11/14/2008

LO QUE SE NECESITA PREVIO A LA EXPERIENCIA

LO QUE SE NECESITA COMPRENDER ANTES DE EXPERIMENTAR

1. Las correlaciones de la T. S. H. y de la Telepsíquica. El convenio radiofónico y el convenio mental. El sintonismo y la receptividad voluntaria. La superioridad del tono de la evolución y la imposición del pensamiento. — 2. Necesidad de una situación especial, de una emisión prorrogada y renovada. La impregnación gradualmente modificadora. — 3. Leyes de las funciones mentales a distancia. Exegesis. De la claridad de las imágenes sugeridas depende la conformidad de los efectos a la intención. La fortaleza propulsiva de éstas es proporcional a la avidez que se siente de aquello a que ellas tienden. La intención eficaz autodidacta. Psicología de una experiencia clásica. — A. La determinación habitual del estado eficiente. Nececidad de una preparación y de una renovada condensación sistemática de la energía psíquica.

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Las correlaciones de la t. s. h. y de la telepsiquia.

el convenio radiofónico y el convenio mental. las hipótesis trasitoriamente admitidas para explicar la telefonía sin hilos, hubieran parecido aberraciones hace un siglo. Cuando, actualmente, con un dispositivo especial se escucha en un local cerrado un lejano concierto cuya emisión atraviesa el espacio y la materia densa, satisfactoriamente se admite que las ondas radiofónicas se transmiten por,ondulación en el seno de un determinado medio sutil que interpreta todos los cuerpos. Cuando se le nombra éter o se le define de cualquier otro modo, se prueba rotundamente la existencia de un vehículo susceptible de impregnar toda clase de cosas hasta el infinito y de dirigir las ondas radioeléctricas.

De una forma probablemente parecida — si no igual — se explicará en lo futuro los fenómenos de la telepsiquia, lo que corrobará por otra parte una teoría profesada ya en antiguamente por los entusiastas de la ciencia oculta.

Efectivamente, todo ocurre como si, bañadas e impregnadas de un invisible mar fluídico ilimitado, nuestras almas se encontraran continuamente en constante comunión.

Un niño provisto del común aparato de galena, rápidamente aprende a modo regular las correderas de que dicho aparato llegue a ser sensible a tal o cual longitud de onda. De la misma manera lo pone acorde al tono de las vibraciones transmitidas por la estación emisora que él quiere oir y, de hecho, una vez de acorde, el receptor reproduce todas las comunicaciones rápidas sintónicamente con dicho acuerdo.

Con frecuencia ocurre algo parecido entre dos individuos a quienes su intimidad, su semejanza de costumbres, su mutua dilección han convenido mentalmente. Las evocaciones del uno impresionan la mente del otro comunicándole su tono de movimiento, que tiende a despertar en él pensamientos semejantes. Ese fenomeno tiene efecto a veces con tal instantaneidad, actitud, que la idea del uno se refleja espiritu del otro en el minuto mismo en el relato de las miles de observaciones recogidas desde hace unos cincuenta años, se comprueba precisamente que las comunicaciones telepsíquicas más notables han tenido efecto entre personas íntimas.

Vamos a suponer ahora que se quiere actuar sobre un. sujeto no ya isotónico, sino desafecto o heterotónico. Sin esa receptitud repentina, que es la única que permite la comunión propiamentet dicha del pensamiento, alcanzará a realizar de motu propio un tono de movimiento psíquico mayor en fuerza al del sujeto. Ese tono arrastará poco a poco el suyo propio; se impondrá a él.

Necesidad de una situación especial, de una emisión prorrogada y renovada. — La emisión, deberá efectuarse, pues, con una energía singular y con prorrogada insistencia. Una simple sesión basta rara vez para impregnar a alguien hasta el punto de influir perentoriamente sobre sus disposiciones. Será necesario según eso, en la mayoría todos los casos, reiterar la acción cotidianamente, durante un lapso más o menos extenso. En fin, es casi inútil decir que si se recurre a un terreno psicológico poco compatible con el fin de las sugestiones, éstas no podrían cambiarlo sino gradualmente, a costa de grandes esfuerzos y sucesivamente renovados.

Es sabido que en la India hay adeptos de esa enseñanza llamada yoga, cuyo dominio sobre una o muchas personas se establece en pocos minutos. Esos expertos logran alucinar a una multitud, sin que por ello'den muestras de llevar a efecto un penoso esfuerzo. Se cree asistir a una terrorífica escena, siendo así que en realidad no ocurre nada de singular. El mismo espejismo domina a cada uno de los espectadores.

¿Será que los climas orientales favorecen ese género de fenómenos? ¿Será que los yoguis disfrutan de facultades psíquicas desarrolladas de generación en generación por una práctica continua? ¿Es que al repetir sucesivamente los mismos experimentos adquieren tales yoguis un virtuosismo especial? No lo sé; pero, en Occidente, los anales del psiquismo no han registrado hasta ahora repercusiones telepsíquicas tan momentáneas. He aquí lo que posiblemente sucede cuando se actúa: Una primera onda ondulatoria llega al sujeto y reacciona sin sentirse sobre los elementos de su moral, que el experto trata de substituir por otros elementos. A la débil impresión realizada por esa onda agregarán los efectos continuos de veinte, treinta, cien nuevas emisiones. Combinándose con las ideas . del sujeto, el elemento sugerido que así le llega las modifica primero de una manera insignificante; luego suscita profundidades inconscientes de su psiquismo inferior, varias hasta entonces ajenas a la actividad de este último consideraciones, desarrolladas continuamente bajo el periodico impulso de las irradiaciones del experto, evolucionan poco a poco y presentan una conformidad cada día más exacta con el objeto final de las sugestiones.

En resumen, la influencia externa, luego de haber rozado, afectado e impregnado el espíritu, cada vez más apreciablemente, acaba por predominar.

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Leyes de las funciones mentales a distancia. — Definamos ahora las condiciones de eficacia de la función telepsíquica.

Ley 1 — Es conveniente expresar principalmente en imágenes — y no sólo de un modo literal — aquello que se quiere sugerir. Es necesario, pues, imaginar lo que se desee que ocurra.

Ley 2. — La conformidad del efecto a la intención se opera en razón directa de la exactitud de las imágenes irradiadas.

Ley 3. — La propulsión vigorosa de una emisión telepsíquica es proporcional a la avidez que se siente de la realización buscada, o, más generalmente, al deseo que se tiene de afectar al sujeto.

Ley 4. Una emisión diaria, de un lapso x, es de superior eficacia a la de dos emisiones de una duración respectiva de

Ley 5. — Cada emisión justa modifica siempre, más o menos sensiblemente, de acuerdo a los propósitos del experto, las disposiciones morales del sujeto.

Ley 6. — La modificación del sujeto se confirma a medida que se continúan las emisiones.

Una comparación muy simple va a ayudarnos a entender bien los más importantes de esos seis principios: el segundo y el tercero.

He aquí una linterna mágica dispuesta frente a una pantalla. Prendamos la lámpara y deslicemos una película de proyecciones detrás del objeto. La imagen va a proyectarse en la pantalla, y se verá perfectamente clara en todos sus pormenores, con dos condiciones:

a)Que sus contornos estén suficientemente acusados.

b) Que la iluminación tenga bastante resplandor.

Deunsapelícula defectuosa, la más potente lámpara no dejaré obtener sino una proyección confusa. Inversamente, la perfección de la placa aparecería deficientemente a los rayos de una luz tenue y vacilante.

En telepsiquia, el ímpetu interno es la imagen proyectante; la imagen mental es la película generatriz. Conviene, pues, poner la mayor perfección en la construcción de las imágenes que se desean comunicar y mas de aquellas de las cuales se quisiera imponer el predominio sugestivo entre los comunes pensamientos animados por algún sujeto.

Si no se visualizaran con bastante exactitud las fases continuas de una modificación moral, no se obtendrían sino dis-

positivos más o menos divergentes de aquellas que satisfarían completamente, y si se tratara de una sugestión de una acción, el impulso intencional no sería seguido fielmente.

Sin embargo las representaciones mentales más precisamente definidas no procuran por sí mismas sino bosquejos de efectos. Para impulsarlas vigorosamente hace falta el ímpetu incontenible de una enérgica voluntal, de una viva emoción o de una ardiente codicia. El deseo puro y simple influye más, cuando es vivo y exacto, que la concentración de pensamientos puramente mental, tal como se enseña en ciertos manuales.

Y lo que sigue lo observé por primera vez hace ya más de quince años, a propósito del bastante conocido experimento consistetnte en obligar a alguien a que voltee, por medio de la fijación de la mirada en su nuca y de la orden mental.

Durante varios años me había pasado — como a todos aquellos que han intentado eefectuar ese experimento - que fijaba mi mirada y mi atención durante diez o quince minutos sin resultado positivo. Pero una noche se hizo para mí la luz, pues, en tanto que vagaban distraídamente, mis miradas fueron atraídas durante cierto entreacto por la nuca y los hombros de una espectadora, cuya cara me inspiró en seguida la más intensa curiosidad. Mientras me imaginaba sus facciones, ideando y deseando la impresión suave que deberían procurar, el objeto de mi observación dio pruebas manifiestas de una evidente agitación. La parte que yo miraba fue sacudida por estremecimientos. Una mano pareció querer quitar algún contacto irritante, y al fin la cabeza se volteó rudamente... Y creo que una determinada intuición de la causa de la turbación no fue extraña a la incisiva mirada que encontró la mía tablemente su desgaste. De esa forma una fuerte tensión de exteriorización que lleva a su paroxismo la intención del querer, del deseo, de los sentimientos, aspiraciones, apetencias y avideces.

Ya se trate de transmitir pensamiento a un colaborador capaz de una voluntad pasiva receptiva, de sugestionar por la mente a un sujeto despierto o en segundo estado, de provocar el somnambulismo artificial a distancia o influir sobre las disposiciones morales de un tercero, la comprensión metódica y precisa del resultado y la avidez de obtenerlo constituyen los dos principales factores del éxito.

A fin de disponer de la reserva energética necesaria a la fácil objetivación de las imágenes y al vigor propulsivo de su emisión, hay que observar en el curso de la vida diaria determinadas reglas que voy a definir y que exigen un educado esfuerzo de imperio sobre sí mismo. Llevar a cabo tal esfuerzo es conquistar la prerrogativa de mover deliberadamente el sutil agente por el cual son alterados la mayoría de los seres: el pensamiento.

Dirigir las ideas y regir sus efectos, en lugar de verse sometidos a unos y otros; tal es la posibilidad que abre ante nosotros el estudio de las leyes psíquicas. Después de haber considerado lo que eso implica, nadie dudará .

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