismo y la materia social. — 4. Lucidez y optimismo. La aprensión inútil y la aprensión eficaz. — 5. Dictadura y adulación. Los caracteres dictatoriales y su empresa. — 6. El amor y la telepsiquia. — 7. Pasiones y sentimientos. Conclusión.
1
El agente telepsíquico en la trama del destino. -Como ya lo he declarado al principio de esta obra, el influjo psíquico es una subsecuencia inevitable de la actividad afectivay mental. Desde que se experimenta emoción, desde que se cesea, desde que se piensa, se iridian vibraciones que, ¿renovadas durante días, meses, años, contribuyen notoriamente a determinar muchas circunstancias. Las pasadas repercuten en el presente; las presentes repercutirán en el futuro. Algunas consideraciones precisarán lo que decimos.
Un colectivo se agita y se desvía. Cada uno de los sujetos desempeña una plaza, codicia con más o menos vigor y aptitudes aquello que sus predisposiciones le hacen considera:
como superiormente deseable. El sabio que busca el invento que hará de él un hombre famoso, el financiero que trata de conseguir aprovechables intereses, el político impaciente por ocupar el primer lugar del'Estado, el aspirante a quien irritan susrivales, el escritor que desea lograr laureles, en todos ellos es genérica la competencia. Lo que alguien persigue, también otros lo desean. Pero si las calificaciones, la actividad, los apoyos de cada competidor son otros tantos puntos en su juego, su pasión codiciosa es otro triunfo, y de importancia. El poder de este último aclara muchos éxitos y bastantes derrotas incomprensibles sin él.
En igualdad de saber, de habilidad, de trabajo y de proyecciones, tendrá siempre más ventajas la personalidad que tenga mayores ambiciones. Es'ta fuerza de deseo suple casi siempre, en amplia medida, las insuficiencias del valor intrínseco, con tal que se sepa controlar sus excesivos impulsos. Positivamente, es la misma y frenética codicia la que mueve a loa más hábiles abductores de oro y a los más osados piratas. En unos el sutil juicio guía el esfuerzo por entre los escollos; en otros se pierde el causalismo deficiente a través de las locas sugestiones de la efervescencia interna. Pero la misma energía impulsa a unos y otros en sus respectivos logros. Los que la rigen y la emiten en imágenes bien creadas, identifican sus efectos a sus intenciones; los que la sufren, imagínansela inoportuna, y sus resultados, siempre precarios, se mixtifican, de inseguridad.
En verdad, vale más carecer del impulso motor si el timón, frágil, falseado, no logra impedir que el buque se estrelle contra los arrecifes; pero también es cierto que la avidez, mucho más que el mérito, es la que se apropia de lo que quiere y lo obtiene.
Aparte de su estimulante, la convicción del poder, la que se tiene derecho, la de estar bien preparado influyen sobre todas las personas de quienes depende aquello a que se desea. Al revés, todas las restricciones que se conciben, que se admiten sobre el propio valer, repercuten en la percepción de otro.
Es por eso qué los modestos, los que preocupados por lo justo, los razonables antes que todo, no reciben tan siquiera la cuarta parte de lo que percibirían, a igualdad de condiciones, si sintieranmás apasionadamente — iba a decir ciegamente — el deseode lo que la injusticia de los hombres les niega.
Ese conjunto de sujetos elegidos, cultivados, laboriosos, mediocres, de los que el intelecto se desperdicia en los minuciosostrabajos de donde surge el avance de las ciencias, recibe en pago de sus esfuerzos una remuneración bien pobre. Puede decirse también que en el presupuesto nacional, la competencia se cotiza menos que la destreza, y es porque se trata de hombres cuyo vigor psíquico fue absorbido por una amplia cultura y en los cuales la facultad de obtención está desviada por las preocupaciones ideales.
Habrá quien diga que atribuyo a la acción telepsíquica el efecto de un exceso o de una falta de iniciativa reivindicadora. A lo que responderé que las más justas reivindicaciones obtienen sólo débiles éxitos porque la avidez de sus promotores no es intensiva.
2
La telepsiquia y las finanzas. — En la batalla de las finanzas, ¿quién es el que ve afluir las ofertas y demanda ventajosas? ¿Quién obtiene los concursos más satisfactorios? ¿Quién las ocasiones favorables? ¿El más activo? ¿El mejor calificado, profesionalmente hablando? De ningún modo. El elegido es siempre el que con más ardor o con más perseverancia evoca la riqueza o la supremacía. A éste se le ocurre ideas que los otros nunca sospecharán, y esto podría explicarse por los recursos internos de su psiquismo. Consigue también colaboradores industriales, técnicos diestros, proveedores formales, clientes de importancia. Que se atribuye el mérito a su labor puede aún sostenerse, sabiendo también que entre sus competidores hay personas inteligentes y activas que fracasan.
Pero todas esas valiosas casualidades que hacen decir de alguien: ¿notiene suerte», «Consigue éxitos como arte de magia», ¿no bastarían para comprobar mi tesis? Acaso se me objetará que todo el mundo desea tener éxito. Claro, pero no todos con el mismo ardor, con igual tenacidad psíquica. Todo el mundo siente hambre, pero entre el intermitente bosquejo de apetito del dispéptico y el vigoroso deseo de comer de un saludable mocetón, ¡qué diferencia!
Positivamente no faltan en ningún país latino — ni en otros que no lo son — seres tan delicadamente dotados para apreciar todas las posibilidades de la riqueza, que puede preguntarse cómo es que sus vibraciones psíquicas no imantan aquello que llenaría sus gustes. Pera dilección y ardor continuo del deseo son dos situaciones de ánimo muy distintas. Ideológicamente, deseamos gustosos todo lo que es agradable. No experimentamos la fuerza ese vehemente, vigoroso y tan continuo deseo que atrae, conquista y posee. Y si se piensa en la formidable cantidad de seres humanos lanzados al asalto de lo poco que la Tierra puede proporcionar, se da uno cuenta del atletismo anímico indispensable para lograr las grandes victorias. Por otra parte, poseer no es conservar. El heredero a quien las circunstancias han beneficiado con bienes considerables, viene a ser el centro de una continua conspiración donde figuran multiplicadas codicias que rodean la fortuna. No actúan solamente por las vías materiales. Sugieren invisiblemente la imprudencia, el error, el exceso, el vicio. Y su «te mental se acrecienta con las envidias, los celos, las animosidades que levanta toda riqueza. ¡Qué terrible cadena! ¡Y qué circunspecta y tremenda defensiva le precisa al rico! Si no ha recibido, con la herencia, una organización psíquica a medida de su importancia adquirida, pronto se verá despojado.
La aristocracia rusa, que tenía menos almas que vientres, dormía más que actuaba y consumía más bebidas alcohólicas que ideas, ha tenido que sufrir la ley de una docena de intelectuales apasionados. A la monarquía le fue sustraída la iniciativa al momento que dejó de pensar y de querer. Y si la burguesía actual, detentadora de los privilegios, se mantiene aún en vigor pese a sus imprudencias electorales, es porque tiene una suma de activos psiquismos mayor que el que reúnen sus contrarios. Que el total de los ardores realistas exceda alguna vez la de los partidarios a la república y ésta perecerá.
3
El psiquismo y la materia social. — La suerte del proletariado va mejorando pausadamente desde que terminado de considerar como socialmente necesarios los abusos con él cometidos. Todo iría más rápido si pensara en sus derechos con más ardor y cordinadamente. A causa de sus insuficiencias psíquicas, las democracias viven todavía bajo un yugo casi dictatorial. Incapaces de crear en imágenes exactas el orden deseable, incesantemente se dejan prender en el irrisorio engaño de la boleta de elección.
Todo cambiaría si la gente no se dejara llevar por una excesiva sumisión, sobre todo constituida de indolencia y la indifenrencia, entre dos guerras, entre dos sesiones legislativas, entre dos asambleas. Habría un cambio total si cada quien formulara internamente, pero de una manera inflexible, tres sugestiones bien completas: posibilidad de consumo proporcionalmente exacta a la importancia de la producción, organización castrense de los países substraída a los arbitros nacionales y confiada en cada Continente a un Colegio Internacional, y exigencia de una directa intervención de los electores para todo uso de los fondos públicos. Esta concentración espiritual actuaría con el mayor orden, porque la efervescencia impresiona directamente a aquellos que son objeto de ella. La irritación callada influye intensa y decisivamente: por otra parte es incoercible. Antagónicamente, las vociferaciones y las revueltas tumultuarias no conducen nunca a reformas superficiales y transitorias.
4
Lucidez y optimismo.—Los disgustos, los rencores y los odios no confesados pero vivaces —ya sean genéricos, ya sean individuales — operan verdaderos hechizos. Su paroxismo, la cólera, fulgura, truena y hiere, como el rayo. Cuando ha sido vigorosamente concentrada y largamente acumulada, la violencia desorganiza, deja estupefacto y mata.
No hay quien pueda envanecerse de ser inmune contra la permanente repercusión de las posibles rivalidades y antagonismos. Para defenderse, no es suficiente ignorarlas ni retarlas, más bien hay que densificar sus resistencias. ¿No se ha dicho que el que se envanece de su felicidad no ve a su puerta la inminente desgracia? A decir verdad, el optimismo no es protector sino espectador: de una posible adversidad y listo a reaccionar. Si ese optimismo presenta a veces el aspecto de una indolente suficiencia, es porque no se ve cuánto tiene de circunspecta combatividad. Y como ningún ser está exento de riesgos y cuanto más nítidamente se prevé mejor se evita, detiene o ataca, la vigilancia es metódica incluso fuera de toda consideración telepsíquica; pero, para el partidario de nuestras doctrinas, tiene Ja significación de un paladio, por de por si eficaz, ya que el considerar y el temer suscitan ideas defensivas, esto es, la facultad de rechazar el peligro.
Si es demasiado molesto sentirse abocado al fracaso o a alguna desgracia, conviene detener la noción de su posibilidad v conjurar ésta sin fatiga mediante una seria prohibición. Liegar al conocimiento de alguna cosa con la concepción de que no se puede evitar, equivale a aceptarla y, frecuentemente, a llamarla; en contra la aprensión suscitadora de una voluntad inperativa de separar el objeto es una defensa seria. £1 miedo, que a bastantes paraliza, a otros los alienta.
5
Dictadura y adulación. — Conocido es que los sujetos voluntariosos cuya mente, de ordinario dictatorial, engendra el servilismo, consiguen impresionar desde el primer momento a la mayoría de los que a ellos se acercan. Y puede verse también que esas naturalezas de sátrapas obtienen las mis asombrosas sumisiones. Una mentalidad de señor feudal improvisa siempre siervos. Una mentalidad aduladora atrae siempre su cabestro. También se ve cómo extraordinarias abnegaciones se desperdician en favor de sujetos perfectamente implacables, y exactamente porque lo son.
La característica de los fuertes psiquismos — no a los sutiles, no a los equitativos— es que están saturados de sí mismos y sobre todo de su punto cíe vista. Al discutir con ellos os desaniman a mantener vuestro parecer, porqué os dais cuenta muy bien lo desigual del enfrentamiento. Uno se dice: «He aquí un hombre, o una mujer, de carácter» y aunque con !a razón, se cede a su opinión. A tal fenómeno lo denomino una empresa telepsíquica y hago notar que tiene lugar, incluso si las relaciones son alejadas o los interesados no se han visto nunca.
Tales poderosos egotismos se pierden con frecuencia por su misma facilidad volitiva, que les incita más a exigir que a meditar. La potencia propulsiva de sus ideas es admirable, pero susimágenes mentales son insuficientemente deliberadas y, por lotanto inexactas. Obtienen mucho, pero nunca lo que les hubiera convenido precisamente. Por otra parte, un aspecto externo impresionante, una palabra clara, un imponente cortejo pierden rápidamente su prestigio si tras la fachada se oculta una moral benigna, apática o tímida. Conforme las reglas religiosas, actuar es, a lo que parece, rogar, cuando la tarea se efectúa de acuerdo a un ideal espiritual. Desde el punto de vista que nos ocupa, si el trabajo da lugar a una emisión psíquica condensada, ésta concurre vigorosamente a asegurar al trabajador lo que de su industria confía obtener. A veces sucede que de una empresa se espera un beneficio que a ella no proporcionará, pero de la cual el equivalente fracasa a causa de algún imprevisto, al parecer circunstancial. Amor y telepsiquia. — Intimamente ligada a todas las relaciones humanas, el influjo telepsíquico se manifiesta poderosamente en el amor. Los tres ardientes amantes Antinoo, Apolo y Hércules, aunque de muy diferente ardor amoroso, triunfan con. facilidad de otros enamorados puede, que más hermosos, con esa belleza que según un poeta, eclipsa a sus rivales como el Sol disipa las nubes. Bajo el anestésico efluvio del deseo masculino, las defensas femeninas flaquean y se abandona con frecuencia sin gran dilección, y a veces a despecho de precisas repugnancias.
Por otro lado, el grado de atracción de una mujer depende manifiestamente de factores imponderables que se distinguen tanto más cuanto que a menudo excluyen la belleza, la gracia y la distinción.
La afinidad amorosa escapa en su mayoría al examen puramente psicológico porque su explicación reside por completo en el exacto complementarismo de dos emisiones y de dos percipiencias psíquicas, del mismo modo que su debilitamiento su fin preceden de una recíproca y fatal saturación. ¡En tanto el idilio dura, los transportes telepáticos espontáneos, las lúcidas intuiciones, las premoniciones clarividentes atestiguan frecuntemente la relación entre los dos interesados. Y cuando llegan de parte de uno de ellos los primeros alejamientos, imaginarios o vividos, esos alejamientos extraen invisiblemente de las fibras del otro una dolorosa disonancia precursora de próxima ruptura.
7
La pasión y el sentimiento. — Si la pasión se separa de si misma bajo la acción corrosiva del tiempo, los sentimientos, al revés, ganan en influencia cuanto más duran. Teratológicamente es raro que la indiferencia resista demasiado tiempo al amor y que la antipatía no ceda algún día a la bondad. En todo caso, la benevolencia indulgente e inofensiva, en armonía con el psiquismo individual a las vibraciones de idéntica nattiraleza., constituye situaciones preciosamente abductoras. Sin embargo hay que tomar en cuenta que tal deseo, avidez o pasión sesatisfacen con sus complementos, caracterizados siempre por una pasividad moral cualquiera. Así, la debilidad sucita todos los abusos, en tanto que la firmeza los inhibe. Por eso la ingratitud es segura para las almas que son exesivamente benévolas.
De lo anterior podemos deducir algunas directrices prácticas cuya observancia equivale a usar continuamente, y sin emisiones especiales, la propiedad teleinfluyente de la mente.
Si todas nuestras actividades tienen una resonancia externa, es evidente que para recoger de ésta los efectos deseados es preciso aprender a dominar las propias impresiones, emociones, sentimientos e imaginación. Dominar se entiende aquí en una duple acepción cuantitativa y cualitativa, y tanto en el sentido de exaltar como en el de moderar.
Se logra llegar a sel el dueño del propio psiquismopor medio de un continuo esfuerzo, apoyado en una serie de preceptos que ya he definido en mi libro El poder de la Voluntad, los cuales no trataré aquí. De esos preceptos, que muchos especialistas han vulgarizado antes que yo, no se entiende generalmente toda su importante finalidad. Guiarla propiamente implica, sin embargo, la posibilidad de un máximo de acción sobre todo cuanto nos concierne. Sin hablar de esa serenidad interna que por sí sola asegura la posesión del propio yo, el sujeto más vulgar, desde que ha adquirido el hábito de liberar la orientación de su mente y mantener la convergencia, externiza una cantidad considerable de vibraciones auxiliares de su voluntad que afectan benéficamente a todos aquellos que tienen una relación cualquiera con lo que él desea. Se capacita para precisar en imágenes cuidadosamente creadas el conjunto y los pormenores de sus proyectos. Su energía psíquica, concentrada por efecto de los preceptos en cuestión, surge de ella misma vigorosamente a través de las imágenes que forma. Opera así un acto telepsíquico generalizado de donde se sigue esa imantación conocida con el nombre de «magnetismo personal». Determinadas personas — a quienes todo les resulta bien — la poseen inconscientemente gracias a felices disposiciones naturales, pero los más desheredados a tal respecto pueden lograrla actuando de acuerdo con un plan y con medida.
1, El agente telepsíquico en la trama del destino. La competición universal. La codicia de los efectos. El acto externo de las disposiciones habituales del hombre. Las aptitudes con avidez y la avidez con aptitudes. — 2. La telepsiquia y las finanzas. Dilección y energía apetente. Muros invisibles. Choques colectivos de las voluntades. — 3. El psiquismo y la materia social. — 4. Lucidez y optimismo. La aprensión inútil y la aprensión eficaz. — 5. Dictadura y adulación. Los caracteres dictatoriales y su empresa. — 6. El amor y la telepsiquia. — 7. Pasiones y sentimientos. Conclusión.
1
El agente telepsíquico en la trama del destino. -Como ya lo he declarado al principio de esta obra, el influjo psíquico es una subsecuencia inevitable de la actividad afectivay mental. Desde que se experimenta emoción, desde que se cesea, desde que se piensa, se iridian vibraciones que, ¿renovadas durante días, meses, años, contribuyen notoriamente a determinar muchas circunstancias. Las pasadas repercuten en el presente; las presentes repercutirán en el futuro. Algunas consideraciones precisarán lo que decimos.
Un colectivo se agita y se desvía. Cada uno de los sujetos desempeña una plaza, codicia con más o menos vigor y aptitudes aquello que sus predisposiciones le hacen considera:
como superiormente deseable. El sabio que busca el invento que hará de él un hombre famoso, el financiero que trata de conseguir aprovechables intereses, el político impaciente por ocupar el primer lugar del'Estado, el aspirante a quien irritan susrivales, el escritor que desea lograr laureles, en todos ellos es genérica la competencia. Lo que alguien persigue, también otros lo desean. Pero si las calificaciones, la actividad, los apoyos de cada competidor son otros tantos puntos en su juego, su pasión codiciosa es otro triunfo, y de importancia. El poder de este último aclara muchos éxitos y bastantes derrotas incomprensibles sin él.
En igualdad de saber, de habilidad, de trabajo y de proyecciones, tendrá siempre más ventajas la personalidad que tenga mayores ambiciones. Es'ta fuerza de deseo suple casi siempre, en amplia medida, las insuficiencias del valor intrínseco, con tal que se sepa controlar sus excesivos impulsos. Positivamente, es la misma y frenética codicia la que mueve a loa más hábiles abductores de oro y a los más osados piratas. En unos el sutil juicio guía el esfuerzo por entre los escollos; en otros se pierde el causalismo deficiente a través de las locas sugestiones de la efervescencia interna. Pero la misma energía impulsa a unos y otros en sus respectivos logros. Los que la rigen y la emiten en imágenes bien creadas, identifican sus efectos a sus intenciones; los que la sufren, imagínansela inoportuna, y sus resultados, siempre precarios, se mixtifican, de inseguridad.
En verdad, vale más carecer del impulso motor si el timón, frágil, falseado, no logra impedir que el buque se estrelle contra los arrecifes; pero también es cierto que la avidez, mucho más que el mérito, es la que se apropia de lo que quiere y lo obtiene.
Aparte de su estimulante, la convicción del poder, la que se tiene derecho, la de estar bien preparado influyen sobre todas las personas de quienes depende aquello a que se desea. Al revés, todas las restricciones que se conciben, que se admiten sobre el propio valer, repercuten en la percepción de otro.
Es por eso qué los modestos, los que preocupados por lo justo, los razonables antes que todo, no reciben tan siquiera la cuarta parte de lo que percibirían, a igualdad de condiciones, si sintieranmás apasionadamente — iba a decir ciegamente — el deseode lo que la injusticia de los hombres les niega.
Ese conjunto de sujetos elegidos, cultivados, laboriosos, mediocres, de los que el intelecto se desperdicia en los minuciosostrabajos de donde surge el avance de las ciencias, recibe en pago de sus esfuerzos una remuneración bien pobre. Puede decirse también que en el presupuesto nacional, la competencia se cotiza menos que la destreza, y es porque se trata de hombres cuyo vigor psíquico fue absorbido por una amplia cultura y en los cuales la facultad de obtención está desviada por las preocupaciones ideales.
Habrá quien diga que atribuyo a la acción telepsíquica el efecto de un exceso o de una falta de iniciativa reivindicadora. A lo que responderé que las más justas reivindicaciones obtienen sólo débiles éxitos porque la avidez de sus promotores no es intensiva.
2
La telepsiquia y las finanzas. — En la batalla de las finanzas, ¿quién es el que ve afluir las ofertas y demanda ventajosas? ¿Quién obtiene los concursos más satisfactorios? ¿Quién las ocasiones favorables? ¿El más activo? ¿El mejor calificado, profesionalmente hablando? De ningún modo. El elegido es siempre el que con más ardor o con más perseverancia evoca la riqueza o la supremacía. A éste se le ocurre ideas que los otros nunca sospecharán, y esto podría explicarse por los recursos internos de su psiquismo. Consigue también colaboradores industriales, técnicos diestros, proveedores formales, clientes de importancia. Que se atribuye el mérito a su labor puede aún sostenerse, sabiendo también que entre sus competidores hay personas inteligentes y activas que fracasan.
Pero todas esas valiosas casualidades que hacen decir de alguien: ¿notiene suerte», «Consigue éxitos como arte de magia», ¿no bastarían para comprobar mi tesis? Acaso se me objetará que todo el mundo desea tener éxito. Claro, pero no todos con el mismo ardor, con igual tenacidad psíquica. Todo el mundo siente hambre, pero entre el intermitente bosquejo de apetito del dispéptico y el vigoroso deseo de comer de un saludable mocetón, ¡qué diferencia!
Positivamente no faltan en ningún país latino — ni en otros que no lo son — seres tan delicadamente dotados para apreciar todas las posibilidades de la riqueza, que puede preguntarse cómo es que sus vibraciones psíquicas no imantan aquello que llenaría sus gustes. Pera dilección y ardor continuo del deseo son dos situaciones de ánimo muy distintas. Ideológicamente, deseamos gustosos todo lo que es agradable. No experimentamos la fuerza ese vehemente, vigoroso y tan continuo deseo que atrae, conquista y posee. Y si se piensa en la formidable cantidad de seres humanos lanzados al asalto de lo poco que la Tierra puede proporcionar, se da uno cuenta del atletismo anímico indispensable para lograr las grandes victorias. Por otra parte, poseer no es conservar. El heredero a quien las circunstancias han beneficiado con bienes considerables, viene a ser el centro de una continua conspiración donde figuran multiplicadas codicias que rodean la fortuna. No actúan solamente por las vías materiales. Sugieren invisiblemente la imprudencia, el error, el exceso, el vicio. Y su «te mental se acrecienta con las envidias, los celos, las animosidades que levanta toda riqueza. ¡Qué terrible cadena! ¡Y qué circunspecta y tremenda defensiva le precisa al rico! Si no ha recibido, con la herencia, una organización psíquica a medida de su importancia adquirida, pronto se verá despojado.
La aristocracia rusa, que tenía menos almas que vientres, dormía más que actuaba y consumía más bebidas alcohólicas que ideas, ha tenido que sufrir la ley de una docena de intelectuales apasionados. A la monarquía le fue sustraída la iniciativa al momento que dejó de pensar y de querer. Y si la burguesía actual, detentadora de los privilegios, se mantiene aún en vigor pese a sus imprudencias electorales, es porque tiene una suma de activos psiquismos mayor que el que reúnen sus contrarios. Que el total de los ardores realistas exceda alguna vez la de los partidarios a la república y ésta perecerá.
3
El psiquismo y la materia social. — La suerte del proletariado va mejorando pausadamente desde que terminado de considerar como socialmente necesarios los abusos con él cometidos. Todo iría más rápido si pensara en sus derechos con más ardor y cordinadamente. A causa de sus insuficiencias psíquicas, las democracias viven todavía bajo un yugo casi dictatorial. Incapaces de crear en imágenes exactas el orden deseable, incesantemente se dejan prender en el irrisorio engaño de la boleta de elección.
Todo cambiaría si la gente no se dejara llevar por una excesiva sumisión, sobre todo constituida de indolencia y la indifenrencia, entre dos guerras, entre dos sesiones legislativas, entre dos asambleas. Habría un cambio total si cada quien formulara internamente, pero de una manera inflexible, tres sugestiones bien completas: posibilidad de consumo proporcionalmente exacta a la importancia de la producción, organización castrense de los países substraída a los arbitros nacionales y confiada en cada Continente a un Colegio Internacional, y exigencia de una directa intervención de los electores para todo uso de los fondos públicos. Esta concentración espiritual actuaría con el mayor orden, porque la efervescencia impresiona directamente a aquellos que son objeto de ella. La irritación callada influye intensa y decisivamente: por otra parte es incoercible. Antagónicamente, las vociferaciones y las revueltas tumultuarias no conducen nunca a reformas superficiales y transitorias.
4
Lucidez y optimismo.—Los disgustos, los rencores y los odios no confesados pero vivaces —ya sean genéricos, ya sean individuales — operan verdaderos hechizos. Su paroxismo, la cólera, fulgura, truena y hiere, como el rayo. Cuando ha sido vigorosamente concentrada y largamente acumulada, la violencia desorganiza, deja estupefacto y mata.
No hay quien pueda envanecerse de ser inmune contra la permanente repercusión de las posibles rivalidades y antagonismos. Para defenderse, no es suficiente ignorarlas ni retarlas, más bien hay que densificar sus resistencias. ¿No se ha dicho que el que se envanece de su felicidad no ve a su puerta la inminente desgracia? A decir verdad, el optimismo no es protector sino espectador: de una posible adversidad y listo a reaccionar. Si ese optimismo presenta a veces el aspecto de una indolente suficiencia, es porque no se ve cuánto tiene de circunspecta combatividad. Y como ningún ser está exento de riesgos y cuanto más nítidamente se prevé mejor se evita, detiene o ataca, la vigilancia es metódica incluso fuera de toda consideración telepsíquica; pero, para el partidario de nuestras doctrinas, tiene Ja significación de un paladio, por de por si eficaz, ya que el considerar y el temer suscitan ideas defensivas, esto es, la facultad de rechazar el peligro.
Si es demasiado molesto sentirse abocado al fracaso o a alguna desgracia, conviene detener la noción de su posibilidad v conjurar ésta sin fatiga mediante una seria prohibición. Liegar al conocimiento de alguna cosa con la concepción de que no se puede evitar, equivale a aceptarla y, frecuentemente, a llamarla; en contra la aprensión suscitadora de una voluntad inperativa de separar el objeto es una defensa seria. £1 miedo, que a bastantes paraliza, a otros los alienta.
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Dictadura y adulación. — Conocido es que los sujetos voluntariosos cuya mente, de ordinario dictatorial, engendra el servilismo, consiguen impresionar desde el primer momento a la mayoría de los que a ellos se acercan. Y puede verse también que esas naturalezas de sátrapas obtienen las mis asombrosas sumisiones. Una mentalidad de señor feudal improvisa siempre siervos. Una mentalidad aduladora atrae siempre su cabestro. También se ve cómo extraordinarias abnegaciones se desperdician en favor de sujetos perfectamente implacables, y exactamente porque lo son.
La característica de los fuertes psiquismos — no a los sutiles, no a los equitativos— es que están saturados de sí mismos y sobre todo de su punto cíe vista. Al discutir con ellos os desaniman a mantener vuestro parecer, porqué os dais cuenta muy bien lo desigual del enfrentamiento. Uno se dice: «He aquí un hombre, o una mujer, de carácter» y aunque con !a razón, se cede a su opinión. A tal fenómeno lo denomino una empresa telepsíquica y hago notar que tiene lugar, incluso si las relaciones son alejadas o los interesados no se han visto nunca.
Tales poderosos egotismos se pierden con frecuencia por su misma facilidad volitiva, que les incita más a exigir que a meditar. La potencia propulsiva de sus ideas es admirable, pero susimágenes mentales son insuficientemente deliberadas y, por lotanto inexactas. Obtienen mucho, pero nunca lo que les hubiera convenido precisamente. Por otra parte, un aspecto externo impresionante, una palabra clara, un imponente cortejo pierden rápidamente su prestigio si tras la fachada se oculta una moral benigna, apática o tímida. Conforme las reglas religiosas, actuar es, a lo que parece, rogar, cuando la tarea se efectúa de acuerdo a un ideal espiritual. Desde el punto de vista que nos ocupa, si el trabajo da lugar a una emisión psíquica condensada, ésta concurre vigorosamente a asegurar al trabajador lo que de su industria confía obtener. A veces sucede que de una empresa se espera un beneficio que a ella no proporcionará, pero de la cual el equivalente fracasa a causa de algún imprevisto, al parecer circunstancial. Amor y telepsiquia. — Intimamente ligada a todas las relaciones humanas, el influjo telepsíquico se manifiesta poderosamente en el amor. Los tres ardientes amantes Antinoo, Apolo y Hércules, aunque de muy diferente ardor amoroso, triunfan con. facilidad de otros enamorados puede, que más hermosos, con esa belleza que según un poeta, eclipsa a sus rivales como el Sol disipa las nubes. Bajo el anestésico efluvio del deseo masculino, las defensas femeninas flaquean y se abandona con frecuencia sin gran dilección, y a veces a despecho de precisas repugnancias.
Por otro lado, el grado de atracción de una mujer depende manifiestamente de factores imponderables que se distinguen tanto más cuanto que a menudo excluyen la belleza, la gracia y la distinción.
La afinidad amorosa escapa en su mayoría al examen puramente psicológico porque su explicación reside por completo en el exacto complementarismo de dos emisiones y de dos percipiencias psíquicas, del mismo modo que su debilitamiento su fin preceden de una recíproca y fatal saturación. ¡En tanto el idilio dura, los transportes telepáticos espontáneos, las lúcidas intuiciones, las premoniciones clarividentes atestiguan frecuntemente la relación entre los dos interesados. Y cuando llegan de parte de uno de ellos los primeros alejamientos, imaginarios o vividos, esos alejamientos extraen invisiblemente de las fibras del otro una dolorosa disonancia precursora de próxima ruptura.
7
La pasión y el sentimiento. — Si la pasión se separa de si misma bajo la acción corrosiva del tiempo, los sentimientos, al revés, ganan en influencia cuanto más duran. Teratológicamente es raro que la indiferencia resista demasiado tiempo al amor y que la antipatía no ceda algún día a la bondad. En todo caso, la benevolencia indulgente e inofensiva, en armonía con el psiquismo individual a las vibraciones de idéntica nattiraleza., constituye situaciones preciosamente abductoras. Sin embargo hay que tomar en cuenta que tal deseo, avidez o pasión sesatisfacen con sus complementos, caracterizados siempre por una pasividad moral cualquiera. Así, la debilidad sucita todos los abusos, en tanto que la firmeza los inhibe. Por eso la ingratitud es segura para las almas que son exesivamente benévolas.
De lo anterior podemos deducir algunas directrices prácticas cuya observancia equivale a usar continuamente, y sin emisiones especiales, la propiedad teleinfluyente de la mente.
Si todas nuestras actividades tienen una resonancia externa, es evidente que para recoger de ésta los efectos deseados es preciso aprender a dominar las propias impresiones, emociones, sentimientos e imaginación. Dominar se entiende aquí en una duple acepción cuantitativa y cualitativa, y tanto en el sentido de exaltar como en el de moderar.
Se logra llegar a sel el dueño del propio psiquismopor medio de un continuo esfuerzo, apoyado en una serie de preceptos que ya he definido en mi libro El poder de la Voluntad, los cuales no trataré aquí. De esos preceptos, que muchos especialistas han vulgarizado antes que yo, no se entiende generalmente toda su importante finalidad. Guiarla propiamente implica, sin embargo, la posibilidad de un máximo de acción sobre todo cuanto nos concierne. Sin hablar de esa serenidad interna que por sí sola asegura la posesión del propio yo, el sujeto más vulgar, desde que ha adquirido el hábito de liberar la orientación de su mente y mantener la convergencia, externiza una cantidad considerable de vibraciones auxiliares de su voluntad que afectan benéficamente a todos aquellos que tienen una relación cualquiera con lo que él desea. Se capacita para precisar en imágenes cuidadosamente creadas el conjunto y los pormenores de sus proyectos. Su energía psíquica, concentrada por efecto de los preceptos en cuestión, surge de ella misma vigorosamente a través de las imágenes que forma. Opera así un acto telepsíquico generalizado de donde se sigue esa imantación conocida con el nombre de «magnetismo personal». Determinadas personas — a quienes todo les resulta bien — la poseen inconscientemente gracias a felices disposiciones naturales, pero los más desheredados a tal respecto pueden lograrla actuando de acuerdo con un plan y con medida.
EXTENDIMIENTO
EXTENDIMIENTO
Sucesos. — 2. Teorías. Duplicidad. — 3. Teorías. Formas -mentales. — 4. Experiencia y adaptación.
Sucesos. — Extenderse o, en otros términos, ser visto y oido auna distancia importante del propio cuerpo, ver y oír loque sucede a lo lejos, constituye la más distante de las manifestaciones telepsiquicas.
Históricamente se atestiguan numerosos ejemplos de extendimiento. Actualmente abundan las observaciones. Para convencerse de ello basta con leer los procesos orales de la sociedad de Investigaciones Psíquicas, de Londres, o las obras de Gurney, Myers, Podmore, Maxwell y Boirac referidas en el capitulo I. Ahí se hallará la analogía de un gran número de fenomenos libres. Aquí vamos a ver cómo sacamos partido deliberadamente de tal posibilidad. Una predisposición específica es lo único que permite lograr el extendimiento integral; pero si la intención sostenida de influir sobre la mente de otro es bastante suficiente para que se irradie eficazmente su actividad mental, una parecida concentración espiritual determina casi siempre parcialmente la proyección de extendimiento.
2
Teorías: Duplicidad. — Si la ciencia actual apenas empieza a rozar — ¡y con qué circunspección! — el examen del fenómeno en cuestión, a través de las épocas se han transmitido textos que aseguran que en otros tiempos eran perfectamente conocidas y fácilmente aplicadas las leyes del extendimiento El ocultismo — vestigio de la sabiduría antigua — nos presenta al hombre constituido no sólo por un alma y un cuerpo, sino también por un tercer elemento intermedio entre una y otro. Es el doble o Ka de los sacerdotes egipcios, el Kama rupa de de los hindúes, el Nefesch de los caballistas, el Mediador plastico de los herméticos, mejor conocidos en nuestros días con el nombre de Cuerpo astral.
Precisamente informado acerca del modelo de la apariencia material, el cuerpo astral, formado de una substancia más sutil aún que la situación de los físicos, interpenetra el organismo tangible, del cual es, por otro lado, el constructor, el conservador y el animador.
A favor de esos adormecimientos semejantes a la muerte que saben provocar en sí mismos los que ejercitan la magia y que suelen obtener de sus sujetos los magnetizadores, el alma (la conciencia psicológica) se externa, arrastrada por el cuerpo astral y, dejando allí el cuerpo físico, al cual le tiene ligada un lazo fluídico extensible, encuentra abolido el espacio.
Amén de este último aspecto, son posibles y bastante frecuentes otros mil. Tales son las variadas formas de la metagnomia — nombre creado por Boirac, el difunto rector de la Universidad de Dijón, para nombrar la percepción de cosas y de seres situados fuera del alcance de los sentidos en el tiempo yen el espacio: una sonámbula activa, un clarividente, un suyetó dotado de deble vista es describen en, París un amigo residente en Marsella o un suceso próximo. Esto les es posible en virtud de un extendimiento parcial. Una persona herida de muerte o que acaba de morir se le aparece a su madre en Ultramar: Extendimiento provocado por la emoción. Bajo el efecto del cloroformo,un paciente se exterioriza y asiste a su operación: Igual fenómeno. En el curso del sueño natural, el sujeto sueña que visita la casa de su padre y ve iniciarse en ella el fuego. Al día siguiente sabe del siniestro efectivo, Luego se extendió y vio.
Casas frecuentadas, raptos y gran cantidad de fenómenos psíquicos se explican igualmente por la exteriorización del extendimiento. Pero para concebir la común frecuencia del extendimiento, es preciso leer de Gurney, Myers y Pondmre las alucinaciones telepáticas.
En la mayoría de los casos comprobados seriamente, el extendimiento no tiene conciencia del ser — y esto no debe sorprendernos — porque se trata comúnmente de una proyección del doble solo, durante la cual el alma, el elemento psíquico, la consciencia, permanece cerca del cuerpo físico,
Cuando sentados, con los músculos relajados, indolentemente, pensamos única y muy intensamente en un tercero, inconscientemente proyectamos nuestro doble hacia él. El interesado, difícil percibe esa presencia invisible, cuando menos como imagen de nosotros mismos. Y, sin embargo, nuestro doble actúa sobre suyo y le emite su movimiento ondulatorio, le trasmite el tono de vibraciones de que se encuentra animado lo cual suscita en él reflexiones que nos conciernen.
¿No habéis experimentado nunca la impresión de regreise de muy lejos en el instante en que cualquier intempestiva lla mada os restituía a la noción de la vida real cuando, sumido en vuestros pensamientos, os habéis liberado, por así decirlo al mundo exterior?
Entonces, como anteriormente, hay niveles, y si la bilocación total y consciente parece necesitar de especiales calificaciones, cada uno se desdobla libremente más o menos y cadaquién puede sacar partido de sea posibilidad tratando de ha cerlo concientemente.
TeorIas: formas-mentales. — Ya he informado en el capítulo II que todo ocurre como si, cubiertos por un invisible océano fluídico, nuestras almas se encontraran continuamente en mutua comunión. Dicho océano lo denomina el ocultismo plan astral y le atribuye un papel cosmológico de los más principales acerca del cual no haré extensión aquí.
Para nosotros lo que ofrece un inmediato interés es la propiedad, atribuida por los ocultistas a la substancia del plan astral, de acomodarse en formas bajo el efecto de nuestra actividad psíquica. Las formas mentales se esculpen de los cuerpos a semejanza de éstos. El eco de nuestras impresiones, de nuestras motivaciones, de nuestros sentimientos, crea agregados a los contornos y a los diferentes colores.
Esas creaciones están constantetmente dotadas de movimiento y hasta de semiconsciencia. Actúan como auxiliares de la mente de donde emanan. Querer obrar sobre un tercero, trasladándose con la mente allí donde aquél está, es, pues, proyectar una clase de fantasma, de doble, de alter ego, que trabajará lo incosciente del sujeto conforme a nuestras intencioncs. Por otro lado, las formas imaginadas formadas y transmitidas conforme a la técnica ya conocida, constituyen cuerpos astrales positivos que permanecen en el ambiente del sujeto y se manifiestan a veces hasta la obsesión. Se sabe cuan sugestivaes esta teoría y qué útiles inspiraciones se pueden lograr de ella.
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Experiencia y adaptación. — Entre los profesionales que han escrito acerca del extendí miento, varios han indicado, para lograr ese fenómeno, el uso de substancias perniciosas por sí mismas y cuyo efecto por lo demás, es incompleto. Positivamente, el opio, la heroína, el éter, la cocaína, el haxix y la mariguana provocan la extensión, 'pero retiran al experto toda influencia directriz del fenómeno — es decir, que no sabría como utilizarla —. Otros han preconizado un sistema menos inmediatamente peligroso, que aprovecha de la exteriorización inseparable del sueño natural. El inconveniente de este sistema es evidente: el candidato que no tenga continuamente el dominio de sí mismo, ya que la bilocación actúa en plena inconsciencia, se pene así en las perfectas condiciones para sufrir los influjos ambientes más restrictivos de su propia voluntad. Es hecho que he comprobado, algunos totalmente desequilibrados por los ensayos. Esa extensión constituye nada menos que una salida sobre un más allá misterioso, salida que es temerario franquear.
El método que voy a exponer difiere primordialmente de los anteriores, primero por ser completamente inofensivo, luego porque conduce a una exteriorización gradual durante cada una' de las fases, de la cual guarda el experto la integridad de su conciencia y de su facultad.
En otra obra expuse, y está en su lugar igualmente aquí:
A) Antes que nada, se trata de imponer al cuerpo físico una completa pasividad. Para ella la posición tendida es la más conveniente. La atención debe recorrer una a una cada fibra, afin de relajar, de distender naturalmente el conjunto del sis-temamuscular. Se logra así la más completa inmovilidad.
B) La laxitud locomotriz predispone a una perturbación de la actividad intelectual, cosa de la que rápidamente se da uno cuenta y que degenera simplemente en sueño natural profundo en aquellos cuyas energías psíquicas están insuficientemente concentradas. El ensayo se interrumpe por sí mismo si no se opera esa concentración de acuerdo con nuestras anteriores indicaciones.
C) El experto, movido aún por su automatismo, observa que continúa su agitación mental, y es entonces cuando acepta atenerse a la regularización de ésta. La clave de la práctica está constituida por el mantenimiento de la atención sin tensión volitiva de rarificar la formación de los pensamientos. Tal intención no podría lograr de momento, ni siquiera en un reducido número de sesiones, la suspensión del pensamiento.
Progresivamente, la calma sucede a la agitación y, todavía, el sueño atisba a los ensayistas benévolos. Pero después de varias semanas de continuadas tentativas, momentos cada vez más prolongados señalan un primer progreso. Luego, ese alto se prolonga mucho y pronto subsiste, turbado apenas por alguna vaga reacción. Finalmente se le obtiene uniforme. Es el aislamiento. En esta situación, la acuidad sensorial se halla considerablemente atenuada. Los ruidos externos se hacen indiferentes, así como las sensaciones visuales, olfactivas o táctiles. El experto se encuentra entonces en una disposición parecida a la de un sujeto de tal manera concentrado que ni oye lo que hablan. Y la exteriorización se bosqueja.
D) Se tiene nítidamente la impresión de no estar ya rígidamente integrado en los límites del cuerpo físico. Se siente uno como elevado, nivelado a sí mismo o a alguna distancia. La menor intención espontánea restablece la situación normal. No hay aprensión alguna, sino más bien un bienestar seminiriánico.
E) Alcanzado tales resultados, se es capaz de aislarse así en pocos minutos; a la primera intención de éxtasis intelectual, cambiada la de exteriorizarse cada vez más y se proseguirá el ensayo con calma, consagrando a él poco más o menos una hora diaria.
Conforme el caso, la evolución de las disposiciones bilocatarias seguirá un curso adecuado a las predisposiciones de cada quien. Así, unos empezarán a percibir el medio astral bajo la forma de una luz o de una sombra difusa en la que se bosquejarán lentamente formas, siluetas, imágenes (a); otros recorrerán con facilidad el trecho hiperfísico y los dobles de los seres vivos serán preceptibles (b) antes que el mismo plan astral.
F) Los expertos que observasen (a) obtendrían más rápidos resultados orientándose hacia la metagnomía. Son percipientes más bien que irradiantes. Los que observasen (b) sabrán que están mucho mejor dotados para actuar, para manifestarse, que para percibir las vibraciones emitidas por otros centros. Será pues en el acto a distancia donde destacarán con facilidad.
Tal como se ha visto, si se emprenden esos ejercicios sin tener las reservas energéticas que aseguran a la vez otro riesgo, se corroe más que el de disfrutar de un sueño reparador. Pero el mismo ejercicio habitúa lentamente al practicante y desarrolla formidablemente sus aptitudes. Con ensayos continuos y renovados, cada quien así a su objetivo.
Si en el acto telepsíquico a distancia se procede por un previo entendimiento, bastará recordar la imagen del sujeto y precisar bien la intención de juntarse a él, para obtener un feliz resultado. Y, entonces, el acto será más vigoroso, más rápido, aun exigiendo mucho menos esfuerzo que la sugestión mental común.
Sucesos. — 2. Teorías. Duplicidad. — 3. Teorías. Formas -mentales. — 4. Experiencia y adaptación.
Sucesos. — Extenderse o, en otros términos, ser visto y oido auna distancia importante del propio cuerpo, ver y oír loque sucede a lo lejos, constituye la más distante de las manifestaciones telepsiquicas.
Históricamente se atestiguan numerosos ejemplos de extendimiento. Actualmente abundan las observaciones. Para convencerse de ello basta con leer los procesos orales de la sociedad de Investigaciones Psíquicas, de Londres, o las obras de Gurney, Myers, Podmore, Maxwell y Boirac referidas en el capitulo I. Ahí se hallará la analogía de un gran número de fenomenos libres. Aquí vamos a ver cómo sacamos partido deliberadamente de tal posibilidad. Una predisposición específica es lo único que permite lograr el extendimiento integral; pero si la intención sostenida de influir sobre la mente de otro es bastante suficiente para que se irradie eficazmente su actividad mental, una parecida concentración espiritual determina casi siempre parcialmente la proyección de extendimiento.
2
Teorías: Duplicidad. — Si la ciencia actual apenas empieza a rozar — ¡y con qué circunspección! — el examen del fenómeno en cuestión, a través de las épocas se han transmitido textos que aseguran que en otros tiempos eran perfectamente conocidas y fácilmente aplicadas las leyes del extendimiento El ocultismo — vestigio de la sabiduría antigua — nos presenta al hombre constituido no sólo por un alma y un cuerpo, sino también por un tercer elemento intermedio entre una y otro. Es el doble o Ka de los sacerdotes egipcios, el Kama rupa de de los hindúes, el Nefesch de los caballistas, el Mediador plastico de los herméticos, mejor conocidos en nuestros días con el nombre de Cuerpo astral.
Precisamente informado acerca del modelo de la apariencia material, el cuerpo astral, formado de una substancia más sutil aún que la situación de los físicos, interpenetra el organismo tangible, del cual es, por otro lado, el constructor, el conservador y el animador.
A favor de esos adormecimientos semejantes a la muerte que saben provocar en sí mismos los que ejercitan la magia y que suelen obtener de sus sujetos los magnetizadores, el alma (la conciencia psicológica) se externa, arrastrada por el cuerpo astral y, dejando allí el cuerpo físico, al cual le tiene ligada un lazo fluídico extensible, encuentra abolido el espacio.
Amén de este último aspecto, son posibles y bastante frecuentes otros mil. Tales son las variadas formas de la metagnomia — nombre creado por Boirac, el difunto rector de la Universidad de Dijón, para nombrar la percepción de cosas y de seres situados fuera del alcance de los sentidos en el tiempo yen el espacio: una sonámbula activa, un clarividente, un suyetó dotado de deble vista es describen en, París un amigo residente en Marsella o un suceso próximo. Esto les es posible en virtud de un extendimiento parcial. Una persona herida de muerte o que acaba de morir se le aparece a su madre en Ultramar: Extendimiento provocado por la emoción. Bajo el efecto del cloroformo,un paciente se exterioriza y asiste a su operación: Igual fenómeno. En el curso del sueño natural, el sujeto sueña que visita la casa de su padre y ve iniciarse en ella el fuego. Al día siguiente sabe del siniestro efectivo, Luego se extendió y vio.
Casas frecuentadas, raptos y gran cantidad de fenómenos psíquicos se explican igualmente por la exteriorización del extendimiento. Pero para concebir la común frecuencia del extendimiento, es preciso leer de Gurney, Myers y Pondmre las alucinaciones telepáticas.
En la mayoría de los casos comprobados seriamente, el extendimiento no tiene conciencia del ser — y esto no debe sorprendernos — porque se trata comúnmente de una proyección del doble solo, durante la cual el alma, el elemento psíquico, la consciencia, permanece cerca del cuerpo físico,
Cuando sentados, con los músculos relajados, indolentemente, pensamos única y muy intensamente en un tercero, inconscientemente proyectamos nuestro doble hacia él. El interesado, difícil percibe esa presencia invisible, cuando menos como imagen de nosotros mismos. Y, sin embargo, nuestro doble actúa sobre suyo y le emite su movimiento ondulatorio, le trasmite el tono de vibraciones de que se encuentra animado lo cual suscita en él reflexiones que nos conciernen.
¿No habéis experimentado nunca la impresión de regreise de muy lejos en el instante en que cualquier intempestiva lla mada os restituía a la noción de la vida real cuando, sumido en vuestros pensamientos, os habéis liberado, por así decirlo al mundo exterior?
Entonces, como anteriormente, hay niveles, y si la bilocación total y consciente parece necesitar de especiales calificaciones, cada uno se desdobla libremente más o menos y cadaquién puede sacar partido de sea posibilidad tratando de ha cerlo concientemente.
TeorIas: formas-mentales. — Ya he informado en el capítulo II que todo ocurre como si, cubiertos por un invisible océano fluídico, nuestras almas se encontraran continuamente en mutua comunión. Dicho océano lo denomina el ocultismo plan astral y le atribuye un papel cosmológico de los más principales acerca del cual no haré extensión aquí.
Para nosotros lo que ofrece un inmediato interés es la propiedad, atribuida por los ocultistas a la substancia del plan astral, de acomodarse en formas bajo el efecto de nuestra actividad psíquica. Las formas mentales se esculpen de los cuerpos a semejanza de éstos. El eco de nuestras impresiones, de nuestras motivaciones, de nuestros sentimientos, crea agregados a los contornos y a los diferentes colores.
Esas creaciones están constantetmente dotadas de movimiento y hasta de semiconsciencia. Actúan como auxiliares de la mente de donde emanan. Querer obrar sobre un tercero, trasladándose con la mente allí donde aquél está, es, pues, proyectar una clase de fantasma, de doble, de alter ego, que trabajará lo incosciente del sujeto conforme a nuestras intencioncs. Por otro lado, las formas imaginadas formadas y transmitidas conforme a la técnica ya conocida, constituyen cuerpos astrales positivos que permanecen en el ambiente del sujeto y se manifiestan a veces hasta la obsesión. Se sabe cuan sugestivaes esta teoría y qué útiles inspiraciones se pueden lograr de ella.
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Experiencia y adaptación. — Entre los profesionales que han escrito acerca del extendí miento, varios han indicado, para lograr ese fenómeno, el uso de substancias perniciosas por sí mismas y cuyo efecto por lo demás, es incompleto. Positivamente, el opio, la heroína, el éter, la cocaína, el haxix y la mariguana provocan la extensión, 'pero retiran al experto toda influencia directriz del fenómeno — es decir, que no sabría como utilizarla —. Otros han preconizado un sistema menos inmediatamente peligroso, que aprovecha de la exteriorización inseparable del sueño natural. El inconveniente de este sistema es evidente: el candidato que no tenga continuamente el dominio de sí mismo, ya que la bilocación actúa en plena inconsciencia, se pene así en las perfectas condiciones para sufrir los influjos ambientes más restrictivos de su propia voluntad. Es hecho que he comprobado, algunos totalmente desequilibrados por los ensayos. Esa extensión constituye nada menos que una salida sobre un más allá misterioso, salida que es temerario franquear.
El método que voy a exponer difiere primordialmente de los anteriores, primero por ser completamente inofensivo, luego porque conduce a una exteriorización gradual durante cada una' de las fases, de la cual guarda el experto la integridad de su conciencia y de su facultad.
En otra obra expuse, y está en su lugar igualmente aquí:
A) Antes que nada, se trata de imponer al cuerpo físico una completa pasividad. Para ella la posición tendida es la más conveniente. La atención debe recorrer una a una cada fibra, afin de relajar, de distender naturalmente el conjunto del sis-temamuscular. Se logra así la más completa inmovilidad.
B) La laxitud locomotriz predispone a una perturbación de la actividad intelectual, cosa de la que rápidamente se da uno cuenta y que degenera simplemente en sueño natural profundo en aquellos cuyas energías psíquicas están insuficientemente concentradas. El ensayo se interrumpe por sí mismo si no se opera esa concentración de acuerdo con nuestras anteriores indicaciones.
C) El experto, movido aún por su automatismo, observa que continúa su agitación mental, y es entonces cuando acepta atenerse a la regularización de ésta. La clave de la práctica está constituida por el mantenimiento de la atención sin tensión volitiva de rarificar la formación de los pensamientos. Tal intención no podría lograr de momento, ni siquiera en un reducido número de sesiones, la suspensión del pensamiento.
Progresivamente, la calma sucede a la agitación y, todavía, el sueño atisba a los ensayistas benévolos. Pero después de varias semanas de continuadas tentativas, momentos cada vez más prolongados señalan un primer progreso. Luego, ese alto se prolonga mucho y pronto subsiste, turbado apenas por alguna vaga reacción. Finalmente se le obtiene uniforme. Es el aislamiento. En esta situación, la acuidad sensorial se halla considerablemente atenuada. Los ruidos externos se hacen indiferentes, así como las sensaciones visuales, olfactivas o táctiles. El experto se encuentra entonces en una disposición parecida a la de un sujeto de tal manera concentrado que ni oye lo que hablan. Y la exteriorización se bosqueja.
D) Se tiene nítidamente la impresión de no estar ya rígidamente integrado en los límites del cuerpo físico. Se siente uno como elevado, nivelado a sí mismo o a alguna distancia. La menor intención espontánea restablece la situación normal. No hay aprensión alguna, sino más bien un bienestar seminiriánico.
E) Alcanzado tales resultados, se es capaz de aislarse así en pocos minutos; a la primera intención de éxtasis intelectual, cambiada la de exteriorizarse cada vez más y se proseguirá el ensayo con calma, consagrando a él poco más o menos una hora diaria.
Conforme el caso, la evolución de las disposiciones bilocatarias seguirá un curso adecuado a las predisposiciones de cada quien. Así, unos empezarán a percibir el medio astral bajo la forma de una luz o de una sombra difusa en la que se bosquejarán lentamente formas, siluetas, imágenes (a); otros recorrerán con facilidad el trecho hiperfísico y los dobles de los seres vivos serán preceptibles (b) antes que el mismo plan astral.
F) Los expertos que observasen (a) obtendrían más rápidos resultados orientándose hacia la metagnomía. Son percipientes más bien que irradiantes. Los que observasen (b) sabrán que están mucho mejor dotados para actuar, para manifestarse, que para percibir las vibraciones emitidas por otros centros. Será pues en el acto a distancia donde destacarán con facilidad.
Tal como se ha visto, si se emprenden esos ejercicios sin tener las reservas energéticas que aseguran a la vez otro riesgo, se corroe más que el de disfrutar de un sueño reparador. Pero el mismo ejercicio habitúa lentamente al practicante y desarrolla formidablemente sus aptitudes. Con ensayos continuos y renovados, cada quien así a su objetivo.
Si en el acto telepsíquico a distancia se procede por un previo entendimiento, bastará recordar la imagen del sujeto y precisar bien la intención de juntarse a él, para obtener un feliz resultado. Y, entonces, el acto será más vigoroso, más rápido, aun exigiendo mucho menos esfuerzo que la sugestión mental común.
COMO DEFENDER A ALGUIEN
COMO DEFENDER A ALGUIEN
1. Actividad de la intención. — 2. Defensa contra el peligro norma. — 3. Defensa durante el transcurso de una prueba o dificultad. Aplicaciones varias.
1
Actividad de la intención. — Actuando poco más o menos como pata sanar a un pariente, a un amigo lejano, puede acompañársele de un influjo protector para defenderle de un peligro, para reconfortar sus facultades o para favorecerle en cualquier caso. Aisladamente, o con ayuda de una cadena, se ejercita cada día el recuerdo de la imagen, y, una vez fijada esta última, se concentra largamente la mente según convenga. Para obtener un resultado positivo son necesarias, como para cualquier otro acto telepsiquico un determinado número de sesiones.
2
Defensa contra el peligro - normas. — Tratandose de seguridad y temiendo para el sujeto un peligro especial, dejando siempre un amplio lapso en el curso de cada sesión para la especificación del peligro — no olvidar aquellos que se desconocen y que a con frecuencia son los más de temer —, hay que imaginarse al interesado en su integridad física, con el más tranquilizante aspecto externo, e insistir, mientras se mantiene esa imagen en la pantalla mental, en la afirmación
«Él subsistirá así. Deseo, exijo que siga así.» Cuando el sujeto deba obligatoriamente exponerse a un peligro no se precise cómo escapará de él, pero afírmese que pasará indemne a través de todo. Así mismo puede pensarse en estimular en él la atención, la circunspección, la prudencia y otras facultades defensivas, en sustentar su confianza en sí mismo, su calma y su sangre fría.
El hecho de conocer con intimidad a alguien y el de apreciar con sutileza su psicología ayudan considerablemente a influir sobre él, porque la relación se encuentra entonces establecida con anticipación y, por otro lado, se tiene una representación nítida y precisa de aquello que puede experimentar el sujeto. Los buenos sentimientos que se sienten respecto a éste, la intensidad del deseo de protegerle, son, por otro lado, los elementos más necesarios de eficacia.
3
Defensa durante el transcurso de una prueba o dificulTAD. — En ocasión a un examen, a una diligencia, a un esfuerzo específico, el influjo telepsíquico puede contribuir notoriamente al éxito. Sin embargo hay que prevenirse con tiempo y no esperar a la víspera del suceso para intervenir. El minimo calculado es de treinta a cuarenta días.
En tratándose, por ejemplo, de un análisis, el acto a distanciano aumentará, evidentemente, los conocimientos del candidato; pero si lo pondrá en un estado de impecable lucidez mental, estimulará su mente, su seguridad, su presencia de ánimo, y le hará tan simpático como sea posible. Además ejercerá suinfluencia sobre los expertos, por raro que esto parezca.
Hay que sumar que en el curso de los estudios también puedesugerirse el gusto por el trabajo, el interés por las materias a estudiar, el fácil entendimiento de las explicaciones, la aplicacion, el equilibrio físico y el vigor cultural. Evoquemos que el sufrir con éxito un examen o el obtener un diploma no asegura de ningún modo una profesión satisfactoria a quienno tiene las aptitudes, los conocimientos y la combatividad imprescindibles para ello.
Las directrices anteriores se adaptan a gran cantidad de casos: gestiones, solicitaciones, primera salida en un teatro y otros más.
1. Actividad de la intención. — 2. Defensa contra el peligro norma. — 3. Defensa durante el transcurso de una prueba o dificultad. Aplicaciones varias.
1
Actividad de la intención. — Actuando poco más o menos como pata sanar a un pariente, a un amigo lejano, puede acompañársele de un influjo protector para defenderle de un peligro, para reconfortar sus facultades o para favorecerle en cualquier caso. Aisladamente, o con ayuda de una cadena, se ejercita cada día el recuerdo de la imagen, y, una vez fijada esta última, se concentra largamente la mente según convenga. Para obtener un resultado positivo son necesarias, como para cualquier otro acto telepsiquico un determinado número de sesiones.
2
Defensa contra el peligro - normas. — Tratandose de seguridad y temiendo para el sujeto un peligro especial, dejando siempre un amplio lapso en el curso de cada sesión para la especificación del peligro — no olvidar aquellos que se desconocen y que a con frecuencia son los más de temer —, hay que imaginarse al interesado en su integridad física, con el más tranquilizante aspecto externo, e insistir, mientras se mantiene esa imagen en la pantalla mental, en la afirmación
«Él subsistirá así. Deseo, exijo que siga así.» Cuando el sujeto deba obligatoriamente exponerse a un peligro no se precise cómo escapará de él, pero afírmese que pasará indemne a través de todo. Así mismo puede pensarse en estimular en él la atención, la circunspección, la prudencia y otras facultades defensivas, en sustentar su confianza en sí mismo, su calma y su sangre fría.
El hecho de conocer con intimidad a alguien y el de apreciar con sutileza su psicología ayudan considerablemente a influir sobre él, porque la relación se encuentra entonces establecida con anticipación y, por otro lado, se tiene una representación nítida y precisa de aquello que puede experimentar el sujeto. Los buenos sentimientos que se sienten respecto a éste, la intensidad del deseo de protegerle, son, por otro lado, los elementos más necesarios de eficacia.
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Defensa durante el transcurso de una prueba o dificulTAD. — En ocasión a un examen, a una diligencia, a un esfuerzo específico, el influjo telepsíquico puede contribuir notoriamente al éxito. Sin embargo hay que prevenirse con tiempo y no esperar a la víspera del suceso para intervenir. El minimo calculado es de treinta a cuarenta días.
En tratándose, por ejemplo, de un análisis, el acto a distanciano aumentará, evidentemente, los conocimientos del candidato; pero si lo pondrá en un estado de impecable lucidez mental, estimulará su mente, su seguridad, su presencia de ánimo, y le hará tan simpático como sea posible. Además ejercerá suinfluencia sobre los expertos, por raro que esto parezca.
Hay que sumar que en el curso de los estudios también puedesugerirse el gusto por el trabajo, el interés por las materias a estudiar, el fácil entendimiento de las explicaciones, la aplicacion, el equilibrio físico y el vigor cultural. Evoquemos que el sufrir con éxito un examen o el obtener un diploma no asegura de ningún modo una profesión satisfactoria a quienno tiene las aptitudes, los conocimientos y la combatividad imprescindibles para ello.
Las directrices anteriores se adaptan a gran cantidad de casos: gestiones, solicitaciones, primera salida en un teatro y otros más.
COMO CAMBIAR UNA DECISION DESAGRADABLE
COMO PREVER O CAMBIAR UNA DECISIÓN DESAGRADABLE
1. Cuando la palabra ha fracasado, la mente tiende a triunfar. — 2. Reelección previa. El descanso condensador. Buscar y anotar los pensamientos más memorables. — 3. La emisión. Frecuentemente una sesión es suficiente. — 4. Aplicaciones varias del método. — 5. Confiad en sí mismos.
Cuando la palabra ha fracasado, la mente tiende a triunfar. — Quienquiera de los que os rodean, de vuestros amigos, va o acaba de adoptar una decisión inoportuna. Vanamente habéis derrochado vuestros recursos dialécticos para hacer que reflexione. Este es uno de los muchos casos en que el acto telepsíquico actúa con mayor seguridad y con más sapidez que la palabra.
2
Reflexión previa. El descanso condensados. — Absteneos de toda intervención oral. Aislaos en una habitación silenciosa. Apaciblemente, reflexionad atentamente acerca de aquello que deseabais impedir. Estudiad tal decisión en génesis, representaos su ejecución, deducid todas las consecuencias y, para terminar, precisad todas las ventajas que obtendría el interesado al modificar su opinión.
Si pudiera haber uno o varios compromisos entre los móviles qué incitan al sujeto a decidirse en el lastimoso sentido en cuestión y lo que la razón aconseja, imaginadlos.
Todos aquellos pormenores de esa reflexión deberán ser anotados inmediatamente.
Cuando llegue la lasitud, desviad vuestro espíritu del orden de ideas sobre el cual acabáis de ejercitarle y ocupadle en otra cosa. El aflujo de las inspiraciones o de las subsecuencias seguirá, sin embargo, y surgirán nuevas ideas que deberéis anotar a continuación de las precedentes.
De tales anotaciones habréis de sacar un sumario compuesto de cada una de las representaciones que susciten en vosotros una vivaz oposición. Retened todas las consecuencias desastrosas de los actos que os preparáis a preveer, las que os motiven, las que os repugnen y hagan salir en vosotros un «no» vigoroso y rotundo.
3
La emisión. — Luego de una rápida preparación basada en las indicaciones del capítulo III y tendiente a concentrar vuestras energías, efectuad varias sesiones de emisión, preferiblemente en momentos en que todo el asunto os acuda a la mente y os sintáis animosamente deseoso de anular la fuente de vuestra preocupación.
Revisad vuestras notas, exaltaos con el recuerdo de los cuadros que crean y acabad por aquellas que componen el extracto que hemos prescrito con anterioridad. Si las consideráis de una manera muy vivaz, estas últimas os arrancarán movimientos de protesta interna en extremo violentos. Estos darán lugar a otras varias proyecciones psíquicas con las cuales serán quebrantadas las disposiciones del sujeto.
Pensando entonces que ese último está presente, desconcertado e irresoluto, dirigios a él mentalmente con anhelo, anunciadle vuestra convicción, figuraos que entiende, que ve adonde podría llevarle su extravío, que siente súbitamente la elegría del peligro evitado, que os expresa su gratitud.
Lo escrito en cursiva indica la fase primordial del acto.
Si a la decisión que se trata de inhibir asisten móviles muy poderosos, son obligadas muchas sesiones. Mas ¡cuántas decisiones lamentables dependen de un vulgar capricho, de engañosos ensueños, de torpes influjos! Éstas, con frecuencia pueden suprimirse o suspenderse en su ejecución el sólo esfuerzo de una hora bien aplicada.
4
Aplicaciones varias del mismo método. — Por un método parecido, actuad sobre aquellos que os molesten: subalternos o empleados, colegas o cofrades, clientes o proveedor» amigos o familiares. Concentrad en vosotros mismos el sujeto de nuestra molestia. No externéis en representaciones orales, quejas o en confidencias las desagradables y emotivas vibraciones que os agitan. Esperad el momento en que, recapitulando internamente vuestros agravios os sentiréis irritado. Esta disposición es magnífica telepsíquicamente. Aprovechadla para sugestionar vigorosamentet a aquel o a aquellos a quienes concierna. No tardaréis en comprobar que el influjo del pensamiento, aunque insospechado por la mayoría y fríamente negada por personas en extremo ignorantes, opera efectos impresionantes por su precisa evidencia.
5
Confiad en sí mismos. — Una última recomendaciónpor difícil, por tardío que os parezca un resultado, por dudosos o débiles que os sintáis frente a la dificultad, no desesperéis nunca de lograr vuestros propósitos con ayuda de vuestras fuerzas psíquicas. Vivir es crear energía; dominarse es acumularla; pensar es irradiarla; emocionarse es esforzarla; reanudar el esfuerzo es acentuar lo anterior. El modo de acción que revelo en este libro os dona de igual modo que a otro cualquiera y, si os decidís a usarlo, vuestras posibilidades crecerán dia en día.
1. Cuando la palabra ha fracasado, la mente tiende a triunfar. — 2. Reelección previa. El descanso condensador. Buscar y anotar los pensamientos más memorables. — 3. La emisión. Frecuentemente una sesión es suficiente. — 4. Aplicaciones varias del método. — 5. Confiad en sí mismos.
Cuando la palabra ha fracasado, la mente tiende a triunfar. — Quienquiera de los que os rodean, de vuestros amigos, va o acaba de adoptar una decisión inoportuna. Vanamente habéis derrochado vuestros recursos dialécticos para hacer que reflexione. Este es uno de los muchos casos en que el acto telepsíquico actúa con mayor seguridad y con más sapidez que la palabra.
2
Reflexión previa. El descanso condensados. — Absteneos de toda intervención oral. Aislaos en una habitación silenciosa. Apaciblemente, reflexionad atentamente acerca de aquello que deseabais impedir. Estudiad tal decisión en génesis, representaos su ejecución, deducid todas las consecuencias y, para terminar, precisad todas las ventajas que obtendría el interesado al modificar su opinión.
Si pudiera haber uno o varios compromisos entre los móviles qué incitan al sujeto a decidirse en el lastimoso sentido en cuestión y lo que la razón aconseja, imaginadlos.
Todos aquellos pormenores de esa reflexión deberán ser anotados inmediatamente.
Cuando llegue la lasitud, desviad vuestro espíritu del orden de ideas sobre el cual acabáis de ejercitarle y ocupadle en otra cosa. El aflujo de las inspiraciones o de las subsecuencias seguirá, sin embargo, y surgirán nuevas ideas que deberéis anotar a continuación de las precedentes.
De tales anotaciones habréis de sacar un sumario compuesto de cada una de las representaciones que susciten en vosotros una vivaz oposición. Retened todas las consecuencias desastrosas de los actos que os preparáis a preveer, las que os motiven, las que os repugnen y hagan salir en vosotros un «no» vigoroso y rotundo.
3
La emisión. — Luego de una rápida preparación basada en las indicaciones del capítulo III y tendiente a concentrar vuestras energías, efectuad varias sesiones de emisión, preferiblemente en momentos en que todo el asunto os acuda a la mente y os sintáis animosamente deseoso de anular la fuente de vuestra preocupación.
Revisad vuestras notas, exaltaos con el recuerdo de los cuadros que crean y acabad por aquellas que componen el extracto que hemos prescrito con anterioridad. Si las consideráis de una manera muy vivaz, estas últimas os arrancarán movimientos de protesta interna en extremo violentos. Estos darán lugar a otras varias proyecciones psíquicas con las cuales serán quebrantadas las disposiciones del sujeto.
Pensando entonces que ese último está presente, desconcertado e irresoluto, dirigios a él mentalmente con anhelo, anunciadle vuestra convicción, figuraos que entiende, que ve adonde podría llevarle su extravío, que siente súbitamente la elegría del peligro evitado, que os expresa su gratitud.
Lo escrito en cursiva indica la fase primordial del acto.
Si a la decisión que se trata de inhibir asisten móviles muy poderosos, son obligadas muchas sesiones. Mas ¡cuántas decisiones lamentables dependen de un vulgar capricho, de engañosos ensueños, de torpes influjos! Éstas, con frecuencia pueden suprimirse o suspenderse en su ejecución el sólo esfuerzo de una hora bien aplicada.
4
Aplicaciones varias del mismo método. — Por un método parecido, actuad sobre aquellos que os molesten: subalternos o empleados, colegas o cofrades, clientes o proveedor» amigos o familiares. Concentrad en vosotros mismos el sujeto de nuestra molestia. No externéis en representaciones orales, quejas o en confidencias las desagradables y emotivas vibraciones que os agitan. Esperad el momento en que, recapitulando internamente vuestros agravios os sentiréis irritado. Esta disposición es magnífica telepsíquicamente. Aprovechadla para sugestionar vigorosamentet a aquel o a aquellos a quienes concierna. No tardaréis en comprobar que el influjo del pensamiento, aunque insospechado por la mayoría y fríamente negada por personas en extremo ignorantes, opera efectos impresionantes por su precisa evidencia.
5
Confiad en sí mismos. — Una última recomendaciónpor difícil, por tardío que os parezca un resultado, por dudosos o débiles que os sintáis frente a la dificultad, no desesperéis nunca de lograr vuestros propósitos con ayuda de vuestras fuerzas psíquicas. Vivir es crear energía; dominarse es acumularla; pensar es irradiarla; emocionarse es esforzarla; reanudar el esfuerzo es acentuar lo anterior. El modo de acción que revelo en este libro os dona de igual modo que a otro cualquiera y, si os decidís a usarlo, vuestras posibilidades crecerán dia en día.
INFLUJOS NEGATIVOS
PARA VENCER LOS MALOS INFLUJOS
1. Perturbación y disgutos atribuidos ai influjo malévolo de
orto sujeto. Perseguidos y mitómanos. — 2. Por qué el odio
crea con dificultad efectos telepsíquicos exactos. Cómo puede
actuar .Una ley genérica. — 3. ¿Cómo defender a otro?
1
PERTURBACIÓN Y DISGUSTOS ATRIBUIDOS AL INFLUJO MALÉVOLO de otro sujeto. — Todos los neurólogos, todos los psiquiatras, reciben las quejas de un determinado número de personas que sufen perturbaciones cerebrales o sensoriales que ellas imputan a la deliberada influencia de otro sujeto. También atribuyen con frecuencia a tal influjo sus disgustos y sus fracasos.
A menudo se trata de un caso de falsa imputación, de mitomanía, explicable por un proceso fisiológico. Si, por otro lado, es verdad que casi todos nosotros tenemos envidiosos, enemigos, competidores a quienes nuestro fracaso alegraría o a quienes nuestra aflicción llenaría de satisfacción, sin duda nadie es capaz de sustentar un odio suficientemente vibrante y continuo para crear un verdadero hechizo.
2
Por qué el odio crea con dificultad efectos telepsíQuicos Exactos, — Creo que una multitud de malquerencias puede afectarnos penosamente, pero nunca con la exactitud admitida por algunos. Para ello haría falta, además de un ardor y de una asiduidad singulares, unos conocimientos y una habilidad telepsíquicas desconocidas para casi todo el mundo.
Ya hemos visto lo que produce la falta de método, de vigor y de insistencia para hacer que alguien sienta un efecto telepsíquico exacto. Eso no se improvisa.
Vamos a suponer que X desea la muerte de Z y medita en ello activamente y continuamente durante meses. ¿Qué pasará? Z se sentirá turbado en su punto más débil. Si, por ejemplo, es descuidado o demasiado impresionable, lo será aún más, y sus reflejos, con frecuencia sin coordinación al cruzar una calle sorteando vehículos, le fallarán acaso y se hará atrepellar. Si X deseara no la muerte sino la quiebra de Z, las facultades de éste titubearían en el dominio financiero.
Generalizemos: Dada la incesante competición de avideces, todos aquellos que carezcan de carácter sufrirán por necesidad influjos avasalladores, desventajosos o destructores. He aquí el aspecto preciso del asunto.
3
¿CÓMO DEFENDERSE Y DEFENDER A OTRO? — Expuesto
lo anterior, ¿cómo defenderse y defender a otro?
Tratándose de uno mismo, es el estudio psíquico elemental elque permite aislarse, convertise en heterotónico a las vibraciones psíquicas no deseables.
En un tratado anterior, El Poder de la Voluntad, ya expuse en qué consiste la enseñanza psíquica. No repetiré sobre ello, Entregándose cada noche a un análisis detenido de los pensamientos, de las incitaciones, de las resoluciones de la jornada, cada quien puede darse cuenta de si no ha sido influido en una medida cualquiera. Decidiendo cada mañana, de acuerdo con una directriz preconcebida, lo que se hará durante las siguientes horas, se dispone de sí mismo con anticipación, se adquiere el hábito de conducir el propio pensamiento, de ser el único generador. Mejor todavía, convocando hacia sí los influjos, los concursos aductores de salud, de éxito, de prosperidad, se les atrae efectivamente. Estas circunstancias, por fortuitas que parezcan, responden siempre a un llamado, a una tendencia interna
Por sobre de todo, alejemos toda animosidad, por justificada que sea, olvidemos las malevolencias, rehusémonos a pensar en ellas. Si no se procede así, en primer lugar derrocharíamos energía mental; y, además, eso nos sintonizaría con toda una gama de vibraciones perjuiciosas.
Para superar la situación de una persona aquejada de del lirio de persecusión, la primera regla a seguir consiste en no tratar de imaginario su padecimiento, aunque lo fuera de forma manifiesta. La segurada será el dotarle de las más perfectas condiciones de higiene mental y física. Impulsarle, incitarle consecuentemente a que ejercite la educación psíquica. En caso necesario sugiérasele por el método expuesto en este libro. En fin, utilícese técnica indicada en el capítulo anterior.
1. Perturbación y disgutos atribuidos ai influjo malévolo de
orto sujeto. Perseguidos y mitómanos. — 2. Por qué el odio
crea con dificultad efectos telepsíquicos exactos. Cómo puede
actuar .Una ley genérica. — 3. ¿Cómo defender a otro?
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PERTURBACIÓN Y DISGUSTOS ATRIBUIDOS AL INFLUJO MALÉVOLO de otro sujeto. — Todos los neurólogos, todos los psiquiatras, reciben las quejas de un determinado número de personas que sufen perturbaciones cerebrales o sensoriales que ellas imputan a la deliberada influencia de otro sujeto. También atribuyen con frecuencia a tal influjo sus disgustos y sus fracasos.
A menudo se trata de un caso de falsa imputación, de mitomanía, explicable por un proceso fisiológico. Si, por otro lado, es verdad que casi todos nosotros tenemos envidiosos, enemigos, competidores a quienes nuestro fracaso alegraría o a quienes nuestra aflicción llenaría de satisfacción, sin duda nadie es capaz de sustentar un odio suficientemente vibrante y continuo para crear un verdadero hechizo.
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Por qué el odio crea con dificultad efectos telepsíQuicos Exactos, — Creo que una multitud de malquerencias puede afectarnos penosamente, pero nunca con la exactitud admitida por algunos. Para ello haría falta, además de un ardor y de una asiduidad singulares, unos conocimientos y una habilidad telepsíquicas desconocidas para casi todo el mundo.
Ya hemos visto lo que produce la falta de método, de vigor y de insistencia para hacer que alguien sienta un efecto telepsíquico exacto. Eso no se improvisa.
Vamos a suponer que X desea la muerte de Z y medita en ello activamente y continuamente durante meses. ¿Qué pasará? Z se sentirá turbado en su punto más débil. Si, por ejemplo, es descuidado o demasiado impresionable, lo será aún más, y sus reflejos, con frecuencia sin coordinación al cruzar una calle sorteando vehículos, le fallarán acaso y se hará atrepellar. Si X deseara no la muerte sino la quiebra de Z, las facultades de éste titubearían en el dominio financiero.
Generalizemos: Dada la incesante competición de avideces, todos aquellos que carezcan de carácter sufrirán por necesidad influjos avasalladores, desventajosos o destructores. He aquí el aspecto preciso del asunto.
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¿CÓMO DEFENDERSE Y DEFENDER A OTRO? — Expuesto
lo anterior, ¿cómo defenderse y defender a otro?
Tratándose de uno mismo, es el estudio psíquico elemental elque permite aislarse, convertise en heterotónico a las vibraciones psíquicas no deseables.
En un tratado anterior, El Poder de la Voluntad, ya expuse en qué consiste la enseñanza psíquica. No repetiré sobre ello, Entregándose cada noche a un análisis detenido de los pensamientos, de las incitaciones, de las resoluciones de la jornada, cada quien puede darse cuenta de si no ha sido influido en una medida cualquiera. Decidiendo cada mañana, de acuerdo con una directriz preconcebida, lo que se hará durante las siguientes horas, se dispone de sí mismo con anticipación, se adquiere el hábito de conducir el propio pensamiento, de ser el único generador. Mejor todavía, convocando hacia sí los influjos, los concursos aductores de salud, de éxito, de prosperidad, se les atrae efectivamente. Estas circunstancias, por fortuitas que parezcan, responden siempre a un llamado, a una tendencia interna
Por sobre de todo, alejemos toda animosidad, por justificada que sea, olvidemos las malevolencias, rehusémonos a pensar en ellas. Si no se procede así, en primer lugar derrocharíamos energía mental; y, además, eso nos sintonizaría con toda una gama de vibraciones perjuiciosas.
Para superar la situación de una persona aquejada de del lirio de persecusión, la primera regla a seguir consiste en no tratar de imaginario su padecimiento, aunque lo fuera de forma manifiesta. La segurada será el dotarle de las más perfectas condiciones de higiene mental y física. Impulsarle, incitarle consecuentemente a que ejercite la educación psíquica. En caso necesario sugiérasele por el método expuesto en este libro. En fin, utilícese técnica indicada en el capítulo anterior.
TERAPEUTICA
TERAPÉUTICA POR ACCIÓN MENTAL DE LAS ENFERMEDADES
1. La base emotiva de toda terapéutica por acción mental. Efectos curativos del acto psíquico. — 2. Elección del curador. La cadena. Directivas genéricas. Duración del acto diario. — 3. Los males crónicos. Las afecciones psíquicas, costumbres, toxicomanías, perversiones, monomanías ¡obsesiones, etc. — 4. Acción inconscientemente inoportuna de determinados ambientes. La mente puede matar. Importancia que tiene para el enfermo una moral benévola.
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La base emotiva de toda terapéjtica por acción mental. — La eficacia de una terapia por acción mental, re quiere antes que nada, por parte de los xpertos, un intenso sentimiento de conmiseración por el enferno y por los que sufren a causa de la situación en que se nalla éste. Conozco ejemplos de niños raquíticos a quienes el amor maternal, materialmente muy limitado, ha ido fortificádolos paulatinamente hasta llevarlos a la robustez. He visto moribundos vueltos a la vida y hasta cuerpos inertes resucitads por la irradiación anímica de uno de los suyos iniciado en as prácticas de este libro. Efectivamentte, el amor no siempre vence a la muerte, por intenso que sea, logrando una victoia decisiva. Existen fatales lesiones, irremediables desgastes, inoercibles insuficiencias. El acto mental transmite al organismo en peligro energías sustentadoras de sus autorreacciones curatias; pero si éste no tiene los últimos recursos indipensables par¡ reaccionar con ventaja, la curación no se efectúa. Quedan michos, definitivamente, a quienes no sería posible salvar. En otos, por lo menos se animará su moral, se les atenuará los sufrmientos, se les prolongará la vida.
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Elección de medicador. La cadena. — Quien empren-| diese la cura debiera ser siempre un próximo pariente del enfermo, un amigo íntimo, íntegramente simpática al paciente y animado del más vivo deseo de aliviarle. Y aunque dejando a una persona tal la directriz de la intervención, otras muchas personas elegidas entre los más adictos al enfermo pueden unir sus esfuerzos a los del principal operador. Una cadena de voluntades lleva a cabo en ocasiones verdaderos milagros, sobre todo si está compuesta de tantos hombres como mujeres, sin comprender entre ellos al conductor, a fin de observar la ley polar de los concursos fluídicos. Esta cadena debe prolongarse en lo invisible, según preconiza el ocultismo, evocando el recuerdo de los desaparecidos de quienes el enfermo fue amadaj lo cuál imanta su influencia, y hasta apelando a la ayuda de los seres superiores, tales como se les concibe.
El oficiante y sus eventuales ayudantes elegirán para cada día un momento en el que puedan reunirse, o por lo menos en el que cada cual, aisladamente, pueda disponer del tiempo necesario para unir su intención a la de los demás! Concentrarán sus pensamientos en la imagen del enfermo y, dejando que sus buenos sentimientos se difundan a su placer, deplorarán los sufrimientos de aquél y exaltarán en sí mismos el deseo de atenuarlos, de anularlos, de irradiar hacia él su vitalismo para confortarle y curarle.
La atención de cada uno deberá fijarse, sucesivamente, durante diez a quince minutos, en los diversos pensamientos que preceden. También demostrará ser juicioso el oficiante si traza una especie de programa que contenga un cierto número de fórmulas. Cada colaborador pensará de ese modo en perfecto sincronismo con los demás. Bien entendido que no se trata de repetir palabras, sino de vivir interiormente, de sentir su signifcatión de animar imágenes, de vibrar emocionalmente. Según los órdenes de ideas enumeradas antes, he aquí lo que conviene tener en cuenta entre las sugestiones curativas: Primero el sueño, porque es principalmente a favor de este estado cómo se desenvuelve la actividad orgánica terápicamente. Sugiérase al paciente que duerma larga, tranquila, profundamente. Representársele durmiendo con una expresión fisonómica, distendida, serena. Vedle despertándose bajo la impresión Ir bienestar, de alivio. En seguida pensad en sus disposiciones morales, comunicándole la esperanza, la serenidad, la convicción deque se ocupan útilmente de él, la certidumbre de que el hazde voluntades concentradas para cuarrle dispone de una fuerza muy superior a la acción de los agentes adversos. Tratad también de representaros con precisión anatómica el estado actual de los órganos enfermos. Seguid con la imaginación ¿I cumplimiento de las funciones perturbadas, estimuladlas, regularizadlas intencionadamente. En fin, visualizad la curación, la connvalecencia, el retorno a la actividad normal. Esta última representación es de gran importancia.
Como para cualquier otra intervención de cuarenta y cinco a sesenta minutos, o una sola sesión de una a dos horas. Inútil es decir, por otra parte, que el tratamiento mental no prescribe en modo alguno la medicación ordinaria.
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LOS MALES CRÓNICOS. LAS AFECCIONES PSÍQUICAS.
En los males crónicos, antes que nada se procederá sugerir al interesado que acepte todas las reglas de higiene alimenticia y genérica requeridas por su caso. Más pronto se llenará el tonel de las Danaides, que alivie un paciente entregado a excesos e inclusive al uso moderado de cualquiera cosa que sea antifisiológica.
Por el acto mental puede tratar de curarse los hábitos mortales, las toxicomanías, las perversiones, las. monomanías, la propensión al suicidio. Para ello, en lugar de hacer uso de imperiosas sugestiones prohibitivas, hay que asegurar al paciente que la obsesión, la tendencia, el temor que sufre, se le hace cada vez más indiferente, que no le afecta, que le encuentra inerte, que le deja su plena sinceridad. En síntesis, se debe imaginar qre la impresionabilidad del paciente disminuye en cuanto al agente mórbido. Al mismo tiempo se tratará de comunicarle toda gama de pensamientos, de sentimientos, de deseos contrarios de aquellos que se trate de suprimir.. Se vigilarán todas aquellas buenas disposiciones susceptibles de excluir la acción del mal.
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ACCIÓN INCONSCIENTE INOPORTUNA DE DETERMINADOS
ambientes. — Los que acompañan a un psicópata, de no ser unos iniciados, son sin quererlo, casi siempre un obstáculo a la curación. En su mayoría las personas se afectan de una forma aprensiva augustiosa, desesperada, después de meses o de años de permanecer en torno al paciente. Sus influencias mentales adicionadas constituyen un vigor perjudicialmente orientado. ¿No pueden pensar que no hay manera de poner término a eso, de curarlo; que su mal, hereditario o adquirido, es incurable, que domina al paciente y que acabará por quebrantarle? Son influencias que incitan al desdichado a seguir. Ver de con antelación una agravación, es condicionarla, a no ser que una violenta revolución interna siga a esos temerosos pensamientos. De esa forma, la influencia psíquica llega matar con tanta seguridad como puede curar. Así como el odio, como la codicia por una herencia, la desolación pasiva puede abrir una tumba anticipadamente.
El antiguo hábito de las maldiciones y en las imprecaciones, en el que no se ve normalmente más que una actividad oratoria, sabía el formidable vigor de las intenciones hondamente sentidas, deliberadamente condensadas y nítidamentet expresadas. Coré, Dathan y Abiron, fulminados al gesto de Moisés; Ananías, herido de muerte por Pedro; Laubardemont emplazado por Grandier para que se presentara en el plazo de treinta días ante el Tribunal del Invisible; más próximo a nosotros
Stanislas de Guayta y Boullan, el raro caso de la gitana del doctor de Sermyn y gran variedad de hechos menos conocidos, manifiestan el poder letal de la mente.
Aun sin ver visible por alguien, aquellos que se entretienen por costumbre en disposiciones de odio, malevolente, se encuentran en sintonismo cerebral con las miríadas de vibraciones psíquicas, parecidas a las suyas, que se cruzan en la atmósfera. Ellos sienten el efecto constructor de esas vibraciones y sufren. De ahí la urgencia, en todo tratamiento, de tener en cuenta lá moral del paciente, de incitarle al olvido de las enemistades y de las injusticias, a la bondad, al perdón.
1. La base emotiva de toda terapéutica por acción mental. Efectos curativos del acto psíquico. — 2. Elección del curador. La cadena. Directivas genéricas. Duración del acto diario. — 3. Los males crónicos. Las afecciones psíquicas, costumbres, toxicomanías, perversiones, monomanías ¡obsesiones, etc. — 4. Acción inconscientemente inoportuna de determinados ambientes. La mente puede matar. Importancia que tiene para el enfermo una moral benévola.
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La base emotiva de toda terapéjtica por acción mental. — La eficacia de una terapia por acción mental, re quiere antes que nada, por parte de los xpertos, un intenso sentimiento de conmiseración por el enferno y por los que sufren a causa de la situación en que se nalla éste. Conozco ejemplos de niños raquíticos a quienes el amor maternal, materialmente muy limitado, ha ido fortificádolos paulatinamente hasta llevarlos a la robustez. He visto moribundos vueltos a la vida y hasta cuerpos inertes resucitads por la irradiación anímica de uno de los suyos iniciado en as prácticas de este libro. Efectivamentte, el amor no siempre vence a la muerte, por intenso que sea, logrando una victoia decisiva. Existen fatales lesiones, irremediables desgastes, inoercibles insuficiencias. El acto mental transmite al organismo en peligro energías sustentadoras de sus autorreacciones curatias; pero si éste no tiene los últimos recursos indipensables par¡ reaccionar con ventaja, la curación no se efectúa. Quedan michos, definitivamente, a quienes no sería posible salvar. En otos, por lo menos se animará su moral, se les atenuará los sufrmientos, se les prolongará la vida.
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Elección de medicador. La cadena. — Quien empren-| diese la cura debiera ser siempre un próximo pariente del enfermo, un amigo íntimo, íntegramente simpática al paciente y animado del más vivo deseo de aliviarle. Y aunque dejando a una persona tal la directriz de la intervención, otras muchas personas elegidas entre los más adictos al enfermo pueden unir sus esfuerzos a los del principal operador. Una cadena de voluntades lleva a cabo en ocasiones verdaderos milagros, sobre todo si está compuesta de tantos hombres como mujeres, sin comprender entre ellos al conductor, a fin de observar la ley polar de los concursos fluídicos. Esta cadena debe prolongarse en lo invisible, según preconiza el ocultismo, evocando el recuerdo de los desaparecidos de quienes el enfermo fue amadaj lo cuál imanta su influencia, y hasta apelando a la ayuda de los seres superiores, tales como se les concibe.
El oficiante y sus eventuales ayudantes elegirán para cada día un momento en el que puedan reunirse, o por lo menos en el que cada cual, aisladamente, pueda disponer del tiempo necesario para unir su intención a la de los demás! Concentrarán sus pensamientos en la imagen del enfermo y, dejando que sus buenos sentimientos se difundan a su placer, deplorarán los sufrimientos de aquél y exaltarán en sí mismos el deseo de atenuarlos, de anularlos, de irradiar hacia él su vitalismo para confortarle y curarle.
La atención de cada uno deberá fijarse, sucesivamente, durante diez a quince minutos, en los diversos pensamientos que preceden. También demostrará ser juicioso el oficiante si traza una especie de programa que contenga un cierto número de fórmulas. Cada colaborador pensará de ese modo en perfecto sincronismo con los demás. Bien entendido que no se trata de repetir palabras, sino de vivir interiormente, de sentir su signifcatión de animar imágenes, de vibrar emocionalmente. Según los órdenes de ideas enumeradas antes, he aquí lo que conviene tener en cuenta entre las sugestiones curativas: Primero el sueño, porque es principalmente a favor de este estado cómo se desenvuelve la actividad orgánica terápicamente. Sugiérase al paciente que duerma larga, tranquila, profundamente. Representársele durmiendo con una expresión fisonómica, distendida, serena. Vedle despertándose bajo la impresión Ir bienestar, de alivio. En seguida pensad en sus disposiciones morales, comunicándole la esperanza, la serenidad, la convicción deque se ocupan útilmente de él, la certidumbre de que el hazde voluntades concentradas para cuarrle dispone de una fuerza muy superior a la acción de los agentes adversos. Tratad también de representaros con precisión anatómica el estado actual de los órganos enfermos. Seguid con la imaginación ¿I cumplimiento de las funciones perturbadas, estimuladlas, regularizadlas intencionadamente. En fin, visualizad la curación, la connvalecencia, el retorno a la actividad normal. Esta última representación es de gran importancia.
Como para cualquier otra intervención de cuarenta y cinco a sesenta minutos, o una sola sesión de una a dos horas. Inútil es decir, por otra parte, que el tratamiento mental no prescribe en modo alguno la medicación ordinaria.
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LOS MALES CRÓNICOS. LAS AFECCIONES PSÍQUICAS.
En los males crónicos, antes que nada se procederá sugerir al interesado que acepte todas las reglas de higiene alimenticia y genérica requeridas por su caso. Más pronto se llenará el tonel de las Danaides, que alivie un paciente entregado a excesos e inclusive al uso moderado de cualquiera cosa que sea antifisiológica.
Por el acto mental puede tratar de curarse los hábitos mortales, las toxicomanías, las perversiones, las. monomanías, la propensión al suicidio. Para ello, en lugar de hacer uso de imperiosas sugestiones prohibitivas, hay que asegurar al paciente que la obsesión, la tendencia, el temor que sufre, se le hace cada vez más indiferente, que no le afecta, que le encuentra inerte, que le deja su plena sinceridad. En síntesis, se debe imaginar qre la impresionabilidad del paciente disminuye en cuanto al agente mórbido. Al mismo tiempo se tratará de comunicarle toda gama de pensamientos, de sentimientos, de deseos contrarios de aquellos que se trate de suprimir.. Se vigilarán todas aquellas buenas disposiciones susceptibles de excluir la acción del mal.
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ACCIÓN INCONSCIENTE INOPORTUNA DE DETERMINADOS
ambientes. — Los que acompañan a un psicópata, de no ser unos iniciados, son sin quererlo, casi siempre un obstáculo a la curación. En su mayoría las personas se afectan de una forma aprensiva augustiosa, desesperada, después de meses o de años de permanecer en torno al paciente. Sus influencias mentales adicionadas constituyen un vigor perjudicialmente orientado. ¿No pueden pensar que no hay manera de poner término a eso, de curarlo; que su mal, hereditario o adquirido, es incurable, que domina al paciente y que acabará por quebrantarle? Son influencias que incitan al desdichado a seguir. Ver de con antelación una agravación, es condicionarla, a no ser que una violenta revolución interna siga a esos temerosos pensamientos. De esa forma, la influencia psíquica llega matar con tanta seguridad como puede curar. Así como el odio, como la codicia por una herencia, la desolación pasiva puede abrir una tumba anticipadamente.
El antiguo hábito de las maldiciones y en las imprecaciones, en el que no se ve normalmente más que una actividad oratoria, sabía el formidable vigor de las intenciones hondamente sentidas, deliberadamente condensadas y nítidamentet expresadas. Coré, Dathan y Abiron, fulminados al gesto de Moisés; Ananías, herido de muerte por Pedro; Laubardemont emplazado por Grandier para que se presentara en el plazo de treinta días ante el Tribunal del Invisible; más próximo a nosotros
Stanislas de Guayta y Boullan, el raro caso de la gitana del doctor de Sermyn y gran variedad de hechos menos conocidos, manifiestan el poder letal de la mente.
Aun sin ver visible por alguien, aquellos que se entretienen por costumbre en disposiciones de odio, malevolente, se encuentran en sintonismo cerebral con las miríadas de vibraciones psíquicas, parecidas a las suyas, que se cruzan en la atmósfera. Ellos sienten el efecto constructor de esas vibraciones y sufren. De ahí la urgencia, en todo tratamiento, de tener en cuenta lá moral del paciente, de incitarle al olvido de las enemistades y de las injusticias, a la bondad, al perdón.
DESARROLLO TELEPSIQUICO
EL CRECIMIENTO DE LAS APTIDUDES TELEPSIQUICAS
1. Preparación para la telepsiquia. — 2. Cuatro recursos de
influjo. — 3. Observaciones importantes. — 4. El miedo al ridiculo. — 5. Urgencia de ejercer determinados preceptos.
PREPARACION PARA LA TELEPSIQUIA. - EL ejercicio del hipnotismo dicho con propiedad, en que se actúa sobre su-jetos reales, por medio de la mirada, de la palabra, del gesto o de la voluntad, constituye un magnífico método preparatorio dela telepsiquia. Todas las facultades mentales activas son así practicadas, particularmente la atención, el juicio y el vigor volitivo. Es una psicogimnasia racional y sintética que refuerza las cualidades del intelecto y a la vez confirma eso que se nombra «energía de carácter». Comporta totalmente los esfuerzos deiniciativa, de discernimiento, de dominio de sí mismo y de influjo sobre otro susceptibles de concurrir a la formación de una vigorosa percepción. Por eso el camino más corto para llegar a ser un buen telepsíquico consiste en dedicarse constantemente al hipnotismo directo. Un sujeto acostumbrado al usode los métodos comunes de hipnotización, sabe pensar con todo su ardor y con toda la exactitud necesarias para actuar a distancia.
Consideraciones múltiples pueden disuadir o parar al iniciado. Ante todo la dificultad de encontrar sujetos. Los sujetos bastantes sensibles a las maniobras hipnóticas de un iniciada para experimentar de pronto efectos urgentes, son muy escasas. Cuando mucho, existe un 15 por 100; y todavía de esos quince sujetos hay dos o tres a quienes un niño hipnotizaría fácilmente. Por otro lado, y por un fenómeno fácil de comprensión, la mayoría de los sujetos a quienes su impresionabilidad permite afectar con facilidad, se dejan decidir con mayor rapidez que los refractarios a permitir que se pruebe a hipnotizarlos. En las sesiones publicas, cuando el experto invita a que suban al escenario los espectadores que acepten sufrir la prueba de su sugestibilidad. La mayoría de los que se prestan son aceptables sujetos de experimentación. En la vida privada, esos predispuestos son fácilmente reconocidos. Ciertos datos precisos acerca de los signos reveladores que hay que encontrar, seguramente les gustará conocerlos a nuestros lectores.
Cuatro recursos de influjo. — Por más que quiera decirse de las teorías — obligatoriamente llamadas a desaparecer para dejar su lugar a otras, a medida que la experiencia las cambia — es en un cuauro teórico en donde los hechos se ordenan mejor usaré, pues, un esquema que me es familiar: el de los cuatro recursos de influjo.
En cien individuos escojidos al azar, varios de ellos parecen singularmente sensibles a los actos sensoriales, los que proceden de la periferia nerviosa al centro, verbigracia, la fijación de un punto muy brillante o el golpe asestado en un batintín.
Conocido es la importante cantidad de conmocionados de guetra: una explosión cercana les dejó inmóviles en donde estaban en aquel momento, estupefactos, en actitud cataleptica. Por otro lado, el doctor Mesnet nos ha proporcionado un ejemplo de hipnotismo facultativo producido poor una luz muy viva. En su obra El sonambulismo provocado, comenta el caso de un jefe de estación, fascinado por el reflector de una locómotora y arroyado, quien, antes de su último suspiro, declaro que había perdido la conciencia de sus actos, a causa del brusco choque deslumbrador de la luz del reflector en su retina, hasta el instante en que recobró la lucidez en el hospital.
Otros se muestran casi escépticos a todo otro método que no sea la sugestión, la cual contrariamente a los procedimientos sensoriales, hiere directamente el órgano central para reaccionar de inmediato de un modo centrífugo sobre el sistema nervioso. Se ve también que hay sujetos, poco afectados de otro modo, en los cuales producen efectos en pocos minutos, las proyecciones magnéticas.
En fin, el acto puramente psíquico - la sugestión mental - tiene también sus predispuestos. Añadiremos que trecuentemente se hallan sujetos influidos casi por igual por dos res de esos cuatro métodos.
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Observaciones importantes. - He aquí ahora las observaciones que hay que acumular si se desea poder juzgar de la aptitud para hacer manifiestos los fenómenos analizados en psiquismo.
Antes de todo diremos que un sistema nervioso suficiente sensible a los actos sensoriales para que se continué un estado secundario, por necesidad está dañado exageradamente reprimido. La heredad etílica o específica, la degradación de la célula nerviosa y la hiperestesia están por siempre ligadas a la hipnotisabilidad sensorial.
He allí por qué Charcot y su Escuela estaban en desacuerdo con Liébeaulty Nancy: En la Salpétriere se experimentaba con histéricos, esquizofrénicos — sobre anormales — exelusivamente. Para Nancy, el terreno experimental, más extenso comprendía toda clase de enfermos. De allí asimismo por que Babinsky y los neurólogos estilo siglo XX dicen: sugestibilidad — histeria — pitiatismo; ellos trabajan solamente el sistema nervioso.
Hay un recurso muy sencillo para darse cuenta de si la excitación de un sentido induciría a la hipnosis al sujeto observado: Ponedle de forma que su campo visual quede atraído por una colgadura, un paneau a rayas verticales alternadas, negro y blanco, rojo y blanco, azul obscuro y blanco, etc. Un ser común no acusaré sino una frágil perturbación visual. En un sujeto sensorial se advertirá una alteración aguda del sistema psiconervioso: entorpecimiento en las asociaciones de ideas, alelamiento, sopor, y a veces inclusive alucinaciones espontáneas Pasemos al diagnóstico de la sensibilidad a la sugestión. A mi entender se mide conforme la aptitud más o menos acusada al monodeísmo espontáneo.
Los signos externos que la revelan son los que siguen:
rostros ovales o triangulares, por oposición a las fisonomías redondas o cuadradas; dominio de los contornos elípticos sobre losrectilíneos en las líneas de la faz; falta de altura del tercio superior del rostro o exceso del tercio inferior (en estos dos casos el sujeto también es un predispuesto al hipnotismo sensorial); orejas sin borde, de lóbulo o de uno y otro; pulgar delgado o corto. Línea mental frágil o nula. La nariz proporciona asimismo una pista; los sugestionables se encuentran en notoria proporción entre aquellos sujetos cuyo órgano olfactivo afecta en forma convexa terminada en punta o una forma cóncava con acabado redondo.
Cada cual de esos signos es una probabilidad; pero si un mismo sujeto presenta varios, puede asegurarse de él que es «un sujeto».
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El miedo al ridículo. — Otro concepto inhibitorio retiene a veces a los iniciados. El miedo al ridículo, aparentemente ineludible, del fracaso. El hipnotizador conocido como tal y del que es administrada la maestría, no provoca manifestación alguna de risa cuando sus esfuerzos no llegan el efecto que de él se esperaba. Al contrario, el iniciado oye cómo se ríen de él a cada experiencia ineficaz. Y eso sucede porque, en el espíritu del vulgo, tratar de hipnotizar es como querer revestirse de un poder casi sobrenatural; no se ríe del fracaso, sino de una pretensión que juzga absurda.
Verdaderamente el ensayo, merece que se le afronte siquiera, sea para acostumbrarse a permanecer calmado e impasible. Pero nada impide que se proceda con circunspección y se escoja para los primeros ensayos un sujeto que presente los signos de que ya he hablado. Por lo demás, el riesgo dura poco. Desde que un sujeto cualquiera ha logrado éxito en público cuando menos en una sola hipnotización, aquellos que con más constancia se reían de sus tentativas, le contemplan estupefactos. La rutina intelectual domina a tantos cerebros, que; quien que se libera lo bastante manifiestamente para tomar la iniciativa de conducir a la práctica cualquier cosa tan insólita como el hipnotismo provoca siempre el asombro.
Urgencia de determinar ciertos preceptos. — Aunque la ruta anterior es la que más rápidamente prepara para la telepsiquia, puesto que un experto puede formarse antes de un mes, existen otros sistemas que pueden utilizarse aun a despecho de todos. Antes que nada, la aceptación de los elementales principios de la Educación psíquica, tal como los he expuesto en mi obra El Poder de la Voluntad. Después, el ejercicio habitual de determinados conceptos, que voy a señalar, a continuación:
A. El silencio. — No es cuestión de convertirse en estilista ni de ser estrictamente lacónico. Lo que debe estar en silencio y negarse a toda confidencia, a toda expresión oral, a toda puesta en contacto, es la intimidad moral e intelectual
Esta abarca un gran número de movimientos afectivos externados del dinamismo psíquico y obra una condensación metádica susceptible de armar a los más débiles. La espontaneid ad oral debe ser paralelamente dominada por un esfuerzo de atención que substituirá siempre con palabras meditadas aquelias quetiende a arrancar el impulso inicial. A nuevo esfuerzo, nueva contención y nuevas unidades de vigor que se concentran. B. El abandonamiento. — Una vez habituada al precepto anterior, se la completará mediante periódicas retiradas, en la soledad. Bien comprendido que para evitar ese desorden intelectual denominado ensueño y que contraviene muy insidiosamente los preceptos del silencio, se fijará a las propias ideas unaorientación deliberada. Por ejemplo: pensar en los planes de las próximas realizaciones, revisión mnemónica de las incitaciones o veleidades sentidas desde la anterior revisión análoga(Io que permite eliminar las influencias extrañas), practicas de diposición respiratoria o de imaginación activa. Dicha práctica, el abandonamiento, suma sólidamente los elementos psicológicos del yo y previene las separaciones, las dispersiones, las disociaciones; en fin, conforta todo lo esencial C. Respiración. — Sabidos son los efectos que perturban la atención en el ritmo respiratorio. Por otro lado, es conocido quetodo acto de telepsiquía espontánea requiere una continua actividad de la atención. Tonificando los músculos que rigen la inspiración, está uno en condiciones de efectuar emisiones telepsiquicas más vigorosas y más extensas y de experimentar.
menor fatiga. Se activa también considerablemente la producción de la energía nerviosa cuyo papel primordial ha sido definido en el capítulo III. Por eso todos los tratados de yoga de faquirismo o de simple magnetismo animal, insisten tanto sobre la oportunidad de las prácticas respiratorias.
Han sido propuestas miles de variedades de tales prácticas El lector no sólo tendrá que escoger. Pero, he de decir que basta con respirar atenta y ampliamente dos o tres cuartos de hora por día. El movimiento — sobre todo la marcha — coadyuva a ello.
Los deportes, tal como se ejercitan en la actualidad, conducen a un atletismo casi tan sólo muscular y por lo demas pasajero. En todos los casos son creados en cualquier otra acepción diferente de la práctica del psiquismo. Sólo la gimnasia sueca es compatible a nuestras enseñanzas; esta gimnasia aumenta las resistencias fisiológicas sin modificar ningún órgano al trabajarlo con exceso.
D. Pensamiento. — Hemos visto en el capítulo III que es preciso describir en imágenes lo que se desea sugerir. No siempre se llega a ello de pronto. Los pintores y los escultores aunque visualmente bien dotados, se ejercitan extensamente en fijar en su conciencia líneas, colores y planes antes de Ilegar a ver con exactitud paulatinamente se capacitan no sólo de retener sino de crear.
El iniciado a la telepsiquia deberá educar de una manera similar sus facultades imaginativas. Meditando adquirirá el hábito de considerar con atención los caracteres morfológicos de las cosas y de los seres. Usará esos momentos de ensimismamiento en evocar objetos, personas, escenas. Retendrá rostros ausentes y detallará sus rasgos.
Para perfeccionar esta costumbre, puede adaptarse al oído, alolfato, al tacto e inclusive al gusto.
E. La existencia proporciona cotidianamente muchas ocasiones de usar el acto mental. Practicando primero con esfuerzos breves y fáciles y, luego, cada vez más largos y complejos, sellega al fin de la costumbre, lo que no quiere decir que haya que dejar de ejercer. En contra, conviene sostener activa-mente todas las facultades que concurren al influjo telepsíquico.
1. Preparación para la telepsiquia. — 2. Cuatro recursos de
influjo. — 3. Observaciones importantes. — 4. El miedo al ridiculo. — 5. Urgencia de ejercer determinados preceptos.
PREPARACION PARA LA TELEPSIQUIA. - EL ejercicio del hipnotismo dicho con propiedad, en que se actúa sobre su-jetos reales, por medio de la mirada, de la palabra, del gesto o de la voluntad, constituye un magnífico método preparatorio dela telepsiquia. Todas las facultades mentales activas son así practicadas, particularmente la atención, el juicio y el vigor volitivo. Es una psicogimnasia racional y sintética que refuerza las cualidades del intelecto y a la vez confirma eso que se nombra «energía de carácter». Comporta totalmente los esfuerzos deiniciativa, de discernimiento, de dominio de sí mismo y de influjo sobre otro susceptibles de concurrir a la formación de una vigorosa percepción. Por eso el camino más corto para llegar a ser un buen telepsíquico consiste en dedicarse constantemente al hipnotismo directo. Un sujeto acostumbrado al usode los métodos comunes de hipnotización, sabe pensar con todo su ardor y con toda la exactitud necesarias para actuar a distancia.
Consideraciones múltiples pueden disuadir o parar al iniciado. Ante todo la dificultad de encontrar sujetos. Los sujetos bastantes sensibles a las maniobras hipnóticas de un iniciada para experimentar de pronto efectos urgentes, son muy escasas. Cuando mucho, existe un 15 por 100; y todavía de esos quince sujetos hay dos o tres a quienes un niño hipnotizaría fácilmente. Por otro lado, y por un fenómeno fácil de comprensión, la mayoría de los sujetos a quienes su impresionabilidad permite afectar con facilidad, se dejan decidir con mayor rapidez que los refractarios a permitir que se pruebe a hipnotizarlos. En las sesiones publicas, cuando el experto invita a que suban al escenario los espectadores que acepten sufrir la prueba de su sugestibilidad. La mayoría de los que se prestan son aceptables sujetos de experimentación. En la vida privada, esos predispuestos son fácilmente reconocidos. Ciertos datos precisos acerca de los signos reveladores que hay que encontrar, seguramente les gustará conocerlos a nuestros lectores.
Cuatro recursos de influjo. — Por más que quiera decirse de las teorías — obligatoriamente llamadas a desaparecer para dejar su lugar a otras, a medida que la experiencia las cambia — es en un cuauro teórico en donde los hechos se ordenan mejor usaré, pues, un esquema que me es familiar: el de los cuatro recursos de influjo.
En cien individuos escojidos al azar, varios de ellos parecen singularmente sensibles a los actos sensoriales, los que proceden de la periferia nerviosa al centro, verbigracia, la fijación de un punto muy brillante o el golpe asestado en un batintín.
Conocido es la importante cantidad de conmocionados de guetra: una explosión cercana les dejó inmóviles en donde estaban en aquel momento, estupefactos, en actitud cataleptica. Por otro lado, el doctor Mesnet nos ha proporcionado un ejemplo de hipnotismo facultativo producido poor una luz muy viva. En su obra El sonambulismo provocado, comenta el caso de un jefe de estación, fascinado por el reflector de una locómotora y arroyado, quien, antes de su último suspiro, declaro que había perdido la conciencia de sus actos, a causa del brusco choque deslumbrador de la luz del reflector en su retina, hasta el instante en que recobró la lucidez en el hospital.
Otros se muestran casi escépticos a todo otro método que no sea la sugestión, la cual contrariamente a los procedimientos sensoriales, hiere directamente el órgano central para reaccionar de inmediato de un modo centrífugo sobre el sistema nervioso. Se ve también que hay sujetos, poco afectados de otro modo, en los cuales producen efectos en pocos minutos, las proyecciones magnéticas.
En fin, el acto puramente psíquico - la sugestión mental - tiene también sus predispuestos. Añadiremos que trecuentemente se hallan sujetos influidos casi por igual por dos res de esos cuatro métodos.
3
Observaciones importantes. - He aquí ahora las observaciones que hay que acumular si se desea poder juzgar de la aptitud para hacer manifiestos los fenómenos analizados en psiquismo.
Antes de todo diremos que un sistema nervioso suficiente sensible a los actos sensoriales para que se continué un estado secundario, por necesidad está dañado exageradamente reprimido. La heredad etílica o específica, la degradación de la célula nerviosa y la hiperestesia están por siempre ligadas a la hipnotisabilidad sensorial.
He allí por qué Charcot y su Escuela estaban en desacuerdo con Liébeaulty Nancy: En la Salpétriere se experimentaba con histéricos, esquizofrénicos — sobre anormales — exelusivamente. Para Nancy, el terreno experimental, más extenso comprendía toda clase de enfermos. De allí asimismo por que Babinsky y los neurólogos estilo siglo XX dicen: sugestibilidad — histeria — pitiatismo; ellos trabajan solamente el sistema nervioso.
Hay un recurso muy sencillo para darse cuenta de si la excitación de un sentido induciría a la hipnosis al sujeto observado: Ponedle de forma que su campo visual quede atraído por una colgadura, un paneau a rayas verticales alternadas, negro y blanco, rojo y blanco, azul obscuro y blanco, etc. Un ser común no acusaré sino una frágil perturbación visual. En un sujeto sensorial se advertirá una alteración aguda del sistema psiconervioso: entorpecimiento en las asociaciones de ideas, alelamiento, sopor, y a veces inclusive alucinaciones espontáneas Pasemos al diagnóstico de la sensibilidad a la sugestión. A mi entender se mide conforme la aptitud más o menos acusada al monodeísmo espontáneo.
Los signos externos que la revelan son los que siguen:
rostros ovales o triangulares, por oposición a las fisonomías redondas o cuadradas; dominio de los contornos elípticos sobre losrectilíneos en las líneas de la faz; falta de altura del tercio superior del rostro o exceso del tercio inferior (en estos dos casos el sujeto también es un predispuesto al hipnotismo sensorial); orejas sin borde, de lóbulo o de uno y otro; pulgar delgado o corto. Línea mental frágil o nula. La nariz proporciona asimismo una pista; los sugestionables se encuentran en notoria proporción entre aquellos sujetos cuyo órgano olfactivo afecta en forma convexa terminada en punta o una forma cóncava con acabado redondo.
Cada cual de esos signos es una probabilidad; pero si un mismo sujeto presenta varios, puede asegurarse de él que es «un sujeto».
4
El miedo al ridículo. — Otro concepto inhibitorio retiene a veces a los iniciados. El miedo al ridículo, aparentemente ineludible, del fracaso. El hipnotizador conocido como tal y del que es administrada la maestría, no provoca manifestación alguna de risa cuando sus esfuerzos no llegan el efecto que de él se esperaba. Al contrario, el iniciado oye cómo se ríen de él a cada experiencia ineficaz. Y eso sucede porque, en el espíritu del vulgo, tratar de hipnotizar es como querer revestirse de un poder casi sobrenatural; no se ríe del fracaso, sino de una pretensión que juzga absurda.
Verdaderamente el ensayo, merece que se le afronte siquiera, sea para acostumbrarse a permanecer calmado e impasible. Pero nada impide que se proceda con circunspección y se escoja para los primeros ensayos un sujeto que presente los signos de que ya he hablado. Por lo demás, el riesgo dura poco. Desde que un sujeto cualquiera ha logrado éxito en público cuando menos en una sola hipnotización, aquellos que con más constancia se reían de sus tentativas, le contemplan estupefactos. La rutina intelectual domina a tantos cerebros, que; quien que se libera lo bastante manifiestamente para tomar la iniciativa de conducir a la práctica cualquier cosa tan insólita como el hipnotismo provoca siempre el asombro.
Urgencia de determinar ciertos preceptos. — Aunque la ruta anterior es la que más rápidamente prepara para la telepsiquia, puesto que un experto puede formarse antes de un mes, existen otros sistemas que pueden utilizarse aun a despecho de todos. Antes que nada, la aceptación de los elementales principios de la Educación psíquica, tal como los he expuesto en mi obra El Poder de la Voluntad. Después, el ejercicio habitual de determinados conceptos, que voy a señalar, a continuación:
A. El silencio. — No es cuestión de convertirse en estilista ni de ser estrictamente lacónico. Lo que debe estar en silencio y negarse a toda confidencia, a toda expresión oral, a toda puesta en contacto, es la intimidad moral e intelectual
Esta abarca un gran número de movimientos afectivos externados del dinamismo psíquico y obra una condensación metádica susceptible de armar a los más débiles. La espontaneid ad oral debe ser paralelamente dominada por un esfuerzo de atención que substituirá siempre con palabras meditadas aquelias quetiende a arrancar el impulso inicial. A nuevo esfuerzo, nueva contención y nuevas unidades de vigor que se concentran. B. El abandonamiento. — Una vez habituada al precepto anterior, se la completará mediante periódicas retiradas, en la soledad. Bien comprendido que para evitar ese desorden intelectual denominado ensueño y que contraviene muy insidiosamente los preceptos del silencio, se fijará a las propias ideas unaorientación deliberada. Por ejemplo: pensar en los planes de las próximas realizaciones, revisión mnemónica de las incitaciones o veleidades sentidas desde la anterior revisión análoga(Io que permite eliminar las influencias extrañas), practicas de diposición respiratoria o de imaginación activa. Dicha práctica, el abandonamiento, suma sólidamente los elementos psicológicos del yo y previene las separaciones, las dispersiones, las disociaciones; en fin, conforta todo lo esencial C. Respiración. — Sabidos son los efectos que perturban la atención en el ritmo respiratorio. Por otro lado, es conocido quetodo acto de telepsiquía espontánea requiere una continua actividad de la atención. Tonificando los músculos que rigen la inspiración, está uno en condiciones de efectuar emisiones telepsiquicas más vigorosas y más extensas y de experimentar.
menor fatiga. Se activa también considerablemente la producción de la energía nerviosa cuyo papel primordial ha sido definido en el capítulo III. Por eso todos los tratados de yoga de faquirismo o de simple magnetismo animal, insisten tanto sobre la oportunidad de las prácticas respiratorias.
Han sido propuestas miles de variedades de tales prácticas El lector no sólo tendrá que escoger. Pero, he de decir que basta con respirar atenta y ampliamente dos o tres cuartos de hora por día. El movimiento — sobre todo la marcha — coadyuva a ello.
Los deportes, tal como se ejercitan en la actualidad, conducen a un atletismo casi tan sólo muscular y por lo demas pasajero. En todos los casos son creados en cualquier otra acepción diferente de la práctica del psiquismo. Sólo la gimnasia sueca es compatible a nuestras enseñanzas; esta gimnasia aumenta las resistencias fisiológicas sin modificar ningún órgano al trabajarlo con exceso.
D. Pensamiento. — Hemos visto en el capítulo III que es preciso describir en imágenes lo que se desea sugerir. No siempre se llega a ello de pronto. Los pintores y los escultores aunque visualmente bien dotados, se ejercitan extensamente en fijar en su conciencia líneas, colores y planes antes de Ilegar a ver con exactitud paulatinamente se capacitan no sólo de retener sino de crear.
El iniciado a la telepsiquia deberá educar de una manera similar sus facultades imaginativas. Meditando adquirirá el hábito de considerar con atención los caracteres morfológicos de las cosas y de los seres. Usará esos momentos de ensimismamiento en evocar objetos, personas, escenas. Retendrá rostros ausentes y detallará sus rasgos.
Para perfeccionar esta costumbre, puede adaptarse al oído, alolfato, al tacto e inclusive al gusto.
E. La existencia proporciona cotidianamente muchas ocasiones de usar el acto mental. Practicando primero con esfuerzos breves y fáciles y, luego, cada vez más largos y complejos, sellega al fin de la costumbre, lo que no quiere decir que haya que dejar de ejercer. En contra, conviene sostener activa-mente todas las facultades que concurren al influjo telepsíquico.
HIPNOSIS SIQUICA
LA HIPNOSIS POR ACCIÓN DE LA MENTE
1. En un sujeto que anteriormente ha sido hipnotizado varias veces por los medios comunes. — 2. En un sujeto que no ha sido nunca objeto de hipnotizaciones.
1
EN UN SUJETO QUE ANTERIORMENTE HA SIDO HIPNOTI-ZADO VARIAS VECES POR LOS MEDIOS COMUNES. — Es conocido que existen cuatro tactores de hipnotización: a) la excitación sensorial; b) la sugestión oral; c) la radioactividad física o magnetismo animal, y d) el acto síquico propiamente dicho.
En tratándose de determinar fenómenos hipnóticos en un sujeto presente, es prudente utilizar en conjunto los cuatro elementos de influencia. Aparte de la ventaja cuantitativa de su totalización, se tiene de esa manera la certidumbre de afectar a aquella de las formas de sensibilidad que predomina en el sujeto. Determinados individuos son, en efecto, más sensibles alfactor a), otros al factor b), etcétera. . .
Si se quiere realizar la posibilidad de provocar la hipnosis de repente y a una distancia más o menos extensa, siendo el factor d) el único utilizable, el acierto será más fácil con un sujeto que sea más sensible a él que a los otros tres, y eso puede comprobarse fácilmente sometiendo a cada uno de los sujetos de que se necesiten a cuatro series de creaciones, respectivamente sensoriales, orales, magnéticas y psíquicas. En caso de no poder elegir, puede ensayarse sobre un sujeto hipnotizable cualquiera.
Luego de haber acostumbrado al sujeto a percibir las sugestiones mentales, de acuerdo con las indicaciones dadas en el capítulo anterior, se posibilita el dormir y el despertar mediante un simple esfuerzo de voluntad.
Y cuando esta última situación se hace hábito, cuando ya no pida bastante más esfuerzo, se le obtiene a gran distancia tan bien como a muy cerca. Una información en extremo interesante de un experimento de ese género, repetido varias veces por un Comité de sabios y de médicos, fue dada por Ochorowicz en su obra titulada La Sugestión mental. Otros se encontrarán en el de Boirac, La Psicología desconocida.
2
En un sujeto que no ha sido nunca objeto de hipnotizaciones. — Quien haya leído atentamente los tres pricapítulos de este libro, sabe que las tesis están divididas en cuanto a la posibilidad de un tal fenómeno; sabe ya las bases de la tesis afirmativa, y deducirá que sólo un experimento personalmente efectuado puede procurar a cada cual una certidumbre en caso necesario.
Ya dije en el capítulo III cómo se influye sobre quien sea a distancia y sin saberlo. Sea cual fuere el fin que se busquela técnica preparatoria y operatoria seguirá siendo la del capitulo en cuestión. O sea, que, en la mayoría de los casos, seria inútil el esperar una situación secundaria bien caracteritada de una sola sesión de acción mental. Como en cualquier otro efecto conforme a una imagen exacta, la repetición del esfuerzo emisivo es imprescindible.
Por otro lado, a quienquiera que desee intentar la obtencion de la hipnosis a distancia en sujetos no «trabajados», se requiere una condición esencial, de acuerdo con los principios expuestos en el capítulo III: La de dominar el experimento hipnotico común, el que se ejerce con ayuda de la mirada y de la palabra en sujetos presentes.
Sólo un experto a quien le sea conocida la producción de la hipnosis, podrá imaginar, sugerir la venida. Por lo demás, creo haber insistido lo suficiente respecto del importante papel de las imágenes mentales en telepsiquia.
Las variadas representaciones utilizables para el ensayo del hipnotismo a distancia son:
I Figura del sujeto, presente, sentado ante el experto col mo para la hipnotización oral.
II Figura de la ejecución de la primera maniobra y de los efectos que ella determina.
III Figuras continuas de las maniobras que siguen a la anterior y de sus respectivos efectos.
IV Imagen del sujeto en estado integral de hipnosis. - La impulsación volitiva, del que se conoce el indispensable ardor, será aquí caracterizada por una decidida intención de provocar el sueño hipnótico. Dicha intención basta por si sola para afectar al sujeto, ya que es emitida largamente y se repite a diario durante varias semanas. Pero sin la representación bien nítida de la situación que se desea, se influirá de manera imprecisa y el sujeto experimentaría un cierto entorpecimiento mal definido.
Es inútil decir que una vez obtenida la hipnosis, la sugestión se posibilita. Así como un sujeto a quien dormís por mediación de la mirada y la palabra llega a su grado máximo de sugestibilidad, aquel que es hipnotizado por acción a distancia se hace sugestionable mentalmente en tanto que es mantenido en la hipnosis.
El despertar no ofrece dificultades. Se lleva a efecto encuanto se le sugiere al sujeto, como en la experimentación común.
1. En un sujeto que anteriormente ha sido hipnotizado varias veces por los medios comunes. — 2. En un sujeto que no ha sido nunca objeto de hipnotizaciones.
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EN UN SUJETO QUE ANTERIORMENTE HA SIDO HIPNOTI-ZADO VARIAS VECES POR LOS MEDIOS COMUNES. — Es conocido que existen cuatro tactores de hipnotización: a) la excitación sensorial; b) la sugestión oral; c) la radioactividad física o magnetismo animal, y d) el acto síquico propiamente dicho.
En tratándose de determinar fenómenos hipnóticos en un sujeto presente, es prudente utilizar en conjunto los cuatro elementos de influencia. Aparte de la ventaja cuantitativa de su totalización, se tiene de esa manera la certidumbre de afectar a aquella de las formas de sensibilidad que predomina en el sujeto. Determinados individuos son, en efecto, más sensibles alfactor a), otros al factor b), etcétera. . .
Si se quiere realizar la posibilidad de provocar la hipnosis de repente y a una distancia más o menos extensa, siendo el factor d) el único utilizable, el acierto será más fácil con un sujeto que sea más sensible a él que a los otros tres, y eso puede comprobarse fácilmente sometiendo a cada uno de los sujetos de que se necesiten a cuatro series de creaciones, respectivamente sensoriales, orales, magnéticas y psíquicas. En caso de no poder elegir, puede ensayarse sobre un sujeto hipnotizable cualquiera.
Luego de haber acostumbrado al sujeto a percibir las sugestiones mentales, de acuerdo con las indicaciones dadas en el capítulo anterior, se posibilita el dormir y el despertar mediante un simple esfuerzo de voluntad.
Y cuando esta última situación se hace hábito, cuando ya no pida bastante más esfuerzo, se le obtiene a gran distancia tan bien como a muy cerca. Una información en extremo interesante de un experimento de ese género, repetido varias veces por un Comité de sabios y de médicos, fue dada por Ochorowicz en su obra titulada La Sugestión mental. Otros se encontrarán en el de Boirac, La Psicología desconocida.
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En un sujeto que no ha sido nunca objeto de hipnotizaciones. — Quien haya leído atentamente los tres pricapítulos de este libro, sabe que las tesis están divididas en cuanto a la posibilidad de un tal fenómeno; sabe ya las bases de la tesis afirmativa, y deducirá que sólo un experimento personalmente efectuado puede procurar a cada cual una certidumbre en caso necesario.
Ya dije en el capítulo III cómo se influye sobre quien sea a distancia y sin saberlo. Sea cual fuere el fin que se busquela técnica preparatoria y operatoria seguirá siendo la del capitulo en cuestión. O sea, que, en la mayoría de los casos, seria inútil el esperar una situación secundaria bien caracteritada de una sola sesión de acción mental. Como en cualquier otro efecto conforme a una imagen exacta, la repetición del esfuerzo emisivo es imprescindible.
Por otro lado, a quienquiera que desee intentar la obtencion de la hipnosis a distancia en sujetos no «trabajados», se requiere una condición esencial, de acuerdo con los principios expuestos en el capítulo III: La de dominar el experimento hipnotico común, el que se ejerce con ayuda de la mirada y de la palabra en sujetos presentes.
Sólo un experto a quien le sea conocida la producción de la hipnosis, podrá imaginar, sugerir la venida. Por lo demás, creo haber insistido lo suficiente respecto del importante papel de las imágenes mentales en telepsiquia.
Las variadas representaciones utilizables para el ensayo del hipnotismo a distancia son:
I Figura del sujeto, presente, sentado ante el experto col mo para la hipnotización oral.
II Figura de la ejecución de la primera maniobra y de los efectos que ella determina.
III Figuras continuas de las maniobras que siguen a la anterior y de sus respectivos efectos.
IV Imagen del sujeto en estado integral de hipnosis. - La impulsación volitiva, del que se conoce el indispensable ardor, será aquí caracterizada por una decidida intención de provocar el sueño hipnótico. Dicha intención basta por si sola para afectar al sujeto, ya que es emitida largamente y se repite a diario durante varias semanas. Pero sin la representación bien nítida de la situación que se desea, se influirá de manera imprecisa y el sujeto experimentaría un cierto entorpecimiento mal definido.
Es inútil decir que una vez obtenida la hipnosis, la sugestión se posibilita. Así como un sujeto a quien dormís por mediación de la mirada y la palabra llega a su grado máximo de sugestibilidad, aquel que es hipnotizado por acción a distancia se hace sugestionable mentalmente en tanto que es mantenido en la hipnosis.
El despertar no ofrece dificultades. Se lleva a efecto encuanto se le sugiere al sujeto, como en la experimentación común.
SUGESTION MENTAL
EXPERIMENTOS SOBRE SUJETOS DESPIERTOS O HIPNOTIZADOS, DE LA SUGESTIÓN MENTAL
1. Costumbres de los sujetos. — 2. En situación de vigilia. El cumberlandismo, su técnica, su papel educacional. — 3. La sugerencia mental sin contacto. — 4. En situación de hipnosis. Concepción auténtica de las -situaciones secundarias. — 5. Método para provocar una situación de hipnosis. Cómo ayuda la sugestión a la percipiensa. Indicaciones prácticas.
1
Costumbres de los sujetos. — Cuando se obra sobre sujetos presentes y pueden renovarse los ensayos, es posible acostumbrar a tales sujetos, aumentar su percipiencia, ya sea en situación de vigilia mediante un método que voy a describir, ya sea en estado de hipnosis, por medio de sugestiones verbales repetidas.
2
En situación de vigilia. — Costumbres de la pasividad la mente por los procedimientos de Cumberland. — Este tistema descansa en las inevitables manifestaciones musculares de la mente. Tomar de la muñeca a una persona que piense tigorsamente en haceros ejecutar un movimiento cualquiera, y con una poca de atención percibiréis el impulso que su brazo recibe de su cerebro y transmite a vuestra mano. Ciertos expertos, virtuosos de esa lectura muscular, llegan a simular con su ayuda la lectura de pensamientos. Os piden que mentalmente les ordenéis una acción, os toman de la muñeca y con suficiente habilidad interpretan sus estremecimientos, para efectuar guiados por vosotros mismos, la acción requerida. Para lograr eso hay que saber desviar la natural atención de las ideas que tienden a perseguirse en la mente, de las suputaciones que ésta produce; en pocas palabras, hay que colocarse en una condición aideica, realizar lo que las escuelas psíquicas orientales denominan la noche mental.
El cumberlandismo deja, pues, acostumbrar a un sujeto a volverse pasivo, a interrumpir su actividad intelectual, cosa que sutiliza enormemente su percipiencia relativa a las sugestiones mentales sin contacto. He aquí por qué uso y sugiero ese método — conocido por el nombre de su inventor —, del que en seguida doy la técnica:
1.» Escójase, en el local en que se experimenta, un lugar en el que el experto se situará con el sujeto a cada ensayo. Esto será el punto de iniciación de todas las trayectorias que ulteriormente le serán sugeridas.
2. Suponemos un acto a efectuar por el sujeto. Al principio, ese acto habrá de ser algo muy simple; por ejemplo: ir a la habitación contigua, tomar un objeto y ponerlo sobre una silla.
3.' Desglosad ese acto en tantos movimientos parciales como sean necesarios para llevarle a efecto. Por ejemplo: ir hacia la entrada — volverse hacia ella — alzad el brazo — llevarlo hasta el pomo de la puerta — coger éste — hacerle girar — tirar (o empujar) — entrar en la pieza donde se esté el objeto — ir hasta éste — pararse — alzar el brazo — coger el objeto — retirar el brazo — voltearse hacia la silla caminar en dirección a ésta — y poner el objeto.
4. Decid al sujeto que os tome de la muñeca derecha con su mano izquierda, vigorosamente.
5.' Concentrad vuestra atención sobre el inicial de los movimientos a sugerir (andar). Suponemos que veis al sujeto avanzar una pierna y luego la otra. Insistid en esta representación hasta que el sujeto empiece a caminar. Continuad impulsándole con la mente, siguiéndole. (El sujeto debe guiaros, caminar adelante de vosotros, lo que en presencia de expedidores produce la ilusión de una lectura de pensamiento.) Cuando el sujeto llegue al fin de la ejecución de la orden, primera, dadle la segunda, siempre en forma de imagen junto de una conminación mental vigorosa.
6. Si falla, tratad de interrumpir la acción errónea ordenándole: «¡Deténgase!» Y, en seguida que se haya detenido, reanudad la sugestión en el punto en que la habéis dejado.
7. Prosiguiendo la serie de vuestras sugestiones parciales, aseguráis la completa ejecución de la acción deseada.
Acostumbrándose se logra obtener cumplimiento de las acciones más completas con una rapidez extraordinaria. Esto podría usarse como entretenimiento de salón e inclusive de atracción en una sala de espectáculos. Desde el punto de vista en que nos situamos aquí el método de Cumberland predispone al sujeto y al experto a la sugestión mental sin contacto, porque si se desarrolla la percipiencia del primero, al mismo tiempo acostumbra al segundo a la concentración de la mente.
3
La sugerencia mental sin contacto. — Es conveniente seleccionar un sujeto al que sea conocido el método de Cumberland y elegir un momento en que dicho sujeto parezca hallarse completamente dispuesto. El fin de las tentativas es un poco casi indiferente, sin embargo — sugiero que se comience siempre con uno de los dos experimentos siguientes:
1.* Arreglad encima unas tres mesas, de diez a treinta objetos diferentes. Proceded inicialmente por contacto hasta que el sujeto llegue ante la mesa en que se halle el objeto que mentalmente escojéis. Ya allí cesad el contacto y seguid con vuestro esfuerzo sugestivo. El receptor no deberá precipitarse, sino que esperará un impulso bastante claro. ¿Será necesario advertir que en este exjerimento, como en los precedentes, el emisor deberá expresar sus sugestiones mediante imágenes? El experimento obtendrá aún más éxito si el emisor dedica algún tiempo la víspera del experimento, y mejor durante algunos días, a estudiar el objeto, a fin de construirse de él una imagen exacta.
2° Cubrid los ojos del sujeto y, colocándoos atrás de él, haced el esfuerzo en obtener que haga algunos movimientos sin moverse del sitio en que esté: alzar un brazo, volver la cabeza, etc... Después hacedle describir una trayectoria bien definida. Todos los ensayos del capítulo IV pueden ser ejercitados con un sujeto acostumbrado como acaba de verse.
4
En situación de hipnosis. — Sin duda asombraré a más de uno mis lectores — singularmente a quienes poseen y han estudiado los fenómenos descritos en mi Moderno método cientifico de Hipnotismo— si les digo que la verdad de los estados de hipnosis es puesta en duda, y a veces hasta negada, por personas que por sus títulos están entronizados como gente muy competente. Esos sagaces han discernido el carácter simplista de las teorías de Barid, la extrema rigurosidad de las de Charot, la imprecisión de las doctrinas de Liebeaul y las suposiciones exesivamente abundantes ligadas al sistema de los magnetistas. Después, gravemente, han arrojado al niño con el aqua del baño, y juzgado inoportuno el amplio derroche, de tiempo y de esfuerzos necesario a quien desea dedicarse a sucesivos ensayos de obtención de los estados psíquicos particulares antaño calificados de «hipnosis», los competentes negado-res en cuestión no podrían vanagloriarse de un criterio experimental bastante. Sólo a este último deberán recurrir los que deseen saber.
Practicad las maniobras hipnóticas en cien sujetos cualesquiera. Probablemente no observéis ni siquiera en uno solo los famosos estados clasicos (talepsia, sonambulismo y letargia) resultados de la conjunción de un terreno nervioso específico,de un procedimiento particular y de la influencia doctrinal de la Salpétriére —; pero seguramente observaréis extrañas modificaciones momentáneas de la condición psíquica natural de los sujetos. Entre esas modificaciones figurarán, en un 20 por 100 de casos aproximadamente, la inconsciencia y el grado de sugestibilidad que admite extinguir la sensibilidad e impresionar el sistema nervioso hasta el punto de avivar o de entorpecer en un instante toda función.
Comprobaréis no una situación fija siempre condicionada de parecido modo, sino tantas hipnosis distintas cuantos sean los sujetos afectados.
Esta diversidad, que es suficiente para derrotar a quien quiera quo no haya puesto a prueba un cuantiosos número de sujetos, esa inconsistencia que hace se extravíe la sindéresis de algunos ilustres neurólogos y psiquiatras, no ha escapado a ninguno de aquellos que han hecho del hipnotismo la fundamental ocupación de su vida, lo han practicado continuamente y siguen siendo auténticos maestros. Donato, en una obra que apareció en 1882, apuntaba la fugacidad de los caracteres clásicos de la hipnosis. Alexandre Lapótre lo examina en una de sus obras. Yo mismo lo señalé en mi primer trabajo, un sencillo opúsculo publicado en 1909
La digresión que sigue me ha parecido un útil preámbulo a la exposición de los métodos que sugiero para provocar la hipnosis, porque comenta la directiva esencial a todo tentativa hipnótica: No atenerse a una clase de descentramiento — después del cual el sujeto se encuentra reducido a una situación de autómata pasivo e inconsciente —, sino buscar una alteración más o menos acentuada de la actividad psíquica consciente que sobrevenga con comitante a una extensión de la actividad psíquica subconsciente. Esta última extensión comporta la de la recepción de las sugestiones mentales. De ahí el interés de la hipnosis desde el punto de vista de los fenómenos de que trata esta obra.
5
MÉTODO PARA PROVOCAR UNA SITUACIÓN DE HIPNOSIS.
No debéis preocuparos por la edad, ni por el sexo, ni por el grado de energía psíquica, ni por los niveles intelectuales del sujeto. La aptitud a los estados es dependiente de uno o varios elementos mal definidos que no son excluidos por ninguna característica notable. Procurad que vuestro colaborador eventual se siente frente a vosotros y de cara a la luz, la cual os dará a la espalda.
I Sujetad en vuestras manos los pulgares del colaborador. Invitadle a que os mire. Dirigid y sostened fija vuestra mirada en un punto equidistante de las comisuras internas de los ojos. Pensad concentradamente que el sujeto va a dar signos de fatiga ocular. Seguid así hasta que el reflejo palpebral se acentúa notoriamente. Si esto no sucediera al cabo de cinco minutos, pasad en seguida a la segunda maniobra.
II Poned ante los ojos del colaborador, a unos diez centímetros de distancia, un pedacito de madera o de metal terminado en una bola, o por lo menos en forma notable, y sugerid a que concentre su vista en la convexidad y siga con la mirada los movimientos de aquélla. Haced que esa parte saliente describa muy lentamente un ciclo descendente, desplazando el centro en cada vuelta cosa de un milímetro. Al mismo tiempo decid con voz precisa: «Sus párpados se vuelven pesados, se entorpecen. Siente usted una especie de picazón en los ojos y una pesadez cada vez mayor en los párpados. Usted ve una cierta niebla, algo semejante a un velo. Su cabezal se entorpece. Su vista se hace confusa. Sus ojos se cierran. ..», y repetid esas sugestiones hasta que tenga efecto la oclusión de los oíos.
III Poneos tras del sujeto. Aplicad vuestras manos lateralmente contra su rostro, a la altura de los ojos, con los dedos medios débilmente apoyados en los globos oculares. Sugerid la pesadez de la cabeza: «Su cabeza se vuelve pesada, más pesada,! cada vez más pesada. Le pesa demasiado, como plomo». Insistid hasta.que la cabeza del colaborador se incline hacia su pecho.
IV Volved a poneros frente del sujeto. Colocadle de plano las manos sobre su cabeza, con los pulgares unidos en medio de la línea de implantación de los cabellos. Describid continuamente, con un ritmo firme, semicírculos, friccionándole la frente con el extremo de los pulgares y tangencialmente a las cejas. Afirmad la llegada del sueño: «Ahora siente usted sueño. Siente que se va a dormir. Experimenta una inmensa necesidad de dormirse. El sueño lo domina, le ataca a usted nota, cierto entorpecimiento general. Se duerme cada vez más profundamente. Todo se ennegrece y cada una de mis palabras le hace dormir más intensamente. Sueño. . sueño. . . y profundo sueño...... Se ha dormido usted, tan intensamente que ruando yo diga siete se sumirá en un sueño aún más profundo.» Contad lentamente hasta siete.
V Sujetad con bastante vigor la ríz de la nariz y el vértex del sujeto y decid, articulando claramente: «Duerma, duerma, usted duerme. Nada lo despertará mientras yo quiera, El sueño es más y más intenso. Está ya dormido. ¡Duerma!»
Atenuad la iluminación. Alzad con delicadeza uno de los párpados del sujeto. Si el globo ocular está vuelto hacia arriba, o si la pupila ésta ya sea dilatada, ya disminuida notoriamente, será prueba de que la condición psíquica del sujeto se ha cambiado. Difiere de la normal en el modo indicado ya, en las páginas anteriores y siguientes.
Deberéis probar las diversas pruebas utilizadas para apreciar el grado de la hipnosis: anestesia sugerida, contracciones sinergéticas, indiferencia a la olfacción del amoníaco, etc. Dando al sujeto de una a tres órdenes verbales, juzgaréis de su pasividad. Sea como fuere, repetidle varias veces las siguientes sugestiones: «Usted no piensa en nada. Deja de pensar. No puede pensar más que en lo que yo le sugiera verbal o mentalmente. Voy a fijar mi voluntad en varias imágenes, en distintas ideas que se comunicarán a su espíritu y se impondrán a su atención.»
Hecho esto, podrán iniciar el ensayo de transmisión del pensamiento o de sugestión mental, ya sea según lo dicho en el capítulo IV, ya de acuerdo con los datos del presente en lo que concierne a la experimentación en situación de vigilia.
Cuidaos de dudar de vuestra aptitud o de creer que es algo excepcional la obtención de esas manifestaciones. Por lo demás, los principiantes tienen con frecuencia la buena fortuna de encontrarse desde su primer ensayo sujetos bien dotados y muy sensibles. Inclusive diría que bastantes han logrado obtener desde el primer momento, a mi vista, manifestaciones precisas e instantáneas.
Generalmente son necesarios de tres a cinco minutos de acción para que el fenómeno se efectúe. Pero también ocurre que desde el primer segundo actúa la emisión mental del experto.
Por último: evitad el operar con más de dos o tres asistentes, sobre todo en los principios, o con un sujeto nuevo, y rogad a los presentes que observen un silencio absoluto.
1. Costumbres de los sujetos. — 2. En situación de vigilia. El cumberlandismo, su técnica, su papel educacional. — 3. La sugerencia mental sin contacto. — 4. En situación de hipnosis. Concepción auténtica de las -situaciones secundarias. — 5. Método para provocar una situación de hipnosis. Cómo ayuda la sugestión a la percipiensa. Indicaciones prácticas.
1
Costumbres de los sujetos. — Cuando se obra sobre sujetos presentes y pueden renovarse los ensayos, es posible acostumbrar a tales sujetos, aumentar su percipiencia, ya sea en situación de vigilia mediante un método que voy a describir, ya sea en estado de hipnosis, por medio de sugestiones verbales repetidas.
2
En situación de vigilia. — Costumbres de la pasividad la mente por los procedimientos de Cumberland. — Este tistema descansa en las inevitables manifestaciones musculares de la mente. Tomar de la muñeca a una persona que piense tigorsamente en haceros ejecutar un movimiento cualquiera, y con una poca de atención percibiréis el impulso que su brazo recibe de su cerebro y transmite a vuestra mano. Ciertos expertos, virtuosos de esa lectura muscular, llegan a simular con su ayuda la lectura de pensamientos. Os piden que mentalmente les ordenéis una acción, os toman de la muñeca y con suficiente habilidad interpretan sus estremecimientos, para efectuar guiados por vosotros mismos, la acción requerida. Para lograr eso hay que saber desviar la natural atención de las ideas que tienden a perseguirse en la mente, de las suputaciones que ésta produce; en pocas palabras, hay que colocarse en una condición aideica, realizar lo que las escuelas psíquicas orientales denominan la noche mental.
El cumberlandismo deja, pues, acostumbrar a un sujeto a volverse pasivo, a interrumpir su actividad intelectual, cosa que sutiliza enormemente su percipiencia relativa a las sugestiones mentales sin contacto. He aquí por qué uso y sugiero ese método — conocido por el nombre de su inventor —, del que en seguida doy la técnica:
1.» Escójase, en el local en que se experimenta, un lugar en el que el experto se situará con el sujeto a cada ensayo. Esto será el punto de iniciación de todas las trayectorias que ulteriormente le serán sugeridas.
2. Suponemos un acto a efectuar por el sujeto. Al principio, ese acto habrá de ser algo muy simple; por ejemplo: ir a la habitación contigua, tomar un objeto y ponerlo sobre una silla.
3.' Desglosad ese acto en tantos movimientos parciales como sean necesarios para llevarle a efecto. Por ejemplo: ir hacia la entrada — volverse hacia ella — alzad el brazo — llevarlo hasta el pomo de la puerta — coger éste — hacerle girar — tirar (o empujar) — entrar en la pieza donde se esté el objeto — ir hasta éste — pararse — alzar el brazo — coger el objeto — retirar el brazo — voltearse hacia la silla caminar en dirección a ésta — y poner el objeto.
4. Decid al sujeto que os tome de la muñeca derecha con su mano izquierda, vigorosamente.
5.' Concentrad vuestra atención sobre el inicial de los movimientos a sugerir (andar). Suponemos que veis al sujeto avanzar una pierna y luego la otra. Insistid en esta representación hasta que el sujeto empiece a caminar. Continuad impulsándole con la mente, siguiéndole. (El sujeto debe guiaros, caminar adelante de vosotros, lo que en presencia de expedidores produce la ilusión de una lectura de pensamiento.) Cuando el sujeto llegue al fin de la ejecución de la orden, primera, dadle la segunda, siempre en forma de imagen junto de una conminación mental vigorosa.
6. Si falla, tratad de interrumpir la acción errónea ordenándole: «¡Deténgase!» Y, en seguida que se haya detenido, reanudad la sugestión en el punto en que la habéis dejado.
7. Prosiguiendo la serie de vuestras sugestiones parciales, aseguráis la completa ejecución de la acción deseada.
Acostumbrándose se logra obtener cumplimiento de las acciones más completas con una rapidez extraordinaria. Esto podría usarse como entretenimiento de salón e inclusive de atracción en una sala de espectáculos. Desde el punto de vista en que nos situamos aquí el método de Cumberland predispone al sujeto y al experto a la sugestión mental sin contacto, porque si se desarrolla la percipiencia del primero, al mismo tiempo acostumbra al segundo a la concentración de la mente.
3
La sugerencia mental sin contacto. — Es conveniente seleccionar un sujeto al que sea conocido el método de Cumberland y elegir un momento en que dicho sujeto parezca hallarse completamente dispuesto. El fin de las tentativas es un poco casi indiferente, sin embargo — sugiero que se comience siempre con uno de los dos experimentos siguientes:
1.* Arreglad encima unas tres mesas, de diez a treinta objetos diferentes. Proceded inicialmente por contacto hasta que el sujeto llegue ante la mesa en que se halle el objeto que mentalmente escojéis. Ya allí cesad el contacto y seguid con vuestro esfuerzo sugestivo. El receptor no deberá precipitarse, sino que esperará un impulso bastante claro. ¿Será necesario advertir que en este exjerimento, como en los precedentes, el emisor deberá expresar sus sugestiones mediante imágenes? El experimento obtendrá aún más éxito si el emisor dedica algún tiempo la víspera del experimento, y mejor durante algunos días, a estudiar el objeto, a fin de construirse de él una imagen exacta.
2° Cubrid los ojos del sujeto y, colocándoos atrás de él, haced el esfuerzo en obtener que haga algunos movimientos sin moverse del sitio en que esté: alzar un brazo, volver la cabeza, etc... Después hacedle describir una trayectoria bien definida. Todos los ensayos del capítulo IV pueden ser ejercitados con un sujeto acostumbrado como acaba de verse.
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En situación de hipnosis. — Sin duda asombraré a más de uno mis lectores — singularmente a quienes poseen y han estudiado los fenómenos descritos en mi Moderno método cientifico de Hipnotismo— si les digo que la verdad de los estados de hipnosis es puesta en duda, y a veces hasta negada, por personas que por sus títulos están entronizados como gente muy competente. Esos sagaces han discernido el carácter simplista de las teorías de Barid, la extrema rigurosidad de las de Charot, la imprecisión de las doctrinas de Liebeaul y las suposiciones exesivamente abundantes ligadas al sistema de los magnetistas. Después, gravemente, han arrojado al niño con el aqua del baño, y juzgado inoportuno el amplio derroche, de tiempo y de esfuerzos necesario a quien desea dedicarse a sucesivos ensayos de obtención de los estados psíquicos particulares antaño calificados de «hipnosis», los competentes negado-res en cuestión no podrían vanagloriarse de un criterio experimental bastante. Sólo a este último deberán recurrir los que deseen saber.
Practicad las maniobras hipnóticas en cien sujetos cualesquiera. Probablemente no observéis ni siquiera en uno solo los famosos estados clasicos (talepsia, sonambulismo y letargia) resultados de la conjunción de un terreno nervioso específico,de un procedimiento particular y de la influencia doctrinal de la Salpétriére —; pero seguramente observaréis extrañas modificaciones momentáneas de la condición psíquica natural de los sujetos. Entre esas modificaciones figurarán, en un 20 por 100 de casos aproximadamente, la inconsciencia y el grado de sugestibilidad que admite extinguir la sensibilidad e impresionar el sistema nervioso hasta el punto de avivar o de entorpecer en un instante toda función.
Comprobaréis no una situación fija siempre condicionada de parecido modo, sino tantas hipnosis distintas cuantos sean los sujetos afectados.
Esta diversidad, que es suficiente para derrotar a quien quiera quo no haya puesto a prueba un cuantiosos número de sujetos, esa inconsistencia que hace se extravíe la sindéresis de algunos ilustres neurólogos y psiquiatras, no ha escapado a ninguno de aquellos que han hecho del hipnotismo la fundamental ocupación de su vida, lo han practicado continuamente y siguen siendo auténticos maestros. Donato, en una obra que apareció en 1882, apuntaba la fugacidad de los caracteres clásicos de la hipnosis. Alexandre Lapótre lo examina en una de sus obras. Yo mismo lo señalé en mi primer trabajo, un sencillo opúsculo publicado en 1909
La digresión que sigue me ha parecido un útil preámbulo a la exposición de los métodos que sugiero para provocar la hipnosis, porque comenta la directiva esencial a todo tentativa hipnótica: No atenerse a una clase de descentramiento — después del cual el sujeto se encuentra reducido a una situación de autómata pasivo e inconsciente —, sino buscar una alteración más o menos acentuada de la actividad psíquica consciente que sobrevenga con comitante a una extensión de la actividad psíquica subconsciente. Esta última extensión comporta la de la recepción de las sugestiones mentales. De ahí el interés de la hipnosis desde el punto de vista de los fenómenos de que trata esta obra.
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MÉTODO PARA PROVOCAR UNA SITUACIÓN DE HIPNOSIS.
No debéis preocuparos por la edad, ni por el sexo, ni por el grado de energía psíquica, ni por los niveles intelectuales del sujeto. La aptitud a los estados es dependiente de uno o varios elementos mal definidos que no son excluidos por ninguna característica notable. Procurad que vuestro colaborador eventual se siente frente a vosotros y de cara a la luz, la cual os dará a la espalda.
I Sujetad en vuestras manos los pulgares del colaborador. Invitadle a que os mire. Dirigid y sostened fija vuestra mirada en un punto equidistante de las comisuras internas de los ojos. Pensad concentradamente que el sujeto va a dar signos de fatiga ocular. Seguid así hasta que el reflejo palpebral se acentúa notoriamente. Si esto no sucediera al cabo de cinco minutos, pasad en seguida a la segunda maniobra.
II Poned ante los ojos del colaborador, a unos diez centímetros de distancia, un pedacito de madera o de metal terminado en una bola, o por lo menos en forma notable, y sugerid a que concentre su vista en la convexidad y siga con la mirada los movimientos de aquélla. Haced que esa parte saliente describa muy lentamente un ciclo descendente, desplazando el centro en cada vuelta cosa de un milímetro. Al mismo tiempo decid con voz precisa: «Sus párpados se vuelven pesados, se entorpecen. Siente usted una especie de picazón en los ojos y una pesadez cada vez mayor en los párpados. Usted ve una cierta niebla, algo semejante a un velo. Su cabezal se entorpece. Su vista se hace confusa. Sus ojos se cierran. ..», y repetid esas sugestiones hasta que tenga efecto la oclusión de los oíos.
III Poneos tras del sujeto. Aplicad vuestras manos lateralmente contra su rostro, a la altura de los ojos, con los dedos medios débilmente apoyados en los globos oculares. Sugerid la pesadez de la cabeza: «Su cabeza se vuelve pesada, más pesada,! cada vez más pesada. Le pesa demasiado, como plomo». Insistid hasta.que la cabeza del colaborador se incline hacia su pecho.
IV Volved a poneros frente del sujeto. Colocadle de plano las manos sobre su cabeza, con los pulgares unidos en medio de la línea de implantación de los cabellos. Describid continuamente, con un ritmo firme, semicírculos, friccionándole la frente con el extremo de los pulgares y tangencialmente a las cejas. Afirmad la llegada del sueño: «Ahora siente usted sueño. Siente que se va a dormir. Experimenta una inmensa necesidad de dormirse. El sueño lo domina, le ataca a usted nota, cierto entorpecimiento general. Se duerme cada vez más profundamente. Todo se ennegrece y cada una de mis palabras le hace dormir más intensamente. Sueño. . sueño. . . y profundo sueño...... Se ha dormido usted, tan intensamente que ruando yo diga siete se sumirá en un sueño aún más profundo.» Contad lentamente hasta siete.
V Sujetad con bastante vigor la ríz de la nariz y el vértex del sujeto y decid, articulando claramente: «Duerma, duerma, usted duerme. Nada lo despertará mientras yo quiera, El sueño es más y más intenso. Está ya dormido. ¡Duerma!»
Atenuad la iluminación. Alzad con delicadeza uno de los párpados del sujeto. Si el globo ocular está vuelto hacia arriba, o si la pupila ésta ya sea dilatada, ya disminuida notoriamente, será prueba de que la condición psíquica del sujeto se ha cambiado. Difiere de la normal en el modo indicado ya, en las páginas anteriores y siguientes.
Deberéis probar las diversas pruebas utilizadas para apreciar el grado de la hipnosis: anestesia sugerida, contracciones sinergéticas, indiferencia a la olfacción del amoníaco, etc. Dando al sujeto de una a tres órdenes verbales, juzgaréis de su pasividad. Sea como fuere, repetidle varias veces las siguientes sugestiones: «Usted no piensa en nada. Deja de pensar. No puede pensar más que en lo que yo le sugiera verbal o mentalmente. Voy a fijar mi voluntad en varias imágenes, en distintas ideas que se comunicarán a su espíritu y se impondrán a su atención.»
Hecho esto, podrán iniciar el ensayo de transmisión del pensamiento o de sugestión mental, ya sea según lo dicho en el capítulo IV, ya de acuerdo con los datos del presente en lo que concierne a la experimentación en situación de vigilia.
Cuidaos de dudar de vuestra aptitud o de creer que es algo excepcional la obtención de esas manifestaciones. Por lo demás, los principiantes tienen con frecuencia la buena fortuna de encontrarse desde su primer ensayo sujetos bien dotados y muy sensibles. Inclusive diría que bastantes han logrado obtener desde el primer momento, a mi vista, manifestaciones precisas e instantáneas.
Generalmente son necesarios de tres a cinco minutos de acción para que el fenómeno se efectúe. Pero también ocurre que desde el primer segundo actúa la emisión mental del experto.
Por último: evitad el operar con más de dos o tres asistentes, sobre todo en los principios, o con un sujeto nuevo, y rogad a los presentes que observen un silencio absoluto.
LA COMUNION ORDENADA
LA COMUNIÓN ORDENADA
1. Cualidaades de experimentos A) La emisión.— B) La perfeccion — 2. La analogía. — 3. La emisión de imágenes A) Formay colorido. — B) Sonética. — C) Olfato y sabor. — D)Tacto. — E) Impulsación muscular. — F) Situaciones emocionales. — G) Transmisión literal.
Cualidades de experimento. — A) La emisión. — Los fenómenos psíquicos de proceso tardado, tales como el mandato del pensamiento, del cual hemos expuesto la técnica en el capítulo lll,dependen sobre todo de las cualidades de la emisión. Si el sujeto es notablemente influible, el experto llega a conseguir sus fines en un pequeño número de sesiones; de otra forma, éstas deben ser repetidas más tiempo, pero, a la larga, un sugestionador hábil, vigoroso y sutil, inevitablemente logrará influir sobre quien quiera.
En la búsqueda de los fenómenos instantáneos, el éxito de la experimentación depende principalmente de la sensibilidad del perceptor. Al emisor le basta un esfuerzo de atención — poco más o menos parecido a aquel que se lleva a efecto cada vez que se trata de entender alguna cosa dificultosa — y un poco de método. La costumbre de fijar su pensamiento en imagenes claras y sostenidas, el deseo de comunicarlo, facilitan siemprela tarea del emisor, pero el virtuosismo y el ardor de este último no podrán suplir la falta de las disposiciones receptivas del sujeto. Al revés, un perceptor sencible y habituado recoge y retiene incluso las más débiles emisiones.
B) El receptor. — Los sujetos activos, voluntariosos, realizadores, tienen mejores cualidades para emitir que para percibir. Entre dos sujetos deseosos de experimentar el más contemplativo deberá elegir el papel de receptor. Por otra parte, se tomará en cuenta que la simpatía, la analogía de cultura y la equivalencia de sutileza intelectual favorecen la comunión de pensamientos.
Lo que mejor prepara para la recepción de las ondas telepsíquicas es practicar el ejercicio denominado «aislamiento» que se indica en la mayoría de obras de educación de la voluntad, porque es primordial a la instauración de la costumbre de dirigir el pensamiento. Esa práctica consiste en enrarecer primero y en suspender después la actividad intelectual. Porque el receptor necesita la aptitud de un intenso recogimiento expectativo, aptitud que es desarrollada rápidamente por la práctica en cuestión.
2
La analogía. — Los dos practicantes señalarán los días y horas en que hayan de tener efecto los ensayos y harán éstos en momentos en que los dos dispongan de libertad para aislarse en el silencio sin riesgo a interrupciones.
El fin de cada ensayo se dejará a la iniciativa del emisor, el que especificará no obstante la clase de imágenes que emitira: visuales, auditivas, etcétera. . . Al inicio de cada sesión deberan ser reservados quince minutos para establecer la analogía telepsíquica. Y según dure tal sesión, se ensayará una, dos o tres emisiones, a razón de una por cada cuarto de hora.
En el instante de ponerse en telecontacto, los interesados deberán tener interés en buscar una posición cómoda en la que el bienestar físico linde con la incorporeidad. Y cada cual de ellosconservará tan sólo una media luz situada tras él.
Por unos cinco minutos más o menos, piénsese solamente en efectuar una retención muscular y una pasividad nerviosa totales.
después el emisor recordará mentalmente la imagen del recetptor. Por su parte, este último se concentrará en sí mismo, dejará de pensar activamente, suprimirá toda voluntad imaginativa, a fin de permanecer en la más intensa expectativa psíquica. A ese estado se le nombra el vacío mental.
A manera de indicación complementaria, creo conveniente decir aquí que ciertos experimentadores han preconizado, para establecer la analogía, el empleo de una forma convenida que los interesados deberían recitar en su interior a la hora prevista para los ensayos, o el de una imagen que contemplarían durante algunos segundos. Es cosa que puede ensayarse. En lo personal me atengo al recuerdo de la imagen, que siempre me ha dado magníficos resultados. Por lo demás, cuando el emisor se siente muy animado intelectualmente, su intención pura y simple basta para hacer contacto con el sujeto.
La emisión de imágenes. — El colorido y las formas se comunican con facilidad; después vienen: los sonidos, los olores, los sabores, las sensaciones táctiles, las impresiones musculares, los estados emotivos y las fórmulas genéricas. He aquí les directrices que hay que observar para cada grupo.
A) Colorido y forma
La progresión. — Un manchón de color de contornos suaves sobre fondo blanco; una forma simple, ricamente trazada senegro sobre fondo claro (triángulo, círculo, hexágono, letra capital etc.); una simple forma coloreada (corazón triángulo verde, etc...); una forma compleja en color (naipe, palabra escrita en 'gruesos caracteres de color, objeto con sus matices). El emisor. — Observará atentamente un modelo material, separadocon antelación, de lo que quiere transmitir; luego,
cerrando los ojos, se representará la imagen mental de ello. nalmente evocará al sujeto viendo aparecer dicha imagen. duración convencional para cada una de esas tres operador es de tres a cinco minutos.
El receptor. — Colocará ante su vista una pantalla blano tenuemente coloreada e iluminada de uniforme manera por u media luz, y dejará que su mirada vaya errante tranquilamente indiferentemente, por dicha pantalla. Si le vinieran varias i presiones las notará pasivamente pero teniendo cuenta de alguna de ellas le parece más intensa. De cuando en cuan cerrará lentamente los ojos y al cabo de algunos momentos 1 volverá a abrir, asimismo lentamente.
B) Sonido
La progresión. — Un sonido rítmico y sucesivo (ejemple timbre de un despertador); una cantidad de ruidos violente (detonaciones, golpes en un batintín); un arpegio; una melodie breve y clara (por ejemplo: el tema musical de la espada); u interpelación brusca (¡Arriba! — ¡Atención!): una frase cort y expresiva.
El emisor. — La audición efectiva de lo que quiere emitis le ayudará estimablemente, más al principio. Visualizará al receptor, imaginándose que él está presente y que le oye. A falt de la audición efectiva, pueden ser suficientes los únicos recursos autoalucinatorios.
El receptor. — Para la recepción de los sonidos es preferible una opaca obscuridad; bien entendido que el silencio es necesario. Sentado o acostado, el receptor podrá abandonarse a una ligera somnolencia.
C) Olores y sabores
Se procederá de una manera parecida a la anterior. Cuanto mas vigoroso sea un olor o un sabor, más fácilmente se transmitira. El emisor será ayudado siempre por la real puesta en juego de sus sentidos. Como anteriormente, la imagen del sujeto y el hecho de imaginarse que percibe la emisión son absolutos.
D) Sensación táctil
La progresión. — Piquete de alfiler, contacto frío, tenue corriente de aire, aplicación de las manos, impresión de ser empujado para atrás cogido por los hombros.
El emisor. — Usará a su gusto de alguno de los dos procedimientos siguientes:
—Someterse por sí mismo a la causa efectiva de la sensacion a emitir, figurándose ver que el sujeto la siente al mismo tiempo que él.
—Figurarse que el sujeto está ante su presencia y actuar sobre ese fantasma.
El receptor. — Invariablemente pasivo, procurará apartar de él todo origen de impresión real que pueda ser susceptible de inducirle a error.
E) Impulsarían muscular
La progresión (El sujeto se hallará invariablemente sentado al inicio de la sesión). — Movimientos sencillos: levantar- | se, alzar un brazo o una pierna, etc.; ambulación: levantarse y avanzar, caminar hacia la derecha o hacia la izquierda, volverse, en una palabra, describir una trayectoria definida; actos sencillos: abrir un objeto, moverlo, dejarle caer; actos complexos: fumar, escribir, tomar un artefacto musical, etc.
El emisor. — Con la sola orden no se obtendrá éxito en el 90 por 100 de los casos. Las sugestiones deberán de formularse mediante imágenes. En la imaginación, ved al sujeto alzarse y seguid la descomposición de los movimientos sugeridos. Asi, para emitirle el impulso de caminar, es necesario que conel pensamiento se den ánimos alternativamente a las piernas del receptor. Cada gesto deberá ser visualizado lentamente, en toda su extensión, de cuatro a veinte veces continuas.
El receptor. — Al inicio de la sesión deberá estar sentado. Una medialuz, con el único fin de evitar los tropiezos.
F) Situaciones emocionales
Tal que creo haber logrado hacerlo entender, la emoción constituye la clave de las acciones a distancia. Voluntaria, se comunica por sí misma y a veces consigo, de improviso, un fenómeno de percepción integral. En el capítulo anterior hemos visto por qué y de que forma tiene lugar que se originen en uno mismo impulsos emocionales cuando se quiere imponer el propio pensamiento. Aquí tratamos de comunicar estados imaginados, pero que no se experimentan impresundiblemente. Los expertos habituados a autosugestionarse, que hayan logrado a hacer reaccionar en sí mismos su propio pensamiento, sabrán sacar ganancia de esa adquisición y colocarse, al recordarlo, en tal o cual situación emocional.
Dos fórmulas se le ofrecen al experto:
—Imaginarse que siente una emoción cualquiera y que el receptor tiene conciencia de ello.
—Imaginarse que el receptor experimenta dicha emoción ytratar de emocionarse a su vez con tal representación.
En este caso no hay que considerar la continuidad. Toda situación afectiva, claramente representada, puede transmitirse tan bien como otra cualquiera. El emisor estimará por sí mismo, según su natural psicología y la del receptor, qué estados son los que más le convienen.
G) Trasmisión literal
El transmitir una frase o una orden, literalmente, sin ayuda de un impulso emocional, necesita una concentración atentiva modelo y, por otra parte, una sutil percepción. Esta regla tiene sus excepciones, por lo menos aparentes. En algunos raros sujetos he podido comprobar una rara facilidad de sugestión literal, inclusive sobre personas no prevenidas. Así, uno de mis alumnos, quien, desganadamente, en la víspera de una entrevista, sugirió a un amigo, sin que éste fuera advertido de ello, que le hiciera una cierta proposición y, efectivamente, se le oyó proponer lo que el emisor deseaba y en los mismos términos como había sido sugerido.
La manera más racional consiste en escribir la fórmula a comunicar, pero con una escritura vigorosa, clara, resuelta, en] papel blanco, y en exponer tal papel a los rayos luminosos da una potente lámpara repitiendo en la mente los términos da aquélla mientras se recorren con la vista, enunciándolos, imaginándose su asonancia, y en seguida expresándolos en forma de imágenes, mas con el concepto persistente de que el sujeto entiende y da su conformidad. Es importante ver que este último da señales de tal conformidad, imaginárselo presente y atento y entendiendo sin dudar cuanto se le sugiere.
El receptor usará una pantalla clara, como para la recepción de imágenes. Si el sentido de la frase es emotiva, esto será un elemento muy estimable para el éxito.
1. Cualidaades de experimentos A) La emisión.— B) La perfeccion — 2. La analogía. — 3. La emisión de imágenes A) Formay colorido. — B) Sonética. — C) Olfato y sabor. — D)Tacto. — E) Impulsación muscular. — F) Situaciones emocionales. — G) Transmisión literal.
Cualidades de experimento. — A) La emisión. — Los fenómenos psíquicos de proceso tardado, tales como el mandato del pensamiento, del cual hemos expuesto la técnica en el capítulo lll,dependen sobre todo de las cualidades de la emisión. Si el sujeto es notablemente influible, el experto llega a conseguir sus fines en un pequeño número de sesiones; de otra forma, éstas deben ser repetidas más tiempo, pero, a la larga, un sugestionador hábil, vigoroso y sutil, inevitablemente logrará influir sobre quien quiera.
En la búsqueda de los fenómenos instantáneos, el éxito de la experimentación depende principalmente de la sensibilidad del perceptor. Al emisor le basta un esfuerzo de atención — poco más o menos parecido a aquel que se lleva a efecto cada vez que se trata de entender alguna cosa dificultosa — y un poco de método. La costumbre de fijar su pensamiento en imagenes claras y sostenidas, el deseo de comunicarlo, facilitan siemprela tarea del emisor, pero el virtuosismo y el ardor de este último no podrán suplir la falta de las disposiciones receptivas del sujeto. Al revés, un perceptor sencible y habituado recoge y retiene incluso las más débiles emisiones.
B) El receptor. — Los sujetos activos, voluntariosos, realizadores, tienen mejores cualidades para emitir que para percibir. Entre dos sujetos deseosos de experimentar el más contemplativo deberá elegir el papel de receptor. Por otra parte, se tomará en cuenta que la simpatía, la analogía de cultura y la equivalencia de sutileza intelectual favorecen la comunión de pensamientos.
Lo que mejor prepara para la recepción de las ondas telepsíquicas es practicar el ejercicio denominado «aislamiento» que se indica en la mayoría de obras de educación de la voluntad, porque es primordial a la instauración de la costumbre de dirigir el pensamiento. Esa práctica consiste en enrarecer primero y en suspender después la actividad intelectual. Porque el receptor necesita la aptitud de un intenso recogimiento expectativo, aptitud que es desarrollada rápidamente por la práctica en cuestión.
2
La analogía. — Los dos practicantes señalarán los días y horas en que hayan de tener efecto los ensayos y harán éstos en momentos en que los dos dispongan de libertad para aislarse en el silencio sin riesgo a interrupciones.
El fin de cada ensayo se dejará a la iniciativa del emisor, el que especificará no obstante la clase de imágenes que emitira: visuales, auditivas, etcétera. . . Al inicio de cada sesión deberan ser reservados quince minutos para establecer la analogía telepsíquica. Y según dure tal sesión, se ensayará una, dos o tres emisiones, a razón de una por cada cuarto de hora.
En el instante de ponerse en telecontacto, los interesados deberán tener interés en buscar una posición cómoda en la que el bienestar físico linde con la incorporeidad. Y cada cual de ellosconservará tan sólo una media luz situada tras él.
Por unos cinco minutos más o menos, piénsese solamente en efectuar una retención muscular y una pasividad nerviosa totales.
después el emisor recordará mentalmente la imagen del recetptor. Por su parte, este último se concentrará en sí mismo, dejará de pensar activamente, suprimirá toda voluntad imaginativa, a fin de permanecer en la más intensa expectativa psíquica. A ese estado se le nombra el vacío mental.
A manera de indicación complementaria, creo conveniente decir aquí que ciertos experimentadores han preconizado, para establecer la analogía, el empleo de una forma convenida que los interesados deberían recitar en su interior a la hora prevista para los ensayos, o el de una imagen que contemplarían durante algunos segundos. Es cosa que puede ensayarse. En lo personal me atengo al recuerdo de la imagen, que siempre me ha dado magníficos resultados. Por lo demás, cuando el emisor se siente muy animado intelectualmente, su intención pura y simple basta para hacer contacto con el sujeto.
La emisión de imágenes. — El colorido y las formas se comunican con facilidad; después vienen: los sonidos, los olores, los sabores, las sensaciones táctiles, las impresiones musculares, los estados emotivos y las fórmulas genéricas. He aquí les directrices que hay que observar para cada grupo.
A) Colorido y forma
La progresión. — Un manchón de color de contornos suaves sobre fondo blanco; una forma simple, ricamente trazada senegro sobre fondo claro (triángulo, círculo, hexágono, letra capital etc.); una simple forma coloreada (corazón triángulo verde, etc...); una forma compleja en color (naipe, palabra escrita en 'gruesos caracteres de color, objeto con sus matices). El emisor. — Observará atentamente un modelo material, separadocon antelación, de lo que quiere transmitir; luego,
cerrando los ojos, se representará la imagen mental de ello. nalmente evocará al sujeto viendo aparecer dicha imagen. duración convencional para cada una de esas tres operador es de tres a cinco minutos.
El receptor. — Colocará ante su vista una pantalla blano tenuemente coloreada e iluminada de uniforme manera por u media luz, y dejará que su mirada vaya errante tranquilamente indiferentemente, por dicha pantalla. Si le vinieran varias i presiones las notará pasivamente pero teniendo cuenta de alguna de ellas le parece más intensa. De cuando en cuan cerrará lentamente los ojos y al cabo de algunos momentos 1 volverá a abrir, asimismo lentamente.
B) Sonido
La progresión. — Un sonido rítmico y sucesivo (ejemple timbre de un despertador); una cantidad de ruidos violente (detonaciones, golpes en un batintín); un arpegio; una melodie breve y clara (por ejemplo: el tema musical de la espada); u interpelación brusca (¡Arriba! — ¡Atención!): una frase cort y expresiva.
El emisor. — La audición efectiva de lo que quiere emitis le ayudará estimablemente, más al principio. Visualizará al receptor, imaginándose que él está presente y que le oye. A falt de la audición efectiva, pueden ser suficientes los únicos recursos autoalucinatorios.
El receptor. — Para la recepción de los sonidos es preferible una opaca obscuridad; bien entendido que el silencio es necesario. Sentado o acostado, el receptor podrá abandonarse a una ligera somnolencia.
C) Olores y sabores
Se procederá de una manera parecida a la anterior. Cuanto mas vigoroso sea un olor o un sabor, más fácilmente se transmitira. El emisor será ayudado siempre por la real puesta en juego de sus sentidos. Como anteriormente, la imagen del sujeto y el hecho de imaginarse que percibe la emisión son absolutos.
D) Sensación táctil
La progresión. — Piquete de alfiler, contacto frío, tenue corriente de aire, aplicación de las manos, impresión de ser empujado para atrás cogido por los hombros.
El emisor. — Usará a su gusto de alguno de los dos procedimientos siguientes:
—Someterse por sí mismo a la causa efectiva de la sensacion a emitir, figurándose ver que el sujeto la siente al mismo tiempo que él.
—Figurarse que el sujeto está ante su presencia y actuar sobre ese fantasma.
El receptor. — Invariablemente pasivo, procurará apartar de él todo origen de impresión real que pueda ser susceptible de inducirle a error.
E) Impulsarían muscular
La progresión (El sujeto se hallará invariablemente sentado al inicio de la sesión). — Movimientos sencillos: levantar- | se, alzar un brazo o una pierna, etc.; ambulación: levantarse y avanzar, caminar hacia la derecha o hacia la izquierda, volverse, en una palabra, describir una trayectoria definida; actos sencillos: abrir un objeto, moverlo, dejarle caer; actos complexos: fumar, escribir, tomar un artefacto musical, etc.
El emisor. — Con la sola orden no se obtendrá éxito en el 90 por 100 de los casos. Las sugestiones deberán de formularse mediante imágenes. En la imaginación, ved al sujeto alzarse y seguid la descomposición de los movimientos sugeridos. Asi, para emitirle el impulso de caminar, es necesario que conel pensamiento se den ánimos alternativamente a las piernas del receptor. Cada gesto deberá ser visualizado lentamente, en toda su extensión, de cuatro a veinte veces continuas.
El receptor. — Al inicio de la sesión deberá estar sentado. Una medialuz, con el único fin de evitar los tropiezos.
F) Situaciones emocionales
Tal que creo haber logrado hacerlo entender, la emoción constituye la clave de las acciones a distancia. Voluntaria, se comunica por sí misma y a veces consigo, de improviso, un fenómeno de percepción integral. En el capítulo anterior hemos visto por qué y de que forma tiene lugar que se originen en uno mismo impulsos emocionales cuando se quiere imponer el propio pensamiento. Aquí tratamos de comunicar estados imaginados, pero que no se experimentan impresundiblemente. Los expertos habituados a autosugestionarse, que hayan logrado a hacer reaccionar en sí mismos su propio pensamiento, sabrán sacar ganancia de esa adquisición y colocarse, al recordarlo, en tal o cual situación emocional.
Dos fórmulas se le ofrecen al experto:
—Imaginarse que siente una emoción cualquiera y que el receptor tiene conciencia de ello.
—Imaginarse que el receptor experimenta dicha emoción ytratar de emocionarse a su vez con tal representación.
En este caso no hay que considerar la continuidad. Toda situación afectiva, claramente representada, puede transmitirse tan bien como otra cualquiera. El emisor estimará por sí mismo, según su natural psicología y la del receptor, qué estados son los que más le convienen.
G) Trasmisión literal
El transmitir una frase o una orden, literalmente, sin ayuda de un impulso emocional, necesita una concentración atentiva modelo y, por otra parte, una sutil percepción. Esta regla tiene sus excepciones, por lo menos aparentes. En algunos raros sujetos he podido comprobar una rara facilidad de sugestión literal, inclusive sobre personas no prevenidas. Así, uno de mis alumnos, quien, desganadamente, en la víspera de una entrevista, sugirió a un amigo, sin que éste fuera advertido de ello, que le hiciera una cierta proposición y, efectivamente, se le oyó proponer lo que el emisor deseaba y en los mismos términos como había sido sugerido.
La manera más racional consiste en escribir la fórmula a comunicar, pero con una escritura vigorosa, clara, resuelta, en] papel blanco, y en exponer tal papel a los rayos luminosos da una potente lámpara repitiendo en la mente los términos da aquélla mientras se recorren con la vista, enunciándolos, imaginándose su asonancia, y en seguida expresándolos en forma de imágenes, mas con el concepto persistente de que el sujeto entiende y da su conformidad. Es importante ver que este último da señales de tal conformidad, imaginárselo presente y atento y entendiendo sin dudar cuanto se le sugiere.
El receptor usará una pantalla clara, como para la recepción de imágenes. Si el sentido de la frase es emotiva, esto será un elemento muy estimable para el éxito.
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