11/14/2008

NEGACION

NEGACIÓN Y DESCRÉDITO

l. Los doctos y el hipnotismo. - 2. El desprecio por la telepatia.

Los doctos y el hipnotismo. — Se puede decir que en materia filosófica, metafísica o religiosa, el último argumento detoda opinión no es otro sino el temperamento. Los más radicales cambios se explican por la evolución de este último. Ese subjetivismo que es lo normal en un dominio iedológico, esinadmisible cuando se extiende a la ciencia experimental.

Sin embargo, los doctos, paulatinamente, han rechazado, admitido y vuelto a rechazar la realidad de los fenómenos del magnetismo animal para darle por fin, según los trabajos de Braid, hacia 1742, un sello oficial que no debía ser sino provisionalmente definitivo. El hipnotismo tuvo entonces en el mundo científico y médico un auge considerable. Era la cuestion de moda. Se le atribuía un alcance que rebasa enormemente sus límites:

«El descubrimiento de Braid, substanciaba el doctor J. P. Philips, tiene una importancia diferente de aquellas que le han descuierto algunos cirujanos franceses. A menos de ser simples aprendicillos sin cultura intelectual, debían reconocer que es la más espectacular conquista ue han podido realizar o entrever la Medicina, la Historia Natural y la Filosofía.»

El viento cambió. Bastó que un neurólogo de fama haya querido superar y borrar a sus predecesores con modernas teorías. — Ipse dixit. La pura ortodoxia de la Facultad ordena por el momento a sus devotos seides que por cuando menos se muestren dubitativos en cuanto a los fenómenos hipnóticos. Así podemos leer, con las firmas de F. Achule Delmas, antiguo jefe de la clínica de enfermedades mentales de la Facultad de Medicina de París y médico de los Asilos, y de Marcel Boll maestro agregado de la Universidad y doctor en Ciencias, las siguientes declaraciones:

«Nada retenemos de la hipnosis, tal como han creído entenderla, porque ella descansa sobre interpretaciones erróneas. La hipnosis es la simulación del sueño somnambúlico por «sujetos» totalmente despiertos: en «el hipnotizador» no queda más alternativa que ser o el cómplice o la víctima de un sujeto.» Eso es terminante, pero los autores deberían hacernos conocer de qué bases experimentales han sacado sus definiciónes. En particular, ¿han tratado de comprobar personalmente, por la aplicación de los métodos hipnóticos en un centenar de sujetos tomados al azar, la realidad o la falsedad de la hipnosis? Es dudoso.

La hipnosis, según ellos, es simulación. Entonces sus colegas de hace veinticuatro años eran simuladores. «El 12 de abril de 1S29, escribe Cullerre, el doctor Cloquet llevó a efecto una operación cancerosa en el pecho en una señora de sesenta y cuatro años, cuando ésta se hallaba sumida en somnambulismo. No sintió dolor ni conservó recuerdo alguno de tal operación. En 1846, el doctor Loysel, de Cherburgo, operó un tumor en la región mastoidea a una muchacha de treinta anos dormida. Cuando despertó declaró ésta que no sufría, que no había sentido dolor alguno y no conservó ni el más leve recuerdo de lo que había pasado. El mismo cirujano, en poco tiempo, llegó a parcticar su duodécima operación encontrándose el paciente en sueño hipnótico. Por la misma época, Fanton, Toswel y Joly, de Londres, hicieron en condiciones similares la amputación de dos muslos y un brazo. En 1847, dos médicos de Poitiers, los doctores Ribaud y Kiaro, tratando a una muchacha afectada de un tumor en el maxilar, efectuaron en una primera operación la incisión del tumor y en otra extracción de un diente; en una tercera le extirparon el neoplasma, y todo ello indoloro, gracias a la hipnosis. Ese largo y cruento trabajo, se encuentra en el informe de la Gazette des Hópitaux, más bien había parecido una lección de disecación dada a los alumnos que una operación efectuada en un cuerpo vivo El 4 de diciembre de 1859, los doctores Broca y Follín ejecutaron en París la incisión de un absceso del recto en una mujer de cuarenta años hipnotizada. La operación se efectuó a cabo sin dolor. Algunos días después, el doctor Guérineau, de Poitiers, amputó una pierna a un individuo durante la anestesia hipnótica de éste. El paciente no sintió ningún dolor, pero se dio cuenta de la intervención. «Me di cuenta de lo que me hicieron, y la prueba de ello es que mi muslo fue cortado en el momento en que usted me preguntó si sentía algún dolor.» El doctor Esdaille, cirujano de los hospitales de Calcuta, llevó a cabo en seis años, por la misma época, seiscientas operaciones indoloras, por el hipnotismo, bajo la observación de una comisión de médicos, de cirujanos y de científicos nombrada a petición del Gobierno.»

¿Podrán decir los señores Achille Delmas y Marcel Boll que dichos sujetos de los que acabamos de hablar han logrado la simulación hasta fingir la insensibilidad mientras que el bisturí, las sierras y demás trabajaban en su carne? Tendría que suponerse en tal caso que los médicos que les atendieron hallaban alguna ventaja en ser cómplices o víctimas. ¡Cuántas víctimas y cuántos cómplices no habría entonces en el cuerpo médico! Para citar sólo los principales, nombraremos a los doctores :

Azam, Barety, Beaunis, Bérillon, Bernheim, Binet, Bottey, Bourneville, Bourru, Brierre de Boismont, Broca, Brémaud, Burcq, Burot, Charcot, Clocquet, Cullerre, Crocq, Demarquay, Dumontpallier, Dupouy, Dupuy, Durant de Gros, Eliotson, Es-daille, Esquirol, Féré, Gigot-Suard, Gilíes de la Tourette, Gira-ud-Teulon, Grasset, Guérineau, Janet, Liébeault, Luys, Magnin, Mesnet, Maricourt, Pitres, Regnard, Richer, Velpeau y Voisin.

Verdaderamente, las teorías emitidas por todos esos prácticos han sido revisadas lentamente, en el'sentido ya señalado en el capítulo V, y entre los hechos que observaron, la mitomanía y la simulación tuvieron sin lugar a duda una parte considerable; pero es igualmente verdadero que la hipnosis existe y que las auténticas víctimas no son las que creen algunos. Por otra parte, basta experimentar para comprobar que, a pese de toda negación, el hipnotismo subsiste por hechos que no se pueden suprimir de una plumada.

2

EL desprecio por la telepatía. — Otro tanto se puede decir del acto telepsíquico, cualquiera que sea el suficiente desprecio de la Facultad y, en particular, de los doctores Achille Delmas y Boll, hacia «esas interpretaciones tendenciosas de coincidencias que se han adornado con el nombre de telepatía». ¿A quién le van hacer creer que entre los miles de observaciones y de experiencias relatadas en las obras indicadas no hay porlo menos un hecho probatorio, Y si tal hecho fuera rigurosamente aislado, sería suficiente para convencer a todo sujeto más cuidadoso de la verdad que de los encaprichamientos de la ciencia oficial e impulsarle a tratar de reproducirlo para convencerse personalmente. Esto es lo que he hecho, esto es lo que desde tiempo atrás llevo a efecto por mediación de mis lecciones orales y hoy con la presente obra que proporcionará a los lectores que lo deseen el modo de efectuar una prueba. Quizá consiga así un éxito, al incitar a nuevos y numerosos adeptos a que aporten nuevos resultados a este estudio tan atrayente de la influencia recíproca, que todos ejercemos, consciente o inconscientemente, los unos sobre los otros.

FIN

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