11/14/2008

TERAPEUTICA

TERAPÉUTICA POR ACCIÓN MENTAL DE LAS ENFERMEDADES

1. La base emotiva de toda terapéutica por acción mental. Efectos curativos del acto psíquico. — 2. Elección del curador. La cadena. Directivas genéricas. Duración del acto diario. — 3. Los males crónicos. Las afecciones psíquicas, costumbres, toxicomanías, perversiones, monomanías ¡obsesiones, etc. — 4. Acción inconscientemente inoportuna de determinados ambientes. La mente puede matar. Importancia que tiene para el enfermo una moral benévola.

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La base emotiva de toda terapéjtica por acción mental. — La eficacia de una terapia por acción mental, re quiere antes que nada, por parte de los xpertos, un intenso sentimiento de conmiseración por el enferno y por los que sufren a causa de la situación en que se nalla éste. Conozco ejemplos de niños raquíticos a quienes el amor maternal, materialmente muy limitado, ha ido fortificádolos paulatinamente hasta llevarlos a la robustez. He visto moribundos vueltos a la vida y hasta cuerpos inertes resucitads por la irradiación anímica de uno de los suyos iniciado en as prácticas de este libro. Efectivamentte, el amor no siempre vence a la muerte, por intenso que sea, logrando una victoia decisiva. Existen fatales lesiones, irremediables desgastes, inoercibles insuficiencias. El acto mental transmite al organismo en peligro energías sustentadoras de sus autorreacciones curatias; pero si éste no tiene los últimos recursos indipensables par¡ reaccionar con ventaja, la curación no se efectúa. Quedan michos, definitivamente, a quienes no sería posible salvar. En otos, por lo menos se animará su moral, se les atenuará los sufrmientos, se les prolongará la vida.

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Elección de medicador. La cadena. — Quien empren-| diese la cura debiera ser siempre un próximo pariente del enfermo, un amigo íntimo, íntegramente simpática al paciente y animado del más vivo deseo de aliviarle. Y aunque dejando a una persona tal la directriz de la intervención, otras muchas personas elegidas entre los más adictos al enfermo pueden unir sus esfuerzos a los del principal operador. Una cadena de voluntades lleva a cabo en ocasiones verdaderos milagros, sobre todo si está compuesta de tantos hombres como mujeres, sin comprender entre ellos al conductor, a fin de observar la ley polar de los concursos fluídicos. Esta cadena debe prolongarse en lo invisible, según preconiza el ocultismo, evocando el recuerdo de los desaparecidos de quienes el enfermo fue amadaj lo cuál imanta su influencia, y hasta apelando a la ayuda de los seres superiores, tales como se les concibe.

El oficiante y sus eventuales ayudantes elegirán para cada día un momento en el que puedan reunirse, o por lo menos en el que cada cual, aisladamente, pueda disponer del tiempo necesario para unir su intención a la de los demás! Concentrarán sus pensamientos en la imagen del enfermo y, dejando que sus buenos sentimientos se difundan a su placer, deplorarán los sufrimientos de aquél y exaltarán en sí mismos el deseo de atenuarlos, de anularlos, de irradiar hacia él su vitalismo para confortarle y curarle.

La atención de cada uno deberá fijarse, sucesivamente, durante diez a quince minutos, en los diversos pensamientos que preceden. También demostrará ser juicioso el oficiante si traza una especie de programa que contenga un cierto número de fórmulas. Cada colaborador pensará de ese modo en perfecto sincronismo con los demás. Bien entendido que no se trata de repetir palabras, sino de vivir interiormente, de sentir su signifcatión de animar imágenes, de vibrar emocionalmente. Según los órdenes de ideas enumeradas antes, he aquí lo que conviene tener en cuenta entre las sugestiones curativas: Primero el sueño, porque es principalmente a favor de este estado cómo se desenvuelve la actividad orgánica terápicamente. Sugiérase al paciente que duerma larga, tranquila, profundamente. Representársele durmiendo con una expresión fisonómica, distendida, serena. Vedle despertándose bajo la impresión Ir bienestar, de alivio. En seguida pensad en sus disposiciones morales, comunicándole la esperanza, la serenidad, la convicción deque se ocupan útilmente de él, la certidumbre de que el hazde voluntades concentradas para cuarrle dispone de una fuerza muy superior a la acción de los agentes adversos. Tratad también de representaros con precisión anatómica el estado actual de los órganos enfermos. Seguid con la imaginación ¿I cumplimiento de las funciones perturbadas, estimuladlas, regularizadlas intencionadamente. En fin, visualizad la curación, la connvalecencia, el retorno a la actividad normal. Esta última representación es de gran importancia.

Como para cualquier otra intervención de cuarenta y cinco a sesenta minutos, o una sola sesión de una a dos horas. Inútil es decir, por otra parte, que el tratamiento mental no prescribe en modo alguno la medicación ordinaria.

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LOS MALES CRÓNICOS. LAS AFECCIONES PSÍQUICAS.

En los males crónicos, antes que nada se procederá sugerir al interesado que acepte todas las reglas de higiene alimenticia y genérica requeridas por su caso. Más pronto se llenará el tonel de las Danaides, que alivie un paciente entregado a excesos e inclusive al uso moderado de cualquiera cosa que sea antifisiológica.

Por el acto mental puede tratar de curarse los hábitos mortales, las toxicomanías, las perversiones, las. monomanías, la propensión al suicidio. Para ello, en lugar de hacer uso de imperiosas sugestiones prohibitivas, hay que asegurar al paciente que la obsesión, la tendencia, el temor que sufre, se le hace cada vez más indiferente, que no le afecta, que le encuentra inerte, que le deja su plena sinceridad. En síntesis, se debe imaginar qre la impresionabilidad del paciente disminuye en cuanto al agente mórbido. Al mismo tiempo se tratará de comunicarle toda gama de pensamientos, de sentimientos, de deseos contrarios de aquellos que se trate de suprimir.. Se vigilarán todas aquellas buenas disposiciones susceptibles de excluir la acción del mal.

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ACCIÓN INCONSCIENTE INOPORTUNA DE DETERMINADOS

ambientes. — Los que acompañan a un psicópata, de no ser unos iniciados, son sin quererlo, casi siempre un obstáculo a la curación. En su mayoría las personas se afectan de una forma aprensiva augustiosa, desesperada, después de meses o de años de permanecer en torno al paciente. Sus influencias mentales adicionadas constituyen un vigor perjudicialmente orientado. ¿No pueden pensar que no hay manera de poner término a eso, de curarlo; que su mal, hereditario o adquirido, es incurable, que domina al paciente y que acabará por quebrantarle? Son influencias que incitan al desdichado a seguir. Ver de con antelación una agravación, es condicionarla, a no ser que una violenta revolución interna siga a esos temerosos pensamientos. De esa forma, la influencia psíquica llega matar con tanta seguridad como puede curar. Así como el odio, como la codicia por una herencia, la desolación pasiva puede abrir una tumba anticipadamente.

El antiguo hábito de las maldiciones y en las imprecaciones, en el que no se ve normalmente más que una actividad oratoria, sabía el formidable vigor de las intenciones hondamente sentidas, deliberadamente condensadas y nítidamentet expresadas. Coré, Dathan y Abiron, fulminados al gesto de Moisés; Ananías, herido de muerte por Pedro; Laubardemont emplazado por Grandier para que se presentara en el plazo de treinta días ante el Tribunal del Invisible; más próximo a nosotros

Stanislas de Guayta y Boullan, el raro caso de la gitana del doctor de Sermyn y gran variedad de hechos menos conocidos, manifiestan el poder letal de la mente.

Aun sin ver visible por alguien, aquellos que se entretienen por costumbre en disposiciones de odio, malevolente, se encuentran en sintonismo cerebral con las miríadas de vibraciones psíquicas, parecidas a las suyas, que se cruzan en la atmósfera. Ellos sienten el efecto constructor de esas vibraciones y sufren. De ahí la urgencia, en todo tratamiento, de tener en cuenta lá moral del paciente, de incitarle al olvido de las enemistades y de las injusticias, a la bondad, al perdón.

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