11/14/2008

SUGESTION MENTAL

EXPERIMENTOS SOBRE SUJETOS DESPIERTOS O HIPNOTIZADOS, DE LA SUGESTIÓN MENTAL

1. Costumbres de los sujetos. — 2. En situación de vigilia. El cumberlandismo, su técnica, su papel educacional. — 3. La sugerencia mental sin contacto. — 4. En situación de hipnosis. Concepción auténtica de las -situaciones secundarias. — 5. Método para provocar una situación de hipnosis. Cómo ayuda la sugestión a la percipiensa. Indicaciones prácticas.

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Costumbres de los sujetos. — Cuando se obra sobre sujetos presentes y pueden renovarse los ensayos, es posible acostumbrar a tales sujetos, aumentar su percipiencia, ya sea en situación de vigilia mediante un método que voy a describir, ya sea en estado de hipnosis, por medio de sugestiones verbales repetidas.

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En situación de vigilia. — Costumbres de la pasividad la mente por los procedimientos de Cumberland. — Este tistema descansa en las inevitables manifestaciones musculares de la mente. Tomar de la muñeca a una persona que piense tigorsamente en haceros ejecutar un movimiento cualquiera, y con una poca de atención percibiréis el impulso que su brazo recibe de su cerebro y transmite a vuestra mano. Ciertos expertos, virtuosos de esa lectura muscular, llegan a simular con su ayuda la lectura de pensamientos. Os piden que mentalmente les ordenéis una acción, os toman de la muñeca y con suficiente habilidad interpretan sus estremecimientos, para efectuar guiados por vosotros mismos, la acción requerida. Para lograr eso hay que saber desviar la natural atención de las ideas que tienden a perseguirse en la mente, de las suputaciones que ésta produce; en pocas palabras, hay que colocarse en una condición aideica, realizar lo que las escuelas psíquicas orientales denominan la noche mental.

El cumberlandismo deja, pues, acostumbrar a un sujeto a volverse pasivo, a interrumpir su actividad intelectual, cosa que sutiliza enormemente su percipiencia relativa a las sugestiones mentales sin contacto. He aquí por qué uso y sugiero ese método — conocido por el nombre de su inventor —, del que en seguida doy la técnica:

1.» Escójase, en el local en que se experimenta, un lugar en el que el experto se situará con el sujeto a cada ensayo. Esto será el punto de iniciación de todas las trayectorias que ulteriormente le serán sugeridas.

2. Suponemos un acto a efectuar por el sujeto. Al principio, ese acto habrá de ser algo muy simple; por ejemplo: ir a la habitación contigua, tomar un objeto y ponerlo sobre una silla.

3.' Desglosad ese acto en tantos movimientos parciales como sean necesarios para llevarle a efecto. Por ejemplo: ir hacia la entrada — volverse hacia ella — alzad el brazo — llevarlo hasta el pomo de la puerta — coger éste — hacerle girar — tirar (o empujar) — entrar en la pieza donde se esté el objeto — ir hasta éste — pararse — alzar el brazo — coger el objeto — retirar el brazo — voltearse hacia la silla caminar en dirección a ésta — y poner el objeto.

4. Decid al sujeto que os tome de la muñeca derecha con su mano izquierda, vigorosamente.

5.' Concentrad vuestra atención sobre el inicial de los movimientos a sugerir (andar). Suponemos que veis al sujeto avanzar una pierna y luego la otra. Insistid en esta representación hasta que el sujeto empiece a caminar. Continuad impulsándole con la mente, siguiéndole. (El sujeto debe guiaros, caminar adelante de vosotros, lo que en presencia de expedidores produce la ilusión de una lectura de pensamiento.) Cuando el sujeto llegue al fin de la ejecución de la orden, primera, dadle la segunda, siempre en forma de imagen junto de una conminación mental vigorosa.

6. Si falla, tratad de interrumpir la acción errónea ordenándole: «¡Deténgase!» Y, en seguida que se haya detenido, reanudad la sugestión en el punto en que la habéis dejado.

7. Prosiguiendo la serie de vuestras sugestiones parciales, aseguráis la completa ejecución de la acción deseada.

Acostumbrándose se logra obtener cumplimiento de las acciones más completas con una rapidez extraordinaria. Esto podría usarse como entretenimiento de salón e inclusive de atracción en una sala de espectáculos. Desde el punto de vista en que nos situamos aquí el método de Cumberland predispone al sujeto y al experto a la sugestión mental sin contacto, porque si se desarrolla la percipiencia del primero, al mismo tiempo acostumbra al segundo a la concentración de la mente.

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La sugerencia mental sin contacto. — Es conveniente seleccionar un sujeto al que sea conocido el método de Cumberland y elegir un momento en que dicho sujeto parezca hallarse completamente dispuesto. El fin de las tentativas es un poco casi indiferente, sin embargo — sugiero que se comience siempre con uno de los dos experimentos siguientes:

1.* Arreglad encima unas tres mesas, de diez a treinta objetos diferentes. Proceded inicialmente por contacto hasta que el sujeto llegue ante la mesa en que se halle el objeto que mentalmente escojéis. Ya allí cesad el contacto y seguid con vuestro esfuerzo sugestivo. El receptor no deberá precipitarse, sino que esperará un impulso bastante claro. ¿Será necesario advertir que en este exjerimento, como en los precedentes, el emisor deberá expresar sus sugestiones mediante imágenes? El experimento obtendrá aún más éxito si el emisor dedica algún tiempo la víspera del experimento, y mejor durante algunos días, a estudiar el objeto, a fin de construirse de él una imagen exacta.

2° Cubrid los ojos del sujeto y, colocándoos atrás de él, haced el esfuerzo en obtener que haga algunos movimientos sin moverse del sitio en que esté: alzar un brazo, volver la cabeza, etc... Después hacedle describir una trayectoria bien definida. Todos los ensayos del capítulo IV pueden ser ejercitados con un sujeto acostumbrado como acaba de verse.

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En situación de hipnosis. — Sin duda asombraré a más de uno mis lectores — singularmente a quienes poseen y han estudiado los fenómenos descritos en mi Moderno método cientifico de Hipnotismo— si les digo que la verdad de los estados de hipnosis es puesta en duda, y a veces hasta negada, por personas que por sus títulos están entronizados como gente muy competente. Esos sagaces han discernido el carácter simplista de las teorías de Barid, la extrema rigurosidad de las de Charot, la imprecisión de las doctrinas de Liebeaul y las suposiciones exesivamente abundantes ligadas al sistema de los magnetistas. Después, gravemente, han arrojado al niño con el aqua del baño, y juzgado inoportuno el amplio derroche, de tiempo y de esfuerzos necesario a quien desea dedicarse a sucesivos ensayos de obtención de los estados psíquicos particulares antaño calificados de «hipnosis», los competentes negado-res en cuestión no podrían vanagloriarse de un criterio experimental bastante. Sólo a este último deberán recurrir los que deseen saber.

Practicad las maniobras hipnóticas en cien sujetos cualesquiera. Probablemente no observéis ni siquiera en uno solo los famosos estados clasicos (talepsia, sonambulismo y letargia) resultados de la conjunción de un terreno nervioso específico,de un procedimiento particular y de la influencia doctrinal de la Salpétriére —; pero seguramente observaréis extrañas modificaciones momentáneas de la condición psíquica natural de los sujetos. Entre esas modificaciones figurarán, en un 20 por 100 de casos aproximadamente, la inconsciencia y el grado de sugestibilidad que admite extinguir la sensibilidad e impresionar el sistema nervioso hasta el punto de avivar o de entorpecer en un instante toda función.

Comprobaréis no una situación fija siempre condicionada de parecido modo, sino tantas hipnosis distintas cuantos sean los sujetos afectados.

Esta diversidad, que es suficiente para derrotar a quien quiera quo no haya puesto a prueba un cuantiosos número de sujetos, esa inconsistencia que hace se extravíe la sindéresis de algunos ilustres neurólogos y psiquiatras, no ha escapado a ninguno de aquellos que han hecho del hipnotismo la fundamental ocupación de su vida, lo han practicado continuamente y siguen siendo auténticos maestros. Donato, en una obra que apareció en 1882, apuntaba la fugacidad de los caracteres clásicos de la hipnosis. Alexandre Lapótre lo examina en una de sus obras. Yo mismo lo señalé en mi primer trabajo, un sencillo opúsculo publicado en 1909

La digresión que sigue me ha parecido un útil preámbulo a la exposición de los métodos que sugiero para provocar la hipnosis, porque comenta la directiva esencial a todo tentativa hipnótica: No atenerse a una clase de descentramiento — después del cual el sujeto se encuentra reducido a una situación de autómata pasivo e inconsciente —, sino buscar una alteración más o menos acentuada de la actividad psíquica consciente que sobrevenga con comitante a una extensión de la actividad psíquica subconsciente. Esta última extensión comporta la de la recepción de las sugestiones mentales. De ahí el interés de la hipnosis desde el punto de vista de los fenómenos de que trata esta obra.

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MÉTODO PARA PROVOCAR UNA SITUACIÓN DE HIPNOSIS.

No debéis preocuparos por la edad, ni por el sexo, ni por el grado de energía psíquica, ni por los niveles intelectuales del sujeto. La aptitud a los estados es dependiente de uno o varios elementos mal definidos que no son excluidos por ninguna característica notable. Procurad que vuestro colaborador eventual se siente frente a vosotros y de cara a la luz, la cual os dará a la espalda.

I Sujetad en vuestras manos los pulgares del colaborador. Invitadle a que os mire. Dirigid y sostened fija vuestra mirada en un punto equidistante de las comisuras internas de los ojos. Pensad concentradamente que el sujeto va a dar signos de fatiga ocular. Seguid así hasta que el reflejo palpebral se acentúa notoriamente. Si esto no sucediera al cabo de cinco minutos, pasad en seguida a la segunda maniobra.

II Poned ante los ojos del colaborador, a unos diez centímetros de distancia, un pedacito de madera o de metal terminado en una bola, o por lo menos en forma notable, y sugerid a que concentre su vista en la convexidad y siga con la mirada los movimientos de aquélla. Haced que esa parte saliente describa muy lentamente un ciclo descendente, desplazando el centro en cada vuelta cosa de un milímetro. Al mismo tiempo decid con voz precisa: «Sus párpados se vuelven pesados, se entorpecen. Siente usted una especie de picazón en los ojos y una pesadez cada vez mayor en los párpados. Usted ve una cierta niebla, algo semejante a un velo. Su cabezal se entorpece. Su vista se hace confusa. Sus ojos se cierran. ..», y repetid esas sugestiones hasta que tenga efecto la oclusión de los oíos.

III Poneos tras del sujeto. Aplicad vuestras manos lateralmente contra su rostro, a la altura de los ojos, con los dedos medios débilmente apoyados en los globos oculares. Sugerid la pesadez de la cabeza: «Su cabeza se vuelve pesada, más pesada,! cada vez más pesada. Le pesa demasiado, como plomo». Insistid hasta.que la cabeza del colaborador se incline hacia su pecho.

IV Volved a poneros frente del sujeto. Colocadle de plano las manos sobre su cabeza, con los pulgares unidos en medio de la línea de implantación de los cabellos. Describid continuamente, con un ritmo firme, semicírculos, friccionándole la frente con el extremo de los pulgares y tangencialmente a las cejas. Afirmad la llegada del sueño: «Ahora siente usted sueño. Siente que se va a dormir. Experimenta una inmensa necesidad de dormirse. El sueño lo domina, le ataca a usted nota, cierto entorpecimiento general. Se duerme cada vez más profundamente. Todo se ennegrece y cada una de mis palabras le hace dormir más intensamente. Sueño. . sueño. . . y profundo sueño...... Se ha dormido usted, tan intensamente que ruando yo diga siete se sumirá en un sueño aún más profundo.» Contad lentamente hasta siete.

V Sujetad con bastante vigor la ríz de la nariz y el vértex del sujeto y decid, articulando claramente: «Duerma, duerma, usted duerme. Nada lo despertará mientras yo quiera, El sueño es más y más intenso. Está ya dormido. ¡Duerma!»

Atenuad la iluminación. Alzad con delicadeza uno de los párpados del sujeto. Si el globo ocular está vuelto hacia arriba, o si la pupila ésta ya sea dilatada, ya disminuida notoriamente, será prueba de que la condición psíquica del sujeto se ha cambiado. Difiere de la normal en el modo indicado ya, en las páginas anteriores y siguientes.

Deberéis probar las diversas pruebas utilizadas para apreciar el grado de la hipnosis: anestesia sugerida, contracciones sinergéticas, indiferencia a la olfacción del amoníaco, etc. Dando al sujeto de una a tres órdenes verbales, juzgaréis de su pasividad. Sea como fuere, repetidle varias veces las siguientes sugestiones: «Usted no piensa en nada. Deja de pensar. No puede pensar más que en lo que yo le sugiera verbal o mentalmente. Voy a fijar mi voluntad en varias imágenes, en distintas ideas que se comunicarán a su espíritu y se impondrán a su atención.»

Hecho esto, podrán iniciar el ensayo de transmisión del pensamiento o de sugestión mental, ya sea según lo dicho en el capítulo IV, ya de acuerdo con los datos del presente en lo que concierne a la experimentación en situación de vigilia.

Cuidaos de dudar de vuestra aptitud o de creer que es algo excepcional la obtención de esas manifestaciones. Por lo demás, los principiantes tienen con frecuencia la buena fortuna de encontrarse desde su primer ensayo sujetos bien dotados y muy sensibles. Inclusive diría que bastantes han logrado obtener desde el primer momento, a mi vista, manifestaciones precisas e instantáneas.

Generalmente son necesarios de tres a cinco minutos de acción para que el fenómeno se efectúe. Pero también ocurre que desde el primer segundo actúa la emisión mental del experto.

Por último: evitad el operar con más de dos o tres asistentes, sobre todo en los principios, o con un sujeto nuevo, y rogad a los presentes que observen un silencio absoluto.

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